COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Cuando uno piensa en un accidente aéreo en Argentina es indudable recordar el caso de LAPA (Líneas Aéreas Privadas Argentinas). Y en esta zona también es inevitable recordar el caso de Sol Líneas Aéreas, un vuelo que el 18 de mayo de 2011 partió de Córdoba con destino a Comodoro Rivadavia y se estrelló en el paraje Los Menucos, en Río Negro. Sin embargo, solo hay que ir un par de años atrás para recordar lo que es la mayor tragedia aérea de Comodoro Rivadavia.

El 8 de noviembre de 1995, un Fokker F 27 TC-72 de la Fuerza Aérea se estrelló contra una ladera de las Sierras de Córdoba, en un lugar conocido como Quebrada o Cantera de la Irma. 

Esa tarde, alrededor de las 15:30, el avión había despegado de esta ciudad con 52 personas en el pasaje: 38 de Comodoro y otras 14 de Río Gallegos. El avión hizo escala en la V Brigada Aérea de San Luis y cuando estaba cerca de llegar a destino se estrelló en el cerro Champaqui, a 200 metros de la cumbre.

En la nave de fabricación holandesa viajaba en su mayoría personal militar y sus familiares, quienes iban a celebrar el 25 aniversario de su egreso de la Escuela de Suboficiales.

El comandante del avión era el capitán Walter Ibarra, quien era instructor de esa nave, inspector del sistema y en junio de ese año había viajado a Pittsburgh, Estados Unidos para hacer un curso de entrenamiento de adiestradores terrestres.

Raúl López, el propietario de la estancia “El Carrizal”, notificado por Ismael Cabrera, uno de sus empleados, fue quien dio aviso a la policía de Villa Dolores sobre la caída del avión. En pocas horas la noticia daba vuelta al país.

A 25 años del accidente aéreo en que murieron 52 personas de Comodoro y Río Gallegos

FAMILIAS COMPLETAS DE LUTO

Las víctimas del accidente fueron el capitán Luis Ibarra; primer teniente Daniel Zarza; suboficial auxiliar Carlos Bohe; suboficial ayudante José Savorani y cabo principal Hugo Aguirre, quienes integraban la tripulación.

Como pasajeros iban el suboficial principal Juan Develli (44), su esposa Liliana Rodríguez (42) y sus hijos José (21), María (19) y Fabricio (12).

El suboficial principal Arturo Vergara (45), su esposa Emilia Neil (38), y sus hijos Arturo (16), Claudio (14) y Gustavo (7).

El suboficial principal Benito Olmedo (40), su esposa Silvia Muñoz (38), y sus hijos Daniel (16), Laura (14) y María (11).

El suboficial Luis Moyano (42), su esposa María Puchetta (40), y sus hijos Natalia (13), Diego (10) y Evelin (4).

El suboficial principal Julio Suárez (44), su esposa Silvia Correa (45), y sus hijas María (10) y Adriana (9).

El suboficial Juan Manchado, (44), su esposa Luciana Palma (42), y sus hijas Julieta (17), Juan (12.

El cabo principal Adrián Rojo (28), su esposa Lilian Díaz (28), y sus pequeños Ludmila (4) y Alexis (bebé).

El suboficial Principal Carlos García (44), y sus hijas Silvina (19), Julieta (15).

Marta Usqueda (42), esposa del suboficial ayudante Carlos Díaz, quien no viajó, y sus hijos Carlos (6) y Paula (3).

El mayor Rubén Cuny (39) y su hija Mariana Cuny (4). 

Liliana Mansilla (36), esposa de Bohe, y la hija de la pareja de 3 años.

El cabo Alejandro Taborda (20)

El teniente Marcos Martínez (26)

Adriana Méndez (24) y esposa del teniente Chialvo, quien no viajó.

El cabo principal Rubén Romero (25)

Y el suboficial ayudante Benjamín Trigo (31).

A 25 años del accidente aéreo en que murieron 52 personas de Comodoro y Río Gallegos

UN GRAN OPERATIVO

Apenas se conoció la noticia rápidamente se inició el operativo de rescate en las altas cumbres. Cabrera, el baqueano que fue el primero en advertir el accidente, fue quien guio a los socorristas hasta el lugar donde había caído el avión, en la zona del cerro San Agustín de la Quebrada de la Irma. Fueron cerca de 8 horas de caminata en medio de las sierras, toda una odisea.  

Cuenta la historia que las tareas de rescate no fueron sencillas. Más de 150 personas participaron del operativo. En el lugar trabajaron policía, bomberos, personal de Defensa Civil y voluntarios que colaboraron con las tareas de rescate.

A la dificultad de acceso al lugar se sumó el estado de los cuerpos producto de la explosión que generó el impacto y el clima que durante esas largas jornadas obligó a interrumpir la búsqueda durante unas horas. 

Al otro día del accidente familiares de las víctimas, con el apoyo de la IX Brigada Aérea, volaron desde Comodoro Rivadavia a Córdoba en un avión de la desaparecida empresa Austral y fueron trasladados a la Escuela de Aviación Militar, donde quedaron alojados.

La causa quedó a cargo del juez Federal N° 2 de Córdoba, Alejandro Sánchez Freites. Una de las primeras hipótesis que surgió fue el mal estado de la nave, lo que fue desmentido por el jefe del grupo de mantenimiento de los Fokker F 27 de la IX Brigada Aérea, vicecomodoro Juan Bordet.

“Nadie escapa al problema del presupuesto, que afecta a todo el mundo, pero los aviones que tenemos en vuelo están con todos los equipamientos en servicio y ofrecen las condiciones de seguridad que hacen a la utilización de las aeronaves. Hay que tener en cuenta que gran parte de la gente que hace mantenimiento es la misma que también vuela esos aviones”, decía a El Patagónico por ese entonces.

Otra hipótesis apuntaba a las condiciones meteorológicas, como explicó el jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Juan Paulik, quien aseguró que las condiciones climáticas podrían “haber desencadenado el accidente”. La restante teoría apuntaba a un error del piloto que habría volado a baja altura. 

UN MULTITUDINARIO ÚLTIMO ADIÓS

Fueron días tristes para la región. Solo pudieron ser reconocidos 16 de los 52 cuerpos, y el 14 de noviembre, las víctimas fueron trasladadas a sus lugares de origen.

A las 17:00 horas un avión partió desde el aeropuerto de Córdoba e hizo su primera escala en Río Cuarto, donde quedaron los restos del suboficial auxiliar José Luis Savorani. 

Luego el avión continuó hacia Mendoza donde fueron trasladados María Elena Develi, una estudiante de abogacía de 19 años; y su hermano Gabriel Develi, estudiante de Ciencias Económicas.

El avión finalmente llegó al Aeropuerto General Mosconi de Comodoro, a donde llegaron los restos de Antonio Trigo, y las familias Bohe, Rojo y Manchado.

En esa tragedia perecieron familias completas. Entre ellas la de Lucia Palma de Machado, una profesora de biología del Instituto María Auxiliadora.

Foto: Diario Crónica.
Foto: Diario Crónica.

Esa noche los féretros fueron velados en el comedor de voluntarios de la guarnición área. El velorio se extendió durante toda la medianoche y contó con la presencia del jefe de la IX Brigada Mecanizada de aquel entonces, el Comodoro Juan Manuel Vázquez. 

Ese día las escuelas donde asistían las víctimas suspendieron las clases para que sus compañeros puedan despedirlos. Y por la tarde el Padre Juan Corti, capellán de la Fuerza Aérea, encabezó una misa de cuerpo presente en la capilla ardiente dispuesta por la guarnición aérea. 

Las crónicas de la época dicen que asistieron casi un millar de personas, y una caravana acompañó el sepelio hasta los cementerios donde fueron sepultados los cuerpos de las víctimas de esta tragedia que pocos recuerdan, en una ciudad donde los accidentes aéreos parecen no tener memoria. 

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