José Alberto Rodríguez tiene 30 años y esta semana, luego de pasar cuatro años detenido en Buenos Aires, salió el libertad. Después de un largo proceso, sus defensoras oficiales demostraron que actuó en legítima defensa durante un intento de robo. Un jurado popular lo declaró “no culpable”.

“Me devolvieron la vida”, fue lo primero que le dijo el tornero a sus abogadas después de escuchar la semana pasada el veredicto en la sede del Tribunal Oral en lo Criminal Nº4 de San Martín. Infobae dialogó con Viviana Fernández, una de las dos defensoras del acusado, quien reveló que algo que les sorprendió a ella y su colega, María Luba Lazarczuk, fue el poco tiempo que se tomó el jurado para deliberar. “No fueron más de 15 minutos”, dijo la letrada.

El episodio que le costó más de cuatro años de su vida ocurrió el 24 de enero de 2019, a pocas cuadras de su casa. Ese día, después de volver de la tornería MTG en la que estaba como empleado hacía varios años, José decidió salir para comprar galletitas al kiosco. Antes le dio un beso a su mujer embarazada, se dirigió al comercio y entonces todo cambiaría dramáticamente, en un caso adelantado por Clarín.

José junto a sus abogadas
José junto a sus abogadas

En una esquina se le acercaron los hermanos Ariel y Roberto Lizarraga. Uno de ellos le pidió un cigarrillo de forma agresiva y como José se negó, lo abordaron violentamente. Lo empezaron a golpear y a querer sacarle todo lo que llevaba. Rodríguez los enfrentó como pudo y se trenzaron en una pelea a golpes de puño. Al ver que perdían, uno de los Lizarraga sacó un revólver y empezaron a forcejear hasta que el tornero les quitó el arma. Cuando quisieron recuperarla, un tiro se escapó e impactó en el piso; el otro dio en el hombro de Ariel, quien cayó herido al suelo. Después murió.

La reacción de José fue de miedo al observar la situación y escapó a su casa. Roberto, el otro hermano, huyó también del lugar y dejó a su cómplice mientras agonizaba. El arma de fuego jamás fue encontrada. Al llegar a casa, Rodríguez le dijo a su mujer lo que había pasado. Cintia le pidió que no se entregara. Como el nacimiento de A. estaba a la vuelta de la esquina, necesitaba de su marido. Además, había sido un acto de legítima defensa. Su jefe y dueño de la tornería, Roberto Tristán, en cambio, le aconsejó que se pusiera a disposición de las autoridades.

Tras pasar ocho días prófugo y sabiendo que el ladrón estaba muerto, José se entregó en la Comisaría 1ª de José C. Paz, el lugar donde pudo conocer a su hija menor a través de los barrotes de la celda.

A partir de ese momento, la fiscal Rosana Cutitta, de la UFI de Flagrancia y Juicio Nº22 de la localidad de Malvinas Argentinas, del departamento Judicial de San Martín, lo acusó del delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego.

Los ladrones tenían antecedentes por varios delitos

La fiscalía, explicó la abogada Fernández a este medio, basó el caso en el testimonio de Roberto, el hermano del delincuente muerto. En su declaración, el cómplice dijo que José los había atacado a balazos por un supuesto problema de vieja data en la zona.

“El hermano del muerto dijo que José tenía un arma de fuego, que los vio en la calle y que como tenían un supuesto problema con gente del barrio, José lo mató. ‘Ahora van a ver’, supuestamente les dijo José y los corrió a los tiros”, contó la abogada Fernández. Sin embargo, la versión se cayó en medio del juicio.

El motivo es que las abogadas pudieron demostrar que los hermanos Lizarraga tenían antecedentes por varios delitos y, además, no vivían en la zona. De hecho, estaban domiciliados a kilómetros de José C. Paz. También, ante cada pregunta de la defensa, Roberto se tornaba nervioso. Según la letrada, no se explicó por qué José lo iba a matar cerca de su casa cuando ellos, los hermanos, no vivían en ese barrio. “Era raro que lo hiciera cerca de su casa cuando cualquiera lo podría reconocer. No era compatible con lo que planteaba la fiscal, quien dijo que planificó un homicidio. Además, José no tenía antecedentes”, aclaró.

Otra de las claves fue la autopsia al cuerpo de Ariel. En el examen de los forenses se estableció que murió como consecuencia del tiro que recibió en el hombro, una herida que no es compatible con alguien que presuntamente planeó un homicidio. Fernández explicó que, usualmente, los impactos de bala son en el abdomen, la espalda, el tórax o la cabeza, no en el hombro. En ese sentido, dijo que si la intención de José era matarlos y, al ver que eran dos, hubiese disparado muchas veces más. Las pericias establecieron que sólo hubo dos tiros. Uno de ellos fue compatible con el forcejeo.

La autopsia también demostró que Ariel tenía una bala alojada en su cuerpo, que había recibido bastante tiempo atrás. Además, tenía una cicatriz que había recibido tras ser apuñalado en otro enfrentamiento. “No era la primera vez que estaba involucrado en un tiroteo. Pero nunca hizo la denuncia. En otro caso, entró apuñalado a un hospital junto a su hermano pero tampoco quiso hacer la denuncia. Cuando el hospital denunció, dijeron que no iban a presentar ningún tipo de cargo. Esas dos cosas llamaron la atención del jurado”, agregó la letrada.

Roberto, además, tuvo que reconocer ante el jurado que dio ocho nombres distintos en las múltiples causas judiciales por robo que tuvo que enfrentar. Finalmente, lo que terminó por inclinar la balanza en favor de José fue el testimonio de una vecina y de su propio jefe. La mujer primero dijo que la familia de Rodríguez -oriundos de Corrientes- la ayudó a instalarse en el barrio hace más de 15 años, cuando no tenía nada. La testigo dio cuenta del comportamiento ejemplar de su vecino y de que todos los quieren en el barrio.

Roberto, el dueño de la tornería, reveló que durante estos años lo mantuvo registrado como empleado de su empresa para pagarle los aportes sociales y así los tres pequeños hijos tuvieran una obra social. “Eso es algo que no vi nunca. Fue muy conmovedor porque estaba seguro de la inocencia de José”, resaltó la abogada.

En épocas de Navidad o alguna fecha especial, se juntaban entre los compañeros y le regalaban juguetes para los chicos. La esposa de José sabía que ante cualquier apremio, los ayudaba el jefe. Mientras tanto, se mantuvo como empleada doméstica a la espera de que su esposo quedara libre. Finalmente, el jurado, luego de la breve deliberación, lo absolvió.

Según contó la defensora oficial, su cliente estuvo alojado en los penales de Olmos al principio, donde “la pasó muy mal” y luego lo llevaron a la cárcel de Florencio de Varela, donde comenzó a jugar al rugby y logró mantenerse activo. Fuentes el SPB dijeron a Infobae que José salió ayer de esa cárcel. Durante el debate, lo alojaron en el penal de San Martín, así quedaba cerca de los tribunales.

En su alegato, la Fiscalía dijo que respetaría la voluntad del jurado. Sin embargo, la abogada Fernández no descartó que se presente alguna nulidad eventualmente, pero creía que técnicamente no hay forma de que apele.

José está feliz porque dice que recuperó su vida. Lo que más me impresionó fue su templanza. Jamás bajó los brazos y sólo buscaba ser escuchado. Es una persona completamente diferente a la que conoció hace cuatro años. Ahora quiere volver a trabajar y terminar lo que se vio interrumpido cuando cayó preso: la construcción de su casa. “Más allá del resultado dijo que estaba muy agradecido con nosotras. Fue algo que me conmovió”, finalizó.

Fuente: Infobae

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