Son casi las 4 de la tarde, es mayo, no hay viento y el día tiene un aire primaveral que hace preguntarse dónde está el otoño. En el bulevar de 10 de Noviembre y Roca una mujer acomoda ropa sobre un mantel. Otra, a lo lejos, carga dos bolsas mirando dónde se podrá acomodar. Mientras tanto, autos, camionetas 4x4 y la vida misma transcurre frente a los ojos del intercambio de necesidades que está por empezar.

El mundo del trueque siempre está y siempre estuvo, desde el origen del intercambio comercial en el mundo, pero en tiempos de computadoras, celulares y economía dolarizada aparece con fuerza cuando la crisis azota y castiga en el lomo. 

En Argentina se hizo sentir en 2001, cuando el gobierno radical de Fernando de La Rúa explotó en una crisis que dejó presos los ahorros de la clase media y alta y más pobres a los pobres. Ahora, con un dólar que no para de crecer, otra vez vuelve a aparecer. 

La última semana, el bulevar de 10 de Noviembre y Roca fue el mostrador para el intercambio de ropa, alimentos y hasta perfumes. Es que todos también tienen derecho a darse los lujos que quiera a pesar de que a algunos les moleste.

Más de 10 mujeres llegaron con sus bolsas a cuestas, cada una con su historia y su realidad, muy diferente a la que muchos prejuiciosos pueden pensar. Una de ellas es Raquel Toledo, quien se dedica a la venta de productos en ferias barriales. “Esto existía antes”, dice ante la pregunta de ADNSUR. “Vos cambiabas lo que eran muebles, electrodomésticos y comida. Ahora me parece que va a tener que volver, pero está bueno, porque, por ejemplo, yo voy en la semana a vender a donde estaba La Proveeduría y se vende como los dioses, pero hoy me vine acá y cambiás prenda por prenda”. 

Mientras habla, Raquel muestra el monito y el delantal que cambió por dos remeras. También una pequeña mochila, nueva, que espera cambiar por algo más. “Por una prenda no la puedo cambiar, tiene que ser algo más, comestible. Así que veremos qué pasa”.

Raquel cuenta que en el pasado participó en otras ferias que se hacían en la plaza del barrio Quirno Costa y el Stella Maris. Admite que a mucha gente le da cosa participar de este movimiento, pero insiste en que está bueno y que es fruto de la necesidad. “Sino, no estaríamos acá”.

Raquel en su puesto esperando que llegue para intercambiar productos. "Es algo muy bueno, la gente tiene que animarse", dice.
Raquel en su puesto esperando que llegue para intercambiar productos. "Es algo muy bueno, la gente tiene que animarse", dice.

Lorena Sánchez es la organizadora de la feria. Cuenta que la idea surgió a raíz de lo que está pasando y espera que el movimiento siga creciendo. “Se fue todo a las nubes y surgió hacer esto, porque la gente cambia la ropa por alimentos y muebles por alimentos. Esa es la idea, como se hacía en 2001, que la gente iba a las ferias que se hacían en las 1300, donde iba muchísima gente”.

Como cuenta Lorena, en 2001 hubo un gran movimiento en torno al trueque. Las ferias se hacían en vecinales, gimnasios municipales y clubes. El movimiento fue tan grande que incluyó la creación de “tickets" que servían como moneda para el intercambio. Si a una persona le gustaba algo pero no tenía qué cambiar, el receptor entregaba un ticket que funcionaba como un billete. 

Su intención es que este movimiento vaya creciendo y encontrar algún lugar para poder realizarlo y así escaparle al viento y al frío del invierno. 

PELEARLE AL PRESENTE

Mientras Lorena habla, Nancy Tolay cambia un perfume por una chatitas y dos remeras que se ven como nuevas. “Esto es lo que hacemos… intercambiar”, dice con sencillez.  “Por ejemplo, yo no soy de tomar mucho mate y cambié una yerba por fideos o un calzado para mi nena, porque realmente no me alcanza para ir a comprar. Imaginate que si voy a una tienda me sale más de seis mil pesos un calzado, unos zapatitos, y yo no tengo la oportunidad. Entonces aunque no esté nuevo le pongo una plantillita, lo pongo en buen estado y ya tengo para mi nena. Después, acá tengo un vestidito que ya no le va y lo cambio por cualquier cosa para que en vez de estar guardado en la casa, alguien que lo necesite lo utilice, porque sino uno acumula y acumula”.

Nancy tiene varias cosas en su mantel. Muestra unas sandalias que cambió hace dos semanas en otro trueque pero que no le entraron a su nena. También otras zapatillas que su hijo usaba para ir a clases y quedaron chicas en pandemia. “Están nuevitas y otro chico las puede usar en vez de tirar las cosas”.

La mujer es de Jujuy, llegó hace 7 años a Comodoro buscando trabajo y también una mejor vida. Cuenta que en sus pagos trabajaba de 8 a 16 hs en un restaurante y de 19 a 2 hs en otro, pero solo alcanzaba a sacar unos mil pesos por mes. “Agarré a mis cuatro chiquitos y nos vinimos a la ciega. Mi pareja ya estaba acá en ese entonces, pero fue un gran esfuerzo venir a un lugar que no conocés y empezar de cero, de la nada”. 

Nancy cuenta que cuando llegó a Comodoro “no podía creer que acá en un día ganaba hasta 1000 pesos”. Sin embargo, lejos de desaprovechar lo poco que ganaba siempre eligió el ahorro que le permite tener la feria. “Desde que llegué a Comodoro no me he comprado ropa nueva, he estado en las ferias vendiendo e intercambiando y con eso nos hemos mantenido también, porque pago alquiler, tengo que pagar la luz, las cosas de los chicos que van a la escuela…pero bueno, sé que puedo venir y lo que no puedo usar lo voy a cambiar por mercadería y voy a tener para esta semana, hasta que consiga otra vez trabajo”, dice Nancy, quien hasta hace 10 días trabajó como cuidadora domiciliaria certificada y hoy busca trabajo (2976 25-6769).

El trueque volvió a aparecer en los barrios de Comodoro.
El trueque volvió a aparecer en los barrios de Comodoro.

La necesidad es la palabra que rodea el ambiente y Susana lo sabe, la mujer trabaja en cinco casas particulares pero no le alcanza. “Yo trabajo de empleada doméstica en cinco partes. Cobro por hora, 1000 pesos la hora. A veces estás cuatro a veces cinco, pero con eso ni siquiera comes en el día. La luz es muy cara, tengo mi hija de 12 años que usa un respirador y pago 14 mil pesos, y si no tenés los 14 te la cortan. Ya me la cortaron hace una semana y tuve que pedir que me la reconecten, pero ahora quieren que le pague 180 mil pesos. Yo les dije que la deuda no se las voy a pagar. Imaginate lo que eso significa para una persona que no tiene trabajo; o comés o pagas la luz y esto es una ayuda”. 

Susana llegó desde el barrio Moure, llevó remeras y pantalones. “Si hay algo para comer, se cambia”, dice sin dudas, mientras muestra el kilo de yerba que cambió por tres remeras. Por supuesto, tiene fe en que todo va a cambiar como sucedió después del 2001, cuando las ferias desaparecieron del mapa mediático y el país volvió a resurgir de sus cenizas, algo que todos esperan que suceda en corto plazo.

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