“Si yo soy una buena opción, seré yo y si hay una mejor opción, será otra”, dijo Alberto Fernández el viernes en televisión. Estaba hablando sobre una posible candidatura suya a la reelección para este año. 

Esta ambigüedad viene siendo su escudo para resistir los pedidos de sus socios en el Frente de Todos para que se decida de una vez por todos si será o no candidato. Su plan es mantener la indefinición hasta mayo, un mes antes del cierre de listas, que está previsto en el calendario electoral para el 25 de junio.

De esta manera se mantiene en carrera y sobre todo le permite seguir ejerciendo una suerte de poder con algún grado de expectativa. El mayor temor para cualquier hombre de poder es el síndrome del pato cojo, esa denominación que se le da a cualquier persona que ejerza un cargo electivo y al que se le acerca el final de su mandato. La ventaja con la que cuenta Alberto Fernández, a esta altura del año, es que todavía no hay unanimidad para designar un sucesor. En carrera están Eduardo “Wado” De Pedro, Juan Grabois, Sergio Massa y Jorge “Coqui” Capitanich.

Hay dos factores inocultables que le impiden a Alberto Fernández ser el candidato indiscutible para este año: el primero es que no es el líder del Frente de Todos, más bien, es el accionista minoritario de una sociedad de tres, en el que Cristina Kirchner tiene la mayor parte. El segundo elemento es que su gestión está llena de fracasos, sobre todo en materia de contención de la inflación. Esta semana se sumó el flagelo del avance del narcotráfico.

Para completar esta pintura, el pasado miércoles, en la apertura de sesiones, Cristina Kirchner dejó demostrado que no tiene mayores intenciones de hacer lucir al presidente, como lo hizo a principios de la gestión. Tuvo un trato frío y se limitó a cumplir con la institucionalidad del acto. Después, tasa tasa, cada cual para su casa. 

Y si Cristina no quiere a Alberto, sus seguidores tampoco. El próximo 11 de marzo el intendente Jorge Ferraresi vuelve a recibir a la vicepresidenta en Avellaneda, donde prepara un acto que tiene un visible slogan de campaña, con la excusa de los 50 años del regreso de Perón –que se cumplieron el año pasado–. “Luche y vuelve” dice el flyer que circula por grupos de Whatsapp militante y cierra con una consigna clara y directa: Cristina 2023. 

La intención, sin mayores rodeos, es insistir con que Cristina se presente a la elección como candidata a presidenta. 

Algo difícil, porque CFK ya tomó una decisión y no pareciera querer moverse ni un centímetro de sus declaraciones. 

A esto se le suma que a cada dirigente que la visita en su despacho del Congreso o en su casa les plantea las mismas preocupaciones: “Tenemos que trabajar para no perder distritos importantes para nosotros, como Quilmes, la provincia de Buenos Aires y Santa Cruz”. 

Es decir que su foco está en resistir y no en sostener la presidencia. En pocas palabras: ya la da por perdida. Mal augurio para los que pretenden encabezar la lista este año. Si Alberto Fernández se define por ser candidato, La Cámpora tiene pensado presentar una opción para las PASO, ya lo adelantó Andrés “El Cuervo” Larroque, que dijo que no se podían presentar con un candidato que mide cinco puntos. Ellos quieren otra alternativa. Alberto resiste.

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