“Anduve por todos lados, alcancé a conocer 20 países”, dice Luz Mireya Cofré Ríos y comienza un viaje por el mundo en el interior de su casa. Hay fotos en la Riviera Maya de México, en un río subterráneo del mismo país, en Cuba, Grecia, China, el Caribe, Turquía, Dubai y Estados Unidos. También en Londres, Isla Margarita en Venezuela y en muchos lugares de Argentina. 

Las imágenes reflejan su espíritu aventurero, alegre y siempre dispuesto a desafíos. Así, se la puede ver volar en parapente, bucear en aguas azules, andar en una moto de agua y volar en parasailing y globo aerostático. Y no, no se trata de una mujer millonaria, sino de una laburante de Comodoro que eligió recorrer el mundo y que aún sueña con hacer un nuevo viaje luego de que fuera detectada con un cáncer terminal que le cambió la vida.

Luz es una agradecida de la vida, por todo lo que disfrutó y la oportunidad de despedirse de sus afectos.
Luz es una agradecida de la vida, por todo lo que disfrutó y la oportunidad de despedirse de sus afectos.

Luz tiene 72 años y desde mayo lucha con un cáncer de páncreas, estadio 4. Apareció de repente, pero lejos de bajonearse, eligió vivir y disfrutar de los pequeños detalles de la vida.

“Empecé a valorar todo lo que había logrado”, dice a ADNSUR. “Reconciliarme con la gente que me había distanciado, los colegas. Estoy feliz por la posibilidad de poder vivir un día más porque siento que todo lo que costó valió la pena para tener esta posibilidad de vida ahora”. 

Y vaya que a Luz la vida le costó. La mujer tiene una dura historia de resiliencia y superación. Para entenderlo basta decir que perdió dos hijos por muerte súbita, se recibió de licenciada en Trabajo Social mientras criaba a sus hijos y enfrentó las creencias que puede tener una religión cuando se la piensa en forma ortodoxa. Pero vamos al principio.

Luz frente a título, aquel que recibió a los 42 años. La mujer comenzó a estudiar de grande, una historia de superación.
Luz frente a título, aquel que recibió a los 42 años. La mujer comenzó a estudiar de grande, una historia de superación.

SUPERARSE Y VENCER LA ADVERSIDAD

Luz hace más de 60 años que vive en Comodoro, la ciudad que eligieron sus padres para emigrar de Chile. Cuenta que primero estuvieron en Río Negro, pero luego vinieron a Comodoro y se radicaron definitivamente.

En el Colegio Perito Moreno hizo la secundaria, pero no la finalizó y a los 21 se terminó yendo de la ciudad luego de una noche que su mamá la echó de su casa. Se había puesto delineador en los ojos y su madre, una adventista ortodoxa, la castigó por su pecado.

A distancia, Luz ríe cuando lo cuenta, pero admite que quería escapar de toda esa vida de premios y castigos. 

El destino la llevó por Bariloche y gracias a su conocimiento de inglés terminó trabajando en el histórico hotel Llao Llao como telefonista bilingüe. “Gracias a una beca de estudio en la iglesia adventista estudié inglés y la verdad me sirvió un montón. Entré a trabajar en el hotel Llao Llao como telefonista bilingüe y estuve seis años viviendo en el hotel con vista a Puerto Pañuelo”. 

Los clientes del Llao Llao siempre fueron miembros de la aristocracia, diplomáticos y otros huéspedes ilustres que venían de diferentes partes de Argentina y el mundo, y Luz se preguntaba si algún día podría viajar como ellos, sin imaginar que estaba abriendo el abanico a lo que sería su vida.

Lo cierto es que antes de los viajes hubo mucho hilo en el carretel para ésta mujer. En Bariloche conoció a Miguel Ángel Martínez, su marido, con quien formó una familia, aunque hubo muchas noches oscuras.

“Con Miguel tuvimos dos hijos que murieron de muerte súbita. Uno nació en Bariloche, estaba sanito. Tenía un mes y medio, estábamos almorzando, lo acosté y cuando lo voy a buscar estaba muerto. Fue tremendo, mi hijo adorado, planificado. Era algo que no podía entender. Cuando pasó eso nos fuimos de Bariloche para cambiar de aire. Nació la nena en Mar del Plata, la segunda noche estaba perfecta, yo estaba internada y de un momento a otro me avisaron que mi hija murió. Fue tremendo”.

Luz admite que en esa época muchas veces pensó en quitarse la vida. Su madre le había dicho que lo sucedido era el castigo de sus pecados y no lo podía soportar. Pensó mil maneras de hacerlo, no quería vivir. Sin embargo, ahí estaba Miguel para sostenerla. “Él estuvo siempre, me decía ‘si Dios existe no puede hacer algo así’. Realmente él me rescató, por eso tuvimos un vínculo muy fuerte”.

Pero Luz quería ser madre y no se dio por vencida. Cuenta que acudió a una asociación de Genética Humana para saber si había algún impedimento para poder ser padres, y los estudios dijeron que no. Así, con la esperanza a cuestas, volvieron a intentarlo y luego de un embarazo de múltiples estudios y monitoreos constantes, nació Leo, su hijo mayor. 

Luz junto a Miguel, el padre de sus hijos y quien la contuvo en su momento más difícil.
Luz junto a Miguel, el padre de sus hijos y quien la contuvo en su momento más difícil.

Fue en ese tiempo que decidió que era momento de volver a Comodoro. Su hermana la convenció de que en esta ciudad había oportunidades y, como la prioridad era su hijo, decidió regresar y buscar un futuro en la tierra a la que alguna vez la cobijó.

Luz aún recuerda ese día que volvió a Comodoro. El paisaje, el mar y lo que imaginó cuando pasó por la plaza San Martín. “Me acuerdo que cuando llegamos mi marido me fue a buscar y pasamos por el Colegio Perito Moreno. Yo le dije, ‘mi colegio, qué ganas de volver a ser estudiante’ y él me dijo ‘¿por qué no podés volver a serlo?’. ‘¿Te parece?’, le dije”.

Esa frase a Luz le quedó sonando en la cabeza hasta que un día se preguntó “¿por qué no?”, y decidió terminar sus estudios. “Tenía que rendir tres equivalencias y cursar un año. Ahí nomás me puse a estudiar. Así que así fue, rendí, aprobé, cursé todas las materias, y me quedaron dos equivalencias. Dije ‘las neuronas me respondieron’ y decidí ingresar a la licenciatura en Trabajo Social”.

Con un hijo en crecimiento y una carrera en proceso, Luz sintió que también debía trabajar y gracias a Mario Morejón pudo ingresar a la Municipalidad. Todo a los 35 años.

La protagonista de esta historia fue auxiliar social, cargo que ocupó hasta luego del nacimiento de su segunda hija, Leila. Cuenta que siempre le gustó trabajar por la gente y para la gente. Sin embargo, eso le trajo diferentes dificultades dentro del Ejecutivo Municipal. 

A la distancia, Luz admite que fueron años de mucho esfuerzo, pero siempre tuvo un móvil que era más importante que todo: sus hijos. Así, finalmente en 1993 se recibió de licenciada en Trabajo Social.

El título se lo dedicó a su hija, quien a los 5 años años subió a recibir el titulo de su madre en el Aula Magna y años mas tarde hizo lo propio cuando se graduó como Licenciada en Comunicación Social. 

A lo largo de su vida, Luz se dedicó a criar a sus hijos y viajar. En 2017, luego de 30 años de servicio se jubiló y siguió viajando, hasta que el cáncer la sorprendió. 

“Este diagnóstico no lo esperaba porque a mí me dolía la rodilla, pero nunca me imaginé que iba a terminar con un cáncer de páncreas. Lo detectamos por un crecimiento, un bultito en esta zona de la pelvis que fue el primer signo de la metástasis ya avanzada. Lo primero que nos dijeron es que era inoperable e incurable, que estaba todo tomado, con un estadio 4”.

Luz en su vida ha visitado más de 20 países y disfrutado de múltiples experiencias.
Luz en su vida ha visitado más de 20 países y disfrutado de múltiples experiencias.

Luz cuenta que la doctora que la atendió quería empezar la quimioterapia cuanto antes. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a someterse a tratamientos y su hija prefirió que analicen otras opciones.

Entre consultas, Luz terminó siendo atendida en el Hospital Italiano, donde el oncólogo le recomendó hacer el tratamiento y que sea en Comodoro. 

Ella no estaba convencida y prefería irse de viaje una vez más con su pequeño nieto a quien se lo había prometido, antes que someterse a todo lo que implica una quimioterapia. Sin embargo, el doctor la convenció de lo agresivo que puede tornarse éste diagnostico y el último 10 de julio comenzó el tratamiento de la mano de la doctora Lutteral.

Luz es una amante de los mariachis. Hace poco tiempo celebró la vida y la unión y se dio el gustó de bailar al ritmo de los corridos mexicanos.
Luz es una amante de los mariachis. Hace poco tiempo celebró la vida y la unión y se dio el gustó de bailar al ritmo de los corridos mexicanos.

Cuatro meses después Luz está radiante, con una energía envidiable y una actitud que todo lo puede y eso se ve reflejado en el tratamiento. “Todos los estudios que me hicieron muestran que el cáncer me quedó en un límite, no aumentó y que los valores están re bien. Ya me autorizaron a empezar a hacer gimnasia. Hice zumba y mañana (por ayer) voy a hacer la caminata del mes rosa en la que participo desde el principio de las ediciones. Quizás si sigo como hasta ahora me permitan hasta hacer un viajecito. Obvio que no me voy a ir al exterior, pero quizás podemos ir a la cordillera y de paso me tiro en parapente del Piltriquitrón, que me faltó”, dice con entusiasmo.

Para Luz la clave de todo este proceso está en las formas. “No me quedé nunca con el dolor preguntándome ‘¿por qué me pasó?’, porque yo nunca agredí mi cuerpo. A mi hijo sí le costó entenderlo, pero yo le decía que se desgasta el cuerpo igual. Al principio era un momento de muerte. Estábamos muy asustadas, pero empecé tratamiento y ahora no es tan así. Ahora me dan como un año para terminar las quimios. Pero siempre lo tomé tan bien, del lado de lo positivo, de tener suerte y tiempo para poder despedirme de esta vida, porque es privilegio poder programar la partida de este mundo, también tener una obra social que me cubre todo y un equipo médico que funciona perfecto. Entonces no me puedo quejar”, dice esta mujer que le da pelea al cáncer, sueña con volver a viajar y por qué vencer a la enfermedad. 

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