Ahora bien, tampoco podría decirse que en estas 3 décadas no hubo señales. Podemos sospechar, sin embargo, que fueron desoídas. Así lo atestiguan los 255.000 metros cúbicos de sedimento acumulado en la zona del puerto y que llegaron hasta ahí, en gran parte, por la erosión marítima, que viene afectando severamente a los acantilados que conforman el frente costero.

El informe presentado por el Departamento de Geología  de la U.N.P.S.J.B, como parte del Estudio de Impacto Ambiental para la obra de dragado portuario, le puso cifras a la velocidad de la erosión costera.

“Se determinaron tasas de retroceso variables entre 0,67 metros por año en la zona adyacente a la Playa de Tanques de YPF y de 1,18 metro por año en la zona de mayor retroceso, próxima al centro de la bahía”, señaló aquel trabajo, en referencia al frente costero que va desde la costanera hasta el km.3.

Mensaje de la naturaleza para comodorenses en apuros: “No digan que no les avisé”

El retroceso del acantilado, que fue medido a partir de comparaciones del estado actual (en realidad, previo a la última gran marejada de la semana anterior) y fotografías del año 1968, ha sido una clara señal de la necesidad de una obra fundamental, como es el enrocado y muro de protección, que debería abarcar a toda la costa comodorense, pero que al menos debería haber empezado por el pie del Chenque. Ya de esto se hablaba, también, allá por 1995.

Parte de ese trabajo estaba previsto por un anteproyecto para proteger el talud del Chalet Huergo, para el que se habían previsto 800 millones de pesos en el presupuesto nacional 2023, pero en el que sin embargo no hubo ningún avance concreto en estos 8 meses transcurridos. Y probablemente, ya no lo habrá hasta el final de este año, con la transición política, electoral y explosión inflacionaria mediante.

El informe geológico no es nuevo, ya que hay antecedentes previos, de 20 años atrás, en los que se hizo una medición similar y ya se registraba una alta aceleración del retroceso del acantilado.

LA ROCA QUE CAYÓ Y LA EXPLOSIÓN DE PRINCIPIOS DE AÑO

El año pasado, cuando en septiembre se produjo la caída de una roca de grandes dimensiones  luego de algunos días de lluvia, vino otro de los trabajos paliativos. A principios de este año, Vialidad Nacional le quitó peso a la parte superior, mediante el uso de un sistema de detonaciones controladas, aunque se advirtió que la obra de fondo debería ser un aterrazamiento, similar al realizado sobre la calle Sarmiento.  

Ante el comentario de vecinos que aseguran hoy que la nueva inestabilidad del cerro se debería a la onda expansiva de aquellos trabajos, desde ámbitos geológicos se rechaza esa creencia. La magnitud del posible desplazamiento que hoy se teme no podría ser activada por aquel efecto, por lo que se atribuye especialmente incidencia a la erosión costera, acelerada por las marejadas extraordinarias de la semana pasada.

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Es así que los especialistas ya no sólo no descartan que un nuevo desplazamiento, similar al de 1995, podría ocurrir de nuevo. La pregunta es cuándo. Y algunos, incluso, aseguran que es cuestión de tiempo. Esto podría acelerarse con la combinación de algunos factores climáticos, ya que esta semana se espera una nueva marejada fuerte. Y si a esto se sumara una lluvia que siga afectando lo que hoy se parece a una base enjabonada, entonces ‘la tormenta sería perfecta’.

“La grieta se había sellado para intentar que no le ingrese agua, porque eso aceleraría el proceso –explicó uno de los profesionales que trabaja sobre el tema-. Sin embargo, aun sin más ingreso de agua, la grieta siguió creciendo”.

A LA ESPERA DE UN NUEVO DESLIZAMIENTO

Este panorama hace descartar soluciones paliativas. Por la magnitud de los trabajos necesarios para estabilizar el sector, en una combinación de aterrazamiento en la parte superior con el enrocado y muro de protección costera en la parte inferior, hoy la situación podría prolongarse en forma indefinida, con la ciudad partida al medio y gran caos en el tránsito. Salvo que, ahora que se interrumpió el tránsito, la naturaleza termine su proceso, la masa de arcilla se desplace y adquiera un nuevo (y precario, o provisorio) equilibrio.

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Entonces se podría reconstruir la trama de circulación, otra vez en forma “provisoria”, vaya uno a saber hasta dentro de cuántas décadas. Salvo que, esta vez sí, los gobiernos de los 3 niveles prioricen la realizan de ambas obras, combinadas con la imperiosa necesidad de la obra de circunvalación de la ruta 3, para sacar definitivamente el tránsito pesado de la trama medular de la ciudad.

Mientras tanto, habrá que esperar y “seguir monitoreando la grieta”, que por sí sola no se va a quedar quieta. La masa a desplazarse sería de unos 150.000 metros cúbicos, equivalente a 300.000 toneladas. No es tanto, si dijimos que debajo del mar ya hay 250.000 metros cúbicos acumulados, del frente costero que se fue perdiendo, como si a una piedra en la punta de un tobogán le quitáramos el tope que impide su deslizamiento.

Todo eso estuvo pasando a lo largo de las últimas décadas. No podríamos acusar al cerro, ni al mar, ni a la naturaleza, de que no nos avisaron. Es que fuimos nosotros, los peores sordos, los que no quisimos escuchar.  

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