En la última semana los argentinos fuimos testigos de una serie de acontecimientos históricos que podrían tener múltiples derivaciones. Mauricio Macri decidió cerrar un acuerdo con Javier Milei para acompañarlo en el balotaje contra Sergio Massa e hizo crujir los cimientos de la alianza Juntos Por el Cambio. 

La reunión con Milei que armó en su casa del barrio de Acassuso, en el municipio de San Isidro, en el conurbano bonaerense, fue muy mal recibida por sus socios radicales, de la Coalición Cívica y también del PRO.

Escenas explícitas de poder

Mauricio Macri jugó fuerte, como juegan los hombres de poder. Para tomar esta decisión, no convocó a sus aliados. La tomó solo, acompañado por Patricia Bullrich y sumó a quienes él consideraba aliados estratégicos en su construcción política de cara al futuro: Cristian Ritondo y Diego Santilli, dos referentes del PRO que tiene fuerte presencia en la provincia de Buenos Aires. Para ambos dirigentes, formar parte de esa reunión, funciona como una suerte de ascenso, porque ese lugar antes era ocupado por Horacio Rodríguez Larreta. Fue también una forma de revancha contra el alcalde porteño que pretendió jubilar al ex presidente antes de tiempo. 

“Yo me saco el sombrero por esos tipos, que pelean a fondo. Son políticos profesionales. Mauricio Macri, Sergio Massa o Cristina Kirchner son así, van a fondo”, asegura un analista que recorre hace años los pasillos del poder.

A la reunión además de Bullrich, Milei, Ritondo y Santilli, también asistieron Karina Milei, Guillermo Francos, Santiago Caputo, Fernando De Andreis e Ignacio “Nacho” Torres. Este último, del que no se sabía que había estado en el encuentro secreto, participó al otro día de una reunión con los demás gobernadores de JxC que se despegaron de la decisión de Macri y Bullrich. 

Torres quedó en un lugar incómodo porque la noche anterior no había manifestado ninguna disidencia, por el contrario, dijeron haberlo visto entusiasmado. Tal vez, la intención de Macri de mencionarlo entre los invitados, fue para recordarle de qué lado había dicho que estaría. El ex presidente no tolera a los dirigentes que faltan a su palabra. Fue uno de los consejos que le dio a Milei esa noche. “Lo único que tenés que tener, Javier, es palabra. Si no cumplís con tu palabra, la gente no te va a creer”, le dijo. Tal vez no fue el único destinatario del mensaje.   

Después del domingo electoral, Mauricio Macri iba caminando por el pasillo de la muerte, rumbo a ser ejecutado por sus propios socios que estaban muy molestos por su posición ambigua respecto de Milei durante toda la campaña. 

Apoyaba a Bullrich, pero elogiaba al líder libertario. Por ese coqueteo, le facturaban que debilitó a la candidata de JxC. El escenario era el peor de todos, la fuerza política que se había convertido en la contraparte del peronismo en los últimos 20 años estaba fuera de competencia y con crisis de liderazgo. 

A esto se le sumaba, que Macri veía que los dirigentes radicales Gerardo Morales, Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti estaban tejiendo un diálogo profundo con Sergio Massa. Así lo dijo después en Radio Mitre. También desconfiaba de Rodríguez Larreta, pero prefirió guardar silencio en público sobre él. Todos estos fantasmas le aparecieron más nítidos la noche de la elección general, cuando unos minutos antes de salir a hablar en el escenario, en la charla técnica pre discurso, Bullrich se reunió con Carrió, Larreta, Morales, Yacobitti y Lousteau, donde a Bullrich se le pidió equidistancia con la crítica a los otros candidatos. ¿Qué era equidistancia? Carrió no quería que se acercara tanto a Milei. ¿Y los radicales? Para Macri era claro: no querían que lanzara críticas a Massa.

La actitud de Macri es sin dudas una traición, pero también está claro que fue desencadenada porque olfateaba que sus socios lo iban a traicionar, por lo que decidió pegar primero, tal vez como medida de autopreservación, porque de esta manera se queda en un claro lugar de oposición al Gobierno con posibilidades de ganarles la elección. Los radicales ya están fuera de carrera, en cambio a Macri todavía le queda una oportunidad más.

Esta actitud o pro activa por conservar el poder es una jugada a la que hemos asistido en las últimas elecciones. En 2019, Cristina Kirchner, aceptó reconciliarse con Sergio Massa con el objetivo de ganarle a Macri. Este año, durante el cierre de listas, Sergio Massa, tensionó hasta el último minuto del cierre de listas para quedarse con la candidatura a presidente a tal punto que hizo retroceder a la fórmula de Eduardo “Wado” De Pedro y Juan Luis Manzur que se había lanzado unas horas antes del cierre. Aquel día fue una montaña rusa, para quienes miran con mucha atención los vaivenes de la política.

Ahora, Macri rompió lo que había construido, para mantenerse con vida y para intentar arrebatarle la presidencia a Sergio Massa, a quien considera un enemigo. Tanto Macri como su entorno creen que, si Massa es presidente, tendrán problemas de todo tipo, políticos, fiscales y hasta judiciales. Por eso acelerar a fondo era su única posibilidad.

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