A los 14 años, Ladislao Martínez Barvie encontró el hobby que lo acompañaría de por vida. Era hiperactivo y su mamá lo llevó a trabajar gratis a un club náutico. Como veía que le gustaba, su abuelo le regaló un body y unas patas de rana, pero el rumbo viró cuando un guardavidas le dio un sabio consejo: “largá el corcho y comprate una tabla”. Para él fueron las palabras perfectas que le cambiarían la vida, llevándolo a diferentes países; desde Brasil a Portugal, Marruecos y ahora el sur de Argentina.

Su pasión por el surf lo llevó por el mundo y ahora construye tablas en Rada Tilly

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Ladislao vive en Rada Tilly y hace más de dos años se dedica a dar clases de surf y construir tablas. Por estos días disfruta de un verano atípico, con muchos días de calor y poco viento; la invitación perfecta para disfrutar de los 7 kilómetros de arena en la villa balnearia. 

El hombre de pelo bronceado y cuero curtido por el sol, cuenta que nació en Entre Ríos pero a los dos años y medio lo adoptaron y fue a vivir a Miramar, provincia de Buenos Aires. Así, su vínculo con el mar se hizo eterno.

“De chico siempre iba a la playa, a 400 metros de la casa de mi abuela”, recuerda en la arena de Rada Tilly donde se reunió con ADNSUR. “Era un hiperactivo terrible y cuando tenía 14 años, mi mamá me llevó a trabajar gratis al club náutico. Ahí empezó todo. Mi abuelo me regaló un body y unas patas de rana, pero un día un guardavidas me dijo ‘largá el corcho y comprate una tabla’. A partir de ahí me embarqué en otra historia y me encanta”.

Ladislao asegura que el primer año y medio fue bastante complicado. Le costaba pararse en tres pasos como le enseñaban sus instructores. Sin embargo, todo cambió cuando conoció una técnica distinta. Así, el surf se hizo parte de su vida, como el fútbol o el rugby para muchos chicos. 

Tres años después, Ladislao comenzó a participar en sus primeras competencias, principalmente intercolegiales, entre Miramar y Mar del Plata. Pero solo sería el primer paso de una vida en el surf.

Es que tiempo después, a través de su entrenador, Adrián “Turco” Adi, tuvo su primera oportunidad para conocer el mundo del surf en el extranjero cuando le consiguió una beca para ir a Florianópolis, en el estado de Santa Catarina, donde se cruzó con grandes referentes del mundo del surf.

“Estaban Teco Padarats, Fabio Gouveia, Gabino Núñez, Marco Polo. Neco Padarats Guga Arruda. Son nombres que en ese entonces estaban en el World Surf League y ahora son coaches. Me acuerdo que tuve la posibilidad de ir a un viaje a Isla Do Mel con el papá de Yago Dora que corre ahora en el World Surf League. Fue una experiencia increíble”, recuerda.

La experiencia en Brasil duró tres meses, y a su regreso Ladislao sabía qué quería hacer de su vida: abrir su primera Escuela de Surf en Miramar, su pago chico. 

Durante tres años enseñó a otros jóvenes los secretos de las olas, aprovechando el invierno para viajar al verano Español y seguir perfeccionándose. Pero en 2009 algo distinto iba a suceder, otra vez por escuchar un sabio consejo de su entrenador. “El Turco Adi me dijo que me vaya a Peniche. ‘Vas a ganar menos plata, pero vas a estar en el lugar donde te gustaría estar’. Y era verdad, la plata era muchísimo menos, pero el lugar increíble”.

La primera escuela que Ladislao tuvo en Miramar.
La primera escuela que Ladislao tuvo en Miramar.

Peniche es considerada la capital del surf de Europa por la variedad y constancia de sus olas. Se trata de una península que tiene bancos de arena que producen olas ideales para la actividad. 

“Fui por tres meses y me terminé quedando 9 años”, dice Ladislao, entre risas. “Como no sabía inglés en ese momento, no pude ser instructor y terminé trabajando como asistente de cocina. Así, luego de ayudar en una cocina de 2x2 durante 8 horas, terminaba y me iba a surfear. Pero eso me ayudó porque me hizo más humilde, entender que a veces las cosas no se dan como uno planea y que hay que adaptarse a los cambios”.

Esa primera temporada en Europa fue un mundo nuevo, el inicio de una aventura que continuaría en Marruecos, gracias a una invitación de un amigo. “Cuando terminó la temporada, un amigo me dijo ‘vámonos para Marruecos. Vamos en el auto, pagamos la nafta entre todos y allá es un regalo’. Así que no fuimos”.

El viaje a Marruecos fue otra experiencia para sumar a la ruta. Su idea luego era volver a Argentina y continuar con su escuela de surf. Sin embargo, una chica cambió su perspectiva. “Me dijo ‘loco, ¿para qué volvés a Miramar?’. ‘Para abrir mi escuela de surfing, hacer plata y hacer lo que me gusta’, le respondí, pero me preguntó ‘¿acá no podes hacer lo que te gusta mucho más veces que allá?’. La verdad me pegó, y dije ‘a la mierda la escuela’, literal y me quedé allá”.

Peniche es considerado uno de los mejores lugares para surfear.
Peniche es considerado uno de los mejores lugares para surfear.

Para Ladislao fue la mejor decisión que pudo tomar. Ese año en Portugal se cruzó con surfistas de Finlandia, Canadá y otros países, y fue testigo de la primera fecha que el circuito mundial tuvo en la playa de Supertubos, donde se cruzó con sus ídolos.

“Para mí fue un flash ver a todos los pro. Un día llegaron los 44 mejores a surfear al lugar donde estaba viviendo. Entonces dije ‘me quedo acá’. Tal vez comeré arroz, no tendré las mejores condiciones, pero en esencia estaba donde me gustaba estar. Y me terminé quedando 9 años”.

DE PORTUGAL A LA PATAGONIA 

El pago propio siempre tira y un día Ladislao decidió regresar a Argentina. Como hacía 10 años que no veía a su hermano, viajó al sur de la Patagonia para visitarlo. Así, llegó a Comodoro, al corazón del barrio Laprida, donde vivía. 

A la distancia, el surfista cuenta que su idea era quedarse un tiempo, pero la pandemia cambió los planes y terminó anclado entre el viento y el frío de la Patagonia. No fue fácil, había que ganarse el mango y convivir con otras condiciones climáticas muy diferentes a las que estaba acostumbrado.  

“La verdad es que al principio no me gustaba Comodoro, lo detestaba. Me dedicaba a vender viandas, algunos alfajorcitos de maicena, y después las viandas aprovechando lo que sabía de nutrición, pero un día se me rompió el auto y pensé ‘no hay mal que por bien no venga’, me di cuenta que podía hacer esto, porque siempre tenía un bloqueo con el auto que se me rompía. Era como que el universo me decía ‘pará un poco el carro’, y al estar tan encarnado con Comodoro, dije ‘vamos a mirarlo con otros ojos’ y empecé a reparar tablas y a hacer surfing”.

Su pasión por el surf lo llevó por el mundo y ahora construye tablas en Rada Tilly

Ladislao comenzó de abajo, haciendo arreglos pequeños y con pocos alumnos. Intentó hacer un emprendimiento con otros surfistas, pero luego decidió seguir solo y creó Made in Patagonia; a fin de cuentas ya tenía el conocimiento gracias a Fernando Gabriel Blanco, su amigo, maestro y consejero, que le enseñó a hacer tablas de surf cuando tenía solo 14 años y a él solo le interesaba surfear. Algo que hoy agradece.

“Eso terminó siendo algo muy bueno, porque me acuerdo que iba siempre al taller de él para estar con él, pero inconscientemente él me explicaba y me iba quedando. Me contaba todo, pero yo le decía ‘No, Fer, eso es muy tóxico’, pero como estaba ahí, mamaba los bordes, los convexos. Así que con él aprendí, y también con Saquá Saquarema que es un fabricante de tablas que vive en Portugal pero es de Brasil”.

Ladislao fabrica sus propias tablas, un emprendimiento que hace base en Rada Tilly.
Ladislao fabrica sus propias tablas, un emprendimiento que hace base en Rada Tilly.

TABLAS MADE IN RADA TILLY

Ladislao asegura que hacer tablas es un oficio que “requiere una atención determinada, mucho ojo, equilibrio porque la línea que está en el centro, que se llama alma, tiene que estar en equilibrio. Lo más importante son los bordes porque la tabla funciona con los bordes. Entonces si vos hiciste un canto diferente al otro, para la izquierda va a andar de una manera y para la derecha de otro”.

El surfista asegura que su mayor mercado hoy está en Caleta Olivia, pero siente que en Rada Tilly el surf está creciendo. “Va creciendo porque van creciendo las clases. Yo creo que de acá a cinco años va a haber cambios y de acá a 10 va a mejorar más. La actividad es muy buena porque es un buen canalizador de la tensión laboral. Lo veo un deporte muy saludable con la cabeza, el espíritu, porque es algo que estás cansado pero querés volver”.

“En mi caso yo creo que la diferencia es que no hay muchos shapers, fabricadores o moldeadores de tablas que congenian las dos cosas, porque eso te da un plus de que, el que te está dando la clase, sabe lo que te tiene que hacer porque conoce tu surf. Ese complemento lo hace un poquito más especial, y también al contrario, el que te hace la tabla te enseña”. 

Su pasión por el surf lo llevó por el mundo y ahora construye tablas en Rada Tilly

Respecto a la edad de quienes practican la actividad, Ladislao asegura que hay límite para aprender. “En los chicos es un tema de actitud del nene. Hay nenes que son más energéticos, que trabajan en superficies inestables como andar en patineta o bicicleta y se adaptan más rápido. Y después hay otros que les gusta quizás otra cosa y todo esto es desconocido. Después en el otro polo, el límite lo pone uno solo. Si vos podés creer que por tener 90 no podés, tenés razón, pero si creés que podés, también tenés razón. Lo único que es verdad, es que todo tiene un periodo de adaptación. El que cree que va a poder sacar las cosas de la noche a la mañana es una ilusión, porque esto tiene un principio pero no tiene un fin”. 

Ladislao asegura que no hay límite de edad para aprender a surfear: "El límite se lo pone uno", afirma.
Ladislao asegura que no hay límite de edad para aprender a surfear: "El límite se lo pone uno", afirma.

Con más de dos años en la Patagonia, Ladislao disfruta del verano de esta parte del mundo. El 2023 también invita a hacerlo, con temperaturas más altas de las habituales y vientos moderados. Las tablas cada vez son más frecuentes arriba de las olas, y él lo sabe. “Honestamente no paro de ver condiciones para surfear. Quiero seguir plantando y seguir nutriendo la semilla acá. Desde que llegué veo un cambio climático y lo veo más radical. Desde hace tres años el viento te da más oportunidades para venir a la playa y disfrutar de las olas. Hay constancia de olas y las playas me hacen acordar mucho a Portugal. Porque si vas a Miramar o Mar del Plata tiene pozos, pero acá son planas y el color del agua no tiene nada que envidiarle a Portugal”, asegura el surfista que quiere ayudar para que la disciplina siga creciendo en el sur de Chubut.

Del Instagram de made_in_patagonia_surfboards
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