“Este laburo es jodido, porque un día te va bien y otro no, es relativo. También pasás mucho frío, llegás con las manos escarchadas, pero bueno… a mí me gusta, ‘sarna con gusto no pica’”, dice entre risas. Franco Barquín es uno de los pescadores artesanales de Comodoro Rivadavia, un grupo minúsculo que resiste el paso del tiempo y mantiene un oficio milenario.

Para él, como para muchos pescadores, es una herencia de familia. Su bisabuelo materno era pescador y también su abuelo, Alfredo Viegas, quien le contagió esta hermosa pasión que elige día a día.

Es que alguna vez el protagonista de esta historia dejó la pesca para irse al petróleo. Iba a ser padre y quería buscar estabilidad, un futuro mejor. Sin embargo, al poco tiempo volvió, porque como dice, “cuando se te pega la escama en el lomo no te la sacás nunca más”.

Franco en plena tarea laboral en su oficina de trabajo.
Franco en plena tarea laboral en su oficina de trabajo.

UNA VIDA EN LA PESCA

Franco es comodorense, actualmente vive en Rada Tilly y de chico también lo hizo en Caleta Córdova, el barrio portuario de la ciudad petrolera. Junto a su abuelo creció entre barcos y redes, pescando y navegando en las costas de la zona.

“Mi familia siempre vivió de la pesca y yo nací y me crié arriba de un barco. Mi abuelo tenía un par de pesqueros, como ‘El Primavera’ que lo tenía en Caleta Córdova. Toda la vida estuve acompañándolo a él, arriba de un muelle”.

El pescador tiene mil recuerdos de aquellos años: su infancia, su adolescencia, y el día que la pasó mal arriba del “María Casanella”, otra embarcación en la que navegó con su abuelo y en la que sintió la furia del mar. “Era pibe, nos agarró mal tiempo afuera de Rawson y nos pegó una linda sacudida”.

Con 22 años, Franco estuvo a punto de dejar la actividad pero volvió y nunca más se fue. Desde entonces su vida es la pesca, un oficio sin día ni horario y que lucha con el clima en estas tierras sureñas del fin del mundo. 

“Es un laburo muy pesado, muy sacrificado, pero igual seguimos en la lucha haciendo lo que toda la vida hicimos, lo que nuestros abuelos y bisabuelos hicieron. Otros tiran la toalla y se van a laburar al petróleo, pero yo me fui y volví”, dice entre risas. “Para mí es todo la pesca artesanal, me encanta, me apasiona. Nosotros trabajamos con las mareas, no tenemos horario ni días, porque hoy está la marea buena, el horario bueno y tenemos que salir. Después hay días que no nos deja salir por el viento, el mal tiempo, pero es así, muy cambiante”.

Franco se dedica a la pesca artesanal, un trabajo manual de mucho esfuerzo y sacrificio.
Franco se dedica a la pesca artesanal, un trabajo manual de mucho esfuerzo y sacrificio.

UN DÍA EN LA VIDA DE UN PESCADOR

La vida del pescador pasa en torno a la marea, explica Franco. “Un día normal nos levantamos, tomamos unos mates y ponemos a cocinar el pescado que es la carnada que nosotros hacemos. Mientras nos tomamos unos mates calentamos las botas, nos empilchamos, nos abrigamos bien, preparamos la carnada y salimos. Preparamos el equipo, las redes, las cosemos, porque por ahí se hacen agujeros, y salimos a la playa a buscar cardúmenes por todos lados; hay días que no los encontramos, pero por ahí salimos y lo encontramos ahí nomás”.

La pesca es 100% artesanal, a 400 metros de la costa con embarcaciones a propulsión a sangre, red de cerco y mucho trabajo manual. “Es sacrificadísimo, tenés que ir, laburar, bajar el bote, las redes, después tenés que sacarla del agua, encajonar el pescado, cargar los cajones, subirlos cuando tenés la marea baja y volver a subir el bote. Cuando tirás los equipos, en el arte de espera que lo llamamos, también tenés que quedarte ahí cuidándolo toda la noche, es sacrificado. Así que es duro pero es lindo”.

Franco admite que hay días que sale a las 6 de la mañana y vuelve a la tarde. Otros, en cambio, sale a las 6 de la tarde y vuelve al otro día a la mañana. En invierno el frío se hace sentir y mucho más cuando llama el arte de espera; los espineles o sogas con anzuelo que suelen tirar de noche o con marea baja para recuperar una vez que vuelva la bajamar. 

La recompensa de un día de pesca siempre depende de la técnica empleada y el objetivo, aunque en estos mares hay para todos los gustos. “Sacamos de todo: cornalito, pejerrey, róbalo, pez gallo, también recolectamos mariscos; almejas, mejillones, sombreritos, navajas. Y con espineles: pez gallo, palometa, robalo, pez elefante, todo depende porque hay diferentes artes de pesca. Está la rápida que es la red que vos la tirás con el bote, el lance costero y traés, la red de enmalle y los espineles que son con anzuelos”.

La pesca es variada en tipo y cantidad. "Hay días que sacamos mucho y otros que volvemos sin nada".
La pesca es variada en tipo y cantidad. "Hay días que sacamos mucho y otros que volvemos sin nada".

FORMALIZAR LA ACTIVIDAD

La última vez que salió a pescar previo a la entrevista, ya que luego el clima no permitió tener buenas mareas, Franco y su equipo, dos amigos que actualmente están sin trabajo, anduvieron por todos lados hasta que consiguieron pescar. “No podíamos salir por el viento y fuimos a Kilómetro 5, el 8, Restinga, Caleta Córdova, Barracas Blancas y pescamos en Rocas Coloradas. Trajimos tres cajones, porque a veces te va bien y a veces no tanto”. 

Pero el trabajo no termina una vez que el barco sale del agua. Hay que lavar el pescado, encajonar, guardar todo y luego vender, otra tarea de mucho tiempo que dependerá del tipo de producto que se vende: pieza completa, fileteado o hecho milanesa. 

Franco admite que el sacrificio vale la pena, no solo porque le gusta sino también porque rinde. “Se vende bien, por suerte, yo salgo a vender puerta por puerta, en locales, negocios y también tengo clientes fijos. Me conoce todo el mundo porque toda la vida me dediqué a esto, pero para crecer necesitamos formalizarnos. Hace un año creamos la Cooperativa ‘El mar nos une’ y lo que buscamos es que nos den los permisos de pesca costeros para poder vender nuestro pescado en todos lados. Hasta ahora no tenemos respuesta de nadie, no tenemos acompañamiento del gobierno provincial, pero estamos peleando por eso, por formalizar, porque ahora vendemos pero cuesta más. Así que esperemos que nos den una mano”.

Pescadores en acción. La red es la fiel compañera en cada jornada de trabajo.
Pescadores en acción. La red es la fiel compañera en cada jornada de trabajo.

El hombre es padre de un chico de 11 años, Elías, por quien alguna vez decidió irse al petróleo buscando un mejor futuro. Admite que le gustaría que su hijo siga la herencia familiar, pero de otra manera. 

“Me gustaría siempre cuando se pueda formalizar la actividad para poder crecer. El sector artesanal costero ha sido desplazado. Se le dio más importancia a la flora artesanal de 990, que son los barcos pesqueros. Pero esto es otra cosa totalmente distinta. A mí me apasiona, pero necesitamos formalizarnos así podemos sacar la cabeza del agua. Pero no nos podemos quejar, siempre estamos dándole para adelante como hacían nuestros abuelos”, dice este pescador que se animó a continuar la herencia de un oficio duro, sacrificado y con mucha identidad en una zona que cada vez mira más de cerca el mar.

Es tercera generación de pescadores en Comodoro, un oficio de sacrificio, artesanal y con corazón costero
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