Roberto Ancalao tenía 69 años y era ciego. Su hijo, Horacio, lo había sacado del asilo donde estaba internado y lo había llevado a vivir recientemente con él en su casa en Lago Puelo. La madrugada del domingo 9 de agosto del 2020 lo mató de una puñalada en el cuello.

El hombre fue llevado a juicio donde fue encontrado penalmente responsable de parricidio. El tribunal dio por probado el vínculo sanguíneo, en primer lugar por la pericia genética que lo acredita y en segundo término por la relación que mantuvo el imputado con la víctima desde que lo sacó de un asilo en el que se encontraba internado.

La defensa cuestionó la aplicación de "parricidio" y pidió que se lo condene por homicidio simple por considerar que no existía un vínculo real de paternidad. Sin embargo, el tribunal dio por probado el lazo sanguíneo y lo condenó a la pena máxima, prisión perpetua. 

Una de las testigos fue la propia pareja de Horacio quien llamó a la policía la noche del crimen y confesó ante los agentes "se mandó una cagada; lo mató". Y relató que su pareja  había apuñalado a su padre y lo dejó tirado en la cocina.

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