COMODORO RIVADAVIA (Por Raúl Figueroa / Especial para ADNSUR) -  Los indicadores de desempleo y costo de vida en la región patagónica volvieron a configurar esta semana un diagnóstico que no debería desatenderse, en aras de canalizar los requerimientos necesarios para activar decisiones políticas que permitan atenuar y empezar a revertir una tendencia que ha sido negativa en los últimos dos años.

Antes de caer en la tentación de una rápida simplificación en base a una mira política determinada, es bueno recordar que este proceso que hace eclosión hoy refleja también, en gran parte, la ineficiencia a la hora de proyectar ciclos productivos sustentables a lo largo de la década y media anterior, cuando los precios del petróleo volaban por los cielos, motivando falsas ilusiones que llevaron a perder de vista el suelo en el que deberían haberse mantenido los pies.

¿De qué sirven estos indicadores? El desempleo en el 6% en Comodoro Rivadavia, equivalente a casi 3.000 empleos perdidos a lo largo del último año –en buena parte dentro del ámbito petrolero, pero con impactos en otras actividades que dependen de éste, como el comercio o la construcción- es un dato que refleja una foto actual, pero en continuidad de una película cuyos mejores momentos ya pasaron, sin que se aprovecharan para intentar la perspectiva de un mejor final. Ello y el cierre de 310 comercios en lo que va del año, de los cuales un 60% quedó sin reabrir, son puntos para establecer coordenadas ineludibles para evitar seguir por la misma senda.

No se trata tampoco de un paisaje apocalíptico, pero el hecho de ponderar adecuadamente estos registros –como también en Trelew, que ocupa el triste top five de las ciudades con mayor desempleo del país, con un 9,9%- debería configurar el tablero de instrumentos necesario para reorientar el rumbo y ajustar el tipo de decisiones políticas que se requiere.

Si no hay “flujo” de arriba, tijera hacia abajo

Tales decisiones dependen en gran parte del ámbito nacional. Está claro que sin un plan profundo de asistencia financiera para la provincia de Chubut, que compense la caída de ingresos por regalías de los últimos dos años (y que además le otorgue algún tipo de compensación adicional por el histórico retroceso en el reparto de coparticipación), la situación a finales de este año podría llegar a extremos de suma complejidad.

Esto se ha ido evidenciando en los últimos meses, con las dificultades del gobierno provincial a la hora de cumplir obligaciones salariales o con prestadores esenciales (uno de los casos más claros ha sido la deuda acumulada con SEROS, pero además hay situaciones que se repiten como el retraso en el traspaso de subsidios al transporte público o el cumplimiento en el pago del T.E.G, cuyo futuro está cada vez más en duda).

En ese marco de necesidad extrema, no extraña (ni se comparte desde aquí) la intención de poner en discusión desde el ámbito provincial y otros municipios –tal como advirtió ADNSur- el reparto de la torta interna de recursos, entre los que se ha comenzado a poner la mira sobre los ingresos por regalías (en particular: sobre el bono compensador para obras de infraestructura) que corresponde a Comodoro y a las otras ciudades de la zona sur. Si el reclamo no funciona hacia arriba, la tijera podría volverse hacia abajo. Algunos municipios pidieron autorización a Legislatura para usar fondos del endeudamiento (destinado por ley a obras) para el pago de sueldos: datos de un contexto que explica por qué se vuelve más apetecible una caja de 220 millones de pesos que tocan a la urbe petrolera, sobre los que medios de Trelew se encargaron de remarcar esta semana que “7 municipios del valle” perciben en conjunto menos que esa cifra.

A la espera de los “refuerzos” nacionales

La “pelea” no debiera ser entre chubutenses, sino apuntar al poder central. Aunque el tablero de instrumentos muestra la necesidad de cambiar estrategias: la historia reciente debería enseñar que ni enojos extremos, ni alineamientos obsecuentes con el poder central, cualquiera sea el huésped de la Casa Rosada, sirvieron para incluir a la región en un proyecto de crecimiento sustentable.

Está claro que la política energética nacional ha puesto a funcionar la “aspiradora de inversiones” en la cuenca Neuquina, en busca de gas fundamentalmente, sumado al hecho de que el mundo (y las principales industrias automotrices) afirman en todos los idiomas que la era del petróleo está llegando a su fin. No será mañana ni pasado, pero los reflejos de ese futuro cercano empezaron a manifestarse desde hace ya casi 3 años.

Un plan de obras públicas que dote a esta región de la infraestructura faltante (el “camino de circunvalación” empieza a competir en categoría de entelequia con la tan frustrante “destilería para Comodoro”) sería una señal clara y precisa de que en realidad el gobierno nacional apunta a incluir a esta región en un esquema de integración federal, habida cuenta de que el año está ingresando a su último tramo y los reembolsos a la exportación por puertos patagónicos –de escasa eficacia para transformaciones productivas, pero algo era algo- no forman parte de las prioridades.

Pero además, urge pensar de qué manera el sur podrá incorporarse a las promesas de las energías alternativas. Qué se hará, en concreto, para que el parque eólico de YPF y los que también proyectan otras operadoras, no venga a solamente a cubrir los requerimientos energéticos de esas compañías, sino a establecer bases para un salto de apropiación tecnológica regional. De qué forma el puerto será alguna vez la herramienta que se cree que puede ser desde el año –sin exageraciones- 1923, cuando se hicieron los primeros planos. Y de qué modo se podrían aprovechar potencialidades productivas de la región, tales como el carácter nutritivo de las algas, si es que en algún momento se puede resolver la descarga de cloacas crudas al mar.

Hay que reconocer que algo de esto ya se está haciendo en otras partes de la provincia. El proyecto de riego en la Meseta Intermedia, en cercanías de Trelew, tiene casi 600 millones de pesos asignados en el presupuesto nacional del corriente año.

El camino que debe transitarse es tan claro que podríamos decir que sólo falta echarle agua. Esto si no fuera porque este verano, aquí en Comodoro, volverá a faltar porque tampoco se concluyeron las obras empezadas antes del Mundial pasado.

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