Guillermo Francos, Nicolás Posse y hasta el poderoso y enigmático Santiago Caputo tuvieron, esta semana, reuniones políticas sobre temas que rondan la nueva Ley de Bases. Una reunión con diputados de la UCR y otra con los legisladores de Hacemos Coalición Federal. 

A mitad de semana se vieron con los jefes de bloque en Senadores, con presencia de la vicepresidenta Victoria Villarruel y la ausencia de los kirchneristas y, el encuentro por excelencia: la primera reunión con la CGT. 

“Acá todos tranquilos, no están tan duros como expresan afuera” aseguraron a ADNSUR fuentes del gobierno. Cuestión que se vio a los popes del sindicalismo sentados a la mesa de negociación. Distintas personas de los presentes aseguran que se trató la modernización laboral (prefieren ese término al de flexibilización) y la preocupación por la caída del salario. Quien no asistió al convite fue Pablo Moyano, líder de camioneros. Sin embargo, se reunió horas antes con su padre, Hugo, quien estuvo en la cita con el oficialismo. No hay que ser muy astuto para saber que la jugada de los Moyano pudo ser estratégica. Pablo, el intransigente. Hugo, el líder dialoguista.

Posterior a la reunión entre el ala política del gobierno de La Libertad Avanza y el sindicalismo, la CGT llamó a una nueva huelga general para el 9 de mayo en contra del ajuste. Sería inocente pensar que en la reunión no hubo un comentario sobre la posterior convocatoria. De hecho, el gobierno no se mostró sorprendido ante otro paro sindical.

Una huelga general le conviene a ambos sectores. La CGT no puede dejar de reclamar ante la cantidad de despidos, ajuste del salario, suba del costo de vida y falta de paritarias que cubran el retraso salarial. El gobierno, por otro lado, está convencido de que la postal le sirve para sostener a la porción de la sociedad que todavía le deposita confianza. El desprecio que provocan los sindicalistas en cierta porción de la sociedad, aumenta la fidelidad al presidente y a un gobierno que, todavía, no presentó logros concretos y no puede demostrar que aquello que “esta acomodando” será sostenido en el tiempo.  

En el mientras tanto, Javier Milei, tuvo sus actuaciones estelares en las redes sociales. Algunas más afortunadas que otras, tal como sucede a menudo en esa jungla. Sin embargo, y a pesar de haber trastabillado en varias oportunidades, el presidente nunca mermó su actividad viral.

Una de las características propias del presidente es que, cuanto mas difícil se pone el contexto, más acelera y pone adrenalina. Por eso, la frase constante en Casa Rosada es “en momentos de conflicto es cuando mejor funciona Javier”. Mientras todos pensaban que el suceso del Jumbo bot iba a ser una bisagra por haberle dado crédito de formador de precios que no era real, Milei siguió en su salsa tuitera desde Estados Unidos.

Javier Milei crea su propio mundo en las redes sociales. Le habla a sus seguidores de manera directa. Javier Milei arma su propio algoritmo. Por lo tanto, todos aquellos que quieren cercanía con el presidente y lo siguen, les aparece la versión Milei constantemente.

El círculo del gobierno ahora se apoya en dos hitos fundamentales: el trabajo del ala política del gobierno y el algoritmo Milei. Es la negociación actual: los ministros negocian y el presidente ataca. En las redes sociales, pero ataca. Es la nueva receta política del gobierno. El nuevo toma y daca.
 

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