“Esto vale oro”, dice Oscar Boscaro (70) y los ojos se humedecen. El rojo que cristaliza y la lágrima que asoma, son el mejor ejemplo de lo que significa ese papel, que durante más de 12 años guardó como un tesoro por la frase que lleva consigo: “Seño, yo quiero ser alfarero”. 

Cuenta Oscar que hace unos 10 años fue invitado por una maestra a la Escuela 13 para enseñarle los secretos de la alfarería a chicos de primer grado. Juntos armaron algunas piezas que luego él cocinó en su taller de la calle El Chubut. Y una vez que se transformaron en cerámica los llevó de nuevo al establecimiento de la calle Artigas. 

Cuando llegó la maestra lo recibió con un regalo, el pequeño papel que cambió todo para él. Es que esa pequeña frase de un chico de solo 6 años fue su gran inspiración. “Te lo puedo asegurar, esto fue mi inspiración”, recuerda con los ojos brillosos. “Traté de buscarlo al pibe pero no lo encontré. Me gustaría regalarle un juego de cuencos porque quizás el día de mañana, se le despierta la alfarería. Y eso es lindo”. 

Oscar con el papel que alguna vez escribió un alumno de primer grado, al que todavía busca. Foto: Fredi Carrera
Oscar con el papel que alguna vez escribió un alumno de primer grado, al que todavía busca. Foto: Fredi Carrera

Oscar habla y cuenta como docente, como maestro, el oficio que realizó toda su vida y que le dio de comer; aquel que le permitió llevar una linda vida junto a su mujer y su hija. 

Es que este hombre dedicó su vida a la docencia hasta que hace unos 20 años, buscando un hobby, encontró un oficio que lo convirtió en una marca registrada. Hoy hablar de alfarería en Comodoro rememora directamente a Oscar Boscaro.

ENTRE EL TALLER Y EL BARRO 

Oscar es nacido y criado en Comodoro Rivadavia. Hijo de un inmigrante italiano, que fue baterista, mozo, y dactilógrafo de YPF, y una costurera que llegó de Rawson, se crió en Kilómetro 3, donde descubrió su propio camino. Es que esos días de estudio en el Colegio Deán Funes, donde cursó la primaria y la secundaria, como aquellas tardes de juego en que elaboraba pequeñas piezas de barro, fueron marcando su destino.

Cuenta Oscar que una vez que terminó la secundaria intentó estudiar Ingeniería Química. Eran tiempos en que aún no existía la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Lo intentó; cursó, estudió, pero se dio cuenta que no se veía en ese rol. A él le gustaba la docencia y decidió abocarse a su vocación.

Su primer cargo fue como maestro en la ENET N°1, donde estuvo más de 30 años. En esa escuela también dio clases en materias técnicas, fue vicedirector y hasta director luego de la renuncia de su antecesor. Admite que ese fue el peor error de su vida y el final de su carrera. Luego de 7 años decidió retirarse y abocarse a la jubilación.

Pero Boscaro está lejos de renegar de la carrera que le dio una buena vida y admite que lo más lindo es cuando viejos alumnos lo saludan en la calle. “Tengo alumnos de 60 años, que me ven y me saludan. ‘¡Qué hace Boscaro!’ Eso no tiene precio”.

Estaba en ese camino de salida cuando Oscar descubrió la alfarería, algo que recuerda con mucho cariño. “En un momento, cuando me faltaban dos años para jubilarme, pensé ‘¿qué voy a hacer después?’. No me veía sentado en un sillón, no me veía rezongando con la vida, aburrido, y empecé a ir al Taller de Arte de Rada Tilly. Encontré unas maestras fabulosas que me enseñaron. Estuve tres o cuatro años aprendiendo y después dije ‘tengo este quincho, me pongo a trabajar acá’, y me enamoré de la cerámica”.

Para Oscar fue construir su mundo en su propio patio, volver a aquellos juegos de barro, y encontrar un oficio que le permitía conectar con las personas desde otro lugar, sabiendo que en una pieza hay mucho más que arcilla.

“Yo paso mis tardes acá hasta que mi mujer me llama para cenar o me dice ‘dejá de joder, vení’. De chico hacía cosas de barro, piezas de barro que se me partían todas, porque nunca las cocinaba. No sabía que había que hornearlas, entonces cuando empecé a buscar, fue buscar otra cosa a una edad avanzada y se me ocurrió la alfarería por aquellos recuerdos. Yo no vivo de esto, pero tampoco sé bien lo que es. Es un hobby, es un pasatiempo, es crear, es dejar una huella. Lo vendo porque tengo que cubrir costos y no regalar el trabajo, pero la verdad es que no me interesa vender. No es el fin; el fin es perpetuarse, por eso trato de ir a los colegios, trato que vengan los chicos acá y les muestro dos o tres tips, para que aprendan. Es mi forma de sembrar porque no sabés el día de mañana si se te puede despertar alguna idea o no”.

La alfarería es un arte que se realiza íntegramente con las manos. Foto: Fredi Carrera.
La alfarería es un arte que se realiza íntegramente con las manos. Foto: Fredi Carrera.

Oscar asegura que “la Alfarería te transporta”, y en su caso lo lleva por diferentes caminos. Como su meta no es la parte comercial, se deja llevar por la imaginación y las ganas de hacer. Así, durante un tiempo hizo campanas, hasta que se dio cuenta que tenía un montón de campanas acumuladas y las empezó a regalar. También alguna vez hizo mates que donó a los bomberos voluntarios y algunas esculturas que presentó en diversos concursos nacionales y provinciales. Algunos ganó, pero a la hora de mostrar lo que hace elige tres piezas: su hija embarazada con sus dos nietos mayores, sus dos nietos jugando con una pelota y un árbol seco.

“Me gusta soñar, divagar y probar. Creo cosas que no tienen mucho sentido. Antes las presentaba en concursos de provincia o Nación, me daban algún dinero, pero no era el fin, sino saber que a alguien le podían llegar a gustar, porque a algunos les gusta y a otros no”.

Oscar también le da un lugar al arte y la imaginación en su mundo de alfarería.
Oscar también le da un lugar al arte y la imaginación en su mundo de alfarería.

Por supuesto, más allá de estas creaciones, Oscar realiza todo tipo de piezas. Algunos pedidos puntuales y otras que elabora para tener stock, por si le piden. Así, en su taller descansan desde ollas hasta vasijas de barro, tazas, ensaladeras, floreros y hasta urnas. Sí, porque en los últimos tiempos, con el crecimiento de las cremaciones, hay quienes les encargan urnas para que descansen las cenizas de sus seres queridos.

“A tres personas les hice las urnas en bruto y ellos las trabajaron porque todavía era barro crudo, las escribieron, y después me las trajeron. Yo las horneé, se transformaron en cerámica y se la llevaron. Esas son sus propias urnas, no sé si las usaron o no. Después estoy haciendo las urnas que me pidió la Cooperativa. Pero es algo muy fuerte porque cuando viene un amigo o un hijo de un conocido, y me dice que ahí está alguien que conocí, que aprecié, se me cae todo. Esa es la parte fuerte”.

“Cuando las construyo pongo energía, fuerza y sentimientos. Ninguna me sale igual, son todas desiguales, pero yo no sé quién va a usarla, quién va a perdurar ahí adentro. No lo sé, pero cuando viene alguien y me dice ‘sabés que necesito una urna para mi padre o un familiar’, o ‘mi padre está ahí’… es fuerte, aunque pienso que para la gente de la Cooperativa que trabaja en eso debe ser mucho más doloroso, pero bueno, es la vida”, dice entre la nostalgia y el desamparo que solo da el final.

Oscar en acción, dándole forma a un pedazo de arcilla que el mismo mezcló. Foto: Fredi Carrera
Oscar en acción, dándole forma a un pedazo de arcilla que el mismo mezcló. Foto: Fredi Carrera

PERPETUARSE EN EL TIEMPO

Oscar es una referencia de la alfarería de Comodoro Rivadavia y el próximo martes formará parte del programa Turistas por un Día. Quince personas, acompañadas por personal de Comodoro Turismo, visitarán su taller para conocer más de cerca el trabajo que hace.

Seguramente les mostrará esos dos tesoros antiguos que son el mejor ejemplo de que el alfarero se puede perpetuar a través de los años. También les contará sobre la pasta que él mismo elabora mezclando arcilla que compra en San Julián con aquella que obtiene a pico y pala en Sarmiento y el Predio Ferial; su gran orgullo.

Por supuesto, ahondará en el proceso de elaboración de cada pieza, desde la creación de la pasta, hasta el moldeado, el perfilado y los tiempos de secado y cocina en el horno a gas que él mismo fabricó. Y seguramente recordará el papel que lo inspiró y la aventura que realiza con un buzo amigo, con quien tiran objetos al mar con el sueño de que en unos cientos años sean descubiertos. 

Pero como es un soñador, posiblemente también hable sobre su gran deseo para el día que deje este oficio. “Mi sueño es que Comodoro tenga una escuela de alfarería y cerámica municipal, porque nos damos cuenta que la educación en la provincia no está muy bien. Yo voy a seguir haciendo alfarería, pero algún día toda la maquinaria se la voy a dejar en herencia a la escuela que se realice acá. No sé si estará creada o no, pero yo creo que cuando reciban las máquinas algún político va a decir que hagamos algo. Mientras pueda voy a seguir, porque lo que más me interesa es transmitir y que alguien el día de mañana se interese en la alfarería”, sentencia este hombre que encontró en ese arte un hobby, una pasión y una forma de perpetuarse en el tiempo, tal como lo hicieron otras culturas en el pasado.

Del Instagram de alfarerooscarok
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