“Me parece bárbaro que cumplas 15, 18 o 20, pero andá a festejarlo a otro lado”, dice el “Negro” Melgarejo y estalla en una carcajada. Se ríe, se divierte, pero tiene una explicación al momento de contar a quienés le gusta alquilar su salón: “Con los grandes tenemos estas charlas y esa es justamente una de las cualidades de este lugar, que dentro de la diversidad se arman conversaciones donde todos compartimos lo mismo”.   

Melgarejo es el dueño del “Bar del Negro”, un salón de la calle Belgrano donde las celebraciones para mayores de 30 son distintas. Se trata de un lugar que muchos alquilan para celebrar un cumpleaños, donde la mística y el escenario invita a un festejo más íntimo, diferente, casi como en la casa de un amigo. 

“Las antigüedades todas juntas hacen una especie de orden que es un lío bárbaro, pero el secreto está en cómo lo iluminás”, dice “el Negro” al intentar explicar la razón que hace distinto al lugar.  

El Bar del Negro es un clásico en altos de la calle Belgrano.
El Bar del Negro es un clásico en altos de la calle Belgrano.

El bar nació hace más de 30 años como pub en la calle Italia, y desde la década del 2000 se encuentra en Belgrano al 900. Es una casa que a simple vista parece una más de la cuadra. Sin embargo, dentro hay un mundo distinto, un pequeño museo de objetos antiguos y una ambientación bohemia.

El impulsor es Ireneo Melgarejo, el Negro (71), apodo que recibió porque a ninguno de sus primos les salía decirle su nombre. Nacido en Formosa por casualidad, y crecido en la “jungla de Buenos Aires”, como define a la ciudad autónoma, llegó a Comodoro en la década del 70, luego de un viaje que hizo para conocer la Patagonia. 

Estuvo en Puerto Madryn, en Comodoro, y lo que lo vio le gustó tanto que cuando tuvo la oportunidad de volver lo hizo. “Vine para trabajar en radio. Primero vine a pasear, porque ¿Quién no quiere a conocer la Patagonia? Así vine, de aventurero a LU4”.

“El Negro” fue locutor comercial en la primera radio de la ciudad. Mientras lo cuenta cita frases que decía al micrófono: “Ahora nuestro próximo programa: ‘El Despertador’ con Félix”. Se ríe una y otra vez, recuerda compañeros y colegas y de alguna forma repasa la historia de la radio.

Admite que quería entrar a Radio Nacional porque pagaban más y durante un tiempo hizo los dos trabajos, como locutor comercial en LU4 y operador en Radio Nacional. Sin embargo, llegó cuando LU4 pasó a formar parte de Radiodifusora Patagonia Argentina del Estado y tuvo que elegir, no podía tener dos aportes del Estado, y eligió Nacional.

Fue en esos años que comenzó a hacer sonido en recitales, en una época en que tener una consola Yamaha no era para cualquiera. Con orgullo, cuenta que tuvo un breve paso por Canal 9 cuando salió la televisión a color y asegura que fue el primer locutor comercial de ALFA.

“Eso no lo sabe nadie, un día me llama Nelsón Dames a Radio nacional y me dice ‘Negro, tenés que venir acá porque el martes inauguramos ALFA y vos vas a hacer el primer programa’. Empezamos con Verano Pop, pero cuando terminó el verano no daba seguir con ese nombre, así que le puse ‘Hasta el silencio’, después me aburrí y me fui y quedó Raúl Rivas”.

Por ese entonces, ya había incursionado en el comercio nocturno. Es que pocos saben que “El Bar del Negro” nació en la calle Italia, como un pub para extender la noche más allá del horario que tenían las confiterías. 

“Empecé en Italia 853, ‘La vieja casa de la calle Italia’. No existía el pub en ese entonces. No sabés lo que fue para habilitarlo. Estaba Morejón de intendente. En esa época los boliches cerraban a las 2 de la mañana. El que más duraba era Sinopsis que era una confitería y la noche estaba prohibida para confiterías. Los únicos que tenían chapa para estar a las cinco de la mañana eran los cabarets, que era un lugar distinto, casi familiar, donde había espectáculos. Entonces tuve que habilitarlo como confitería pero trabajábamos de noche. Empezaba a las 10, creo, y terminábamos cuando se iba el último, a veces a las 8 o 9 de la mañana. Primero la gente estaba como loca, pero después cuando abrió el Galpón como que la gente se fue acostumbrando. Ahora hay pub por todos lados”. 

El Negro Melgarejo es un personaje de la ciudad, alguien que innovó a su manera con un lugar único en Comodoro.
El Negro Melgarejo es un personaje de la ciudad, alguien que innovó a su manera con un lugar único en Comodoro.

El Negro cuenta que el concepto de pub lo conoció en un viaje a Inglaterra que fue a visitar a un amigo. Quiso hacer lo mismo, pero cuando cayeron sus amigos se desvirtuó todo y no quiso aplicar el reglamento. 

“Éramos todos amigos. En la época de la hiperinflación no le cobraba a la gente, lo anotaba en un cuaderno y después le cobraba con el precio actualizado, porque era la única forma de vender. Ninguno me quedaba debiendo, porque todos hacían lo mismo, era una forma de mantenerse como cliente. Entonces venía, Juan, me pedía tres whiskys, y salían para Juan, y veías que se iban yendo y decían ‘chau’ con la mano desde lejos. Ahora llegó a tal punto que vos te sentás en una mesa y te cobran cuando te sirven”, dice y vuelve a estallar en una carcajada.

Durante muchos años, “La vieja casa de la calle Italia” funcionó así y se mantuvo cuando se mudó a la calle Belgrano, donde funciona en la actualidad, hasta que un día Melgarejo se cansó. “Los hijos ya no eran igual que los padres, tenías que estar siempre lidiando con el quilombo. Nosotros salimos a emborracharnos y levantarnos minas”, dice entre risas. “Ahora es distinto y son como hormigas, con el celular donde está uno van todos; antes tenías que ir a la cabina de teléfono y nosotros no teníamos, así que llegaban solo con el boca en boca”.

El Bar del Negro comenzó en calle Italia como pub y en la década del 2000 se mudó a la calle Belgrano. Hoy es un salón de eventos para mayores de 30.
El Bar del Negro comenzó en calle Italia como pub y en la década del 2000 se mudó a la calle Belgrano. Hoy es un salón de eventos para mayores de 30.

DE BAR A SALÓN DE EVENTOS

Entre 2007 y 2008 el Bar del Negro se convirtió en un atípico salón de eventos, y cambió su nombre comercial: “Altos de la calle Belgrano”.

En su interior hay de todo, desde viejas radios hasta cuadros antiguos, objetos que pertenecieron a la Pulga Azul, a Naranja y otros sitios emblemáticos del Comodoro de antes. 

“Lo que yo hago es que parezca una casa del barrio, lo hago a propósito para cuando traen a un abuelo de sorpresa diga: ‘Che, qué lindo que está esto, ¿es un museo?’. Cada foto, cada objeto son cosas de gente de Comodoro. Algunas me las fueron dando, otras vendiendo para que convivan todos estos recuerdos de familia. Pero ahora es muy distinto, porque cuando tenía el pub estaba pendiente de la compra, de esto, del otro… ahora alquilo el espacio, entonces vos traés toda la comida, la bebida, tenés para poner música, traés un pen drive o Youtube. Yo en eso no me meto, y así están hasta las cuatro de la mañana, pero podés cenar, bailar, charlar. Está bueno”.

A diferencia de otros salones, el Negro está dentro de la fiesta, charla con la gente y los asiste en lo que necesitan. “Esto es una forma de vida, te acostumbrás. A todo el mundo le encanta y dice ‘no le contés a nadie, porque sino va a cambiar’. Algunos amigos me decían que tenía que ser patrimonio histórico de la ciudad, pero no, dejalo así”, dice entre risas.

“Generalmente se hace todo a la canasta, ricos y pobres, y viene gente de 30 para arriba. Así se evita todo tipo de quilombos, porque la gente es del mismo palo y al que se emborracha se lo llevan. Todavía pasa que algunos te vienen a tocar el timbre y te preguntan ‘¿podemos tomar algo?’ y tenés que estar explicando: ‘¿Sabés qué pasa? Esto no es un pub. No abro al público, tenés que alquilarlo’. Algunos son pesados inclusive, por eso también no hago publicidad, para que vaya contando uno a otro, el boca en boca, y viene gente siempre del mismo palo”.

El bar tiene su propia impronta que invita a sentirse en la casa de un amigo o la propia.
El bar tiene su propia impronta que invita a sentirse en la casa de un amigo o la propia.

El hombre dice que “el hombre es como un motor: de viejo comienza a quemar aceite”. Cuando lo dice se ríe. Por el momento no pone fecha de vencimiento al Bar del Negro. Sabe que en algún momento llegará, pero como siempre hizo, dejará que llegue solo. “Las cosas que yo hice nunca dije ‘hasta acá’, sucedió, viste que suceden cosas que no sabés por qué pasan. Yo los llamo a veces ‘los responsables anónimos’”, dice y vuelve a estallar en una carcajada. Así es la vida del Negro, el hombre que creó un bar que quedará guardado en la historia de varias generaciones.

“El Bar del Negro”, la historia de un lugar donde las fiestas tienen otro color
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