Un viaje a El Bolsón y el consejo de una vecina fue el inicio de un largo recorrido por el mundo de los emprendedores para Nicolás Calfuquir. Con 23 años, y luego de haber dejado la carrera de Medicina, Nico escuchó aquellas palabras que le dijo la amiga de su mamá camino a la cordillera, y poco tiempo después de arribar al poblado de los duendes, se encontró afuera de la oficina de turismo cocinando panchos en su propio puesto.

"Panchoman" significó su primera experiencia como emprendedor, el inicio de un largo camino que 10 después lo llevó a abrir su propio local gastronómico y desarrollar dos marcas para eventos: Reina Bar y una barra móvil de shawarma.

Nico hoy tiene 33 años y hace un año abrió la primera sucursal de Di Mundi, el local gastronómico que cocina comidas del mundo, concepto que él mismo ideó, asegura. 

En el corazón de Kilómetro 3, el comercio crece paso a paso y él sueña con convertirse en una empresa de franquicias que otros quieran replicar en otras ciudades de Argentina.

En 10 años, Nico construyó su propia marca, idea que suena con convertir en franquicia.
En 10 años, Nico construyó su propia marca, idea que suena con convertir en franquicia.

UN VIAJE DE 10 AÑOS

El joven nació y se crió en Kilómetro 3, a metros de la avenida Fray Luis Beltrán y  estudió en el Colegio Dean Funes, que sería fundamental en su camino como emprendedor. Es que como cuenta, en los inicios hizo de todo, desde armar su propio puesto de panchos hasta idear la barra que lo acompañó en los inicios de Reina Bar.

Él es el mayor de cuatro hermanos y cuando terminó sus estudios secundarios se fue a estudiar Medicina a Buenos Aires. En Capital estuvo cuatro años, pero en un momento se dio cuenta que no era su vocación. No le estaba yendo del todo bien y decidió pegar la vuelta.

Nico admite que a sus padres la idea no les gustó. Sin embargo, volvió decidido a buscar trabajo y otros horizontes. Y así descubrió que quería convertirse en un emprendedor. 

“Pensé, si sigo así no voy a ser feliz, tengo que buscar otro camino. Me gustaba Buenos Aires, pero no quería estar toda mi juventud estudiando o trabajando para alguien. Así que estuve todo 2011 buscando trabajo y empecé con la idea de emprender, viendo documentales, videos de gente que había hecho negocios; quería hacer algo que no me ponga límites, ni de horarios ni de dinero”.

A fines de ese 2011, su mamá le pidió que la acompañe a El Bolsón, donde tiene dos cabañas. No fueron solos; los acompañó una amiga y vecina de ella, que en el viaje le dio un consejo que Nico no olvidaría. 

“La idea era que vaya a ayudarla, a buscar turistas para las cabañas. Y en el viaje, Isabela, mi vecina, me dice ‘¿Por qué no probás estar en algún puesto de comidas, panchos?’, y me quedó en la cabeza. Yo en ese momento era tímido, no hablaba mucho con la gente, pero comencé a buscar turismos y empecé a soltarme”.

Durante un mes, Nico buscó turistas fuera de la oficina de Turismo. Y luego decidió volver a la idea que le había dicho su vecina. Así, compró machimbre, ploteó una lona y armó su propio carro de panchos.

Panchoman fue un éxito. Con sus panchos XL estuvo en la Fiesta del Lúpulo y la Fiesta del Bosque de Lago Puelo, y vio de cerca el potencial que tenía la comida al momento de pensar un emprendimiento.

El inicio de todo en El Bolsón, de la mano de Panchoman.
El inicio de todo en El Bolsón, de la mano de Panchoman.

Luego de ese verano, el joven volvió a Comodoro y viendo el programa de Tomás Bulat, descubrió “Tomate Algo”, una franquicia de barra de tragos que funciona en diferentes puntos del mundo. A Nico ese emprendimiento le voló la cabeza y pensó: ¿por qué no hacer una barra de panchos?

Conocedor de la potencia del marketing digital, el joven promocionó su idea en Google, pero agregó otra alternativa, barra de tragos. 

Nico cuenta que en los primeros meses hizo 8 eventos de panchos, pero como la ganancia no era mucha, comenzó a trabajar en una tienda de ropa de Comodoro.

Estaba en ese camino cuando un día sonó el teléfono y cambió todo. “En agosto de ese año me llamaron por teléfono y me dijeron ‘vi tu aviso por el servicio que tienen, para un casamiento’. ‘Ah, sí, Panchoman’, le dije. ‘No, barra de tragos, ¿puede ser?’, me preguntó, y le dije que sí”.

EL SEGUNDO PASO

Nico admite que se había olvidado de ese proyecto. Sin embargo, rápidamente armó una propuesta, asistió a la reunión y en octubre de 2012 cerró su primer evento, cobrando la mitad de su salario en la tienda. 

En el casamiento la rompió, llevó bebidas para 500 personas cuando eran 100, pero estuvo a la altura y comenzó todo, algo que recuerda como un gran momento.

“Reina Bar pegó, me metí en el mercado de Rada Tilly, que es un circuito muy difícil, y empecé a estar en fiesta de target muy alto. Justo pasó que se me terminó el contrato en la tienda y yo había comprado una Kangoo, así que me metí de lleno en el proyecto. Para septiembre de 2015 llegué a hacer 22 eventos en un mes y fui proveedor del Lucania durante dos años”, dice con orgullo.

Pero había un problema. En el fondo, Nico sabía que en algún momento se iba a cansar de trabajar de noche y también que el emprendimiento no tenía mucho futuro. Así, en 2013, decidió expandirse y volvió a la comida.

“Dije ‘tengo que tener un local de comida, porque la gente siempre come, pase lo que pase. Pero tiene que ser algo novedoso’. Empecé a ver cosas de millonarios de comida y pensé ‘tengo que tener variedad, no solo un producto’. Entonces modifiqué Panchoman y creé la marca Di Mundi con un soldado. Pero como veía inalcanzable hacer un local, dije ‘de alguna forma tengo que arrancar, si hago pata flameada voy a ser alguien del montón’, entonces pensé en Shawarma, el show del fuego, el tronco de carne gigante”.

EL TERCER PASO

Nico cuenta que a la primera que le ofreció el servicio, fue a una clienta de Rada Tilly que lo había contratado con la barra. Otra vez cerró el trato y se puso a organizar todo, desde hacer las pruebas de cocción hasta comprar la máquina para hacerlo.

El joven asegura que hasta la pandemia llegó a hacer 1007 eventos entre Reina Bar y Di Mundi. Su trabajo era principalmente el fin de semana. Le iba bien, pero veía que lentamente, con la inflación y el alza de precios, comenzaban a bajar las ventas. Así, otra vez, escuchando, pudo darle una vuelta de tuerca al emprendimiento y seguir apuntando a su idea original: abrir un local propio.

“Un día mi tío me dice ‘Nico, ¿Por qué no pensás en hacer algo en la semana? Que no hacés nada’. Me quedó en la cabeza, y un día comencé a hacer shawarma de lunes a viernes, y lo vendíamos en el centro o zona sur. En ese momento era barato y la gente lo compraba, pero fue el puntapié para empezar a producir mi producto”.

En 2018, sabiendo que iba a ser imposible desembarcar en el centro, comenzó a pensar en abrir Di Mundi en la casa de sus padres, aprovechando que se fueron a vivir a El Bolsón. Mientras tanto, ampliaba el concepto de comidas ideando diferentes comidas del mundo, desde burritos, tacos al pastor, hasta arepas. 

En los últimos años, Di Mundi funcionó principalmente como delivery, y en la pandemia encontró una oportunidad. Así, mientras caían los eventos, Nico seguía haciendo crecer su marca a través de las comidas del mundo.

Finalmente, en febrero de 2021 Di Mundi abrió su primera sucursal, logrando el sueño de Nico. 

A la distancia, el joven se siente orgulloso del camino recorrido, pero quiere ir por más. “Estamos creciendo mucho. El objetivo ahora es pegar el salto en redes sociales con mucho marketing digital y consolidar la marca. Luego, me gustaría transformar la marca en franquicia y replicar el negocio en otras provincias, pero es una gran satisfacción, orgullo, constancia, porque costó mucho esfuerzo. Fueron 10 años de trabajo, pero quiero apuntar a más porque soy joven todavía”, dice este emprendedor de Comodoro que se animó a soñar, escuchando, mirando y animándose.

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