Fue judoca, estuvo en Chubut, y su tatuaje olímpico fue clave para conseguir trabajo en Canadá
Héctor “Toto” Campos luego de su participación olímpica vivió en Comodoro Rivadavia donde dejó su experiencia y formación. La vida lo llevó a vivir a Canadá en busca de nuevos rumbos, y su tatuaje que simboliza su paso por los JJOO, lo ayudó a tener su actual trabajo; en una fábrica de ambulancias.
(Por Analía Bahamonde - Pasta de Campeón) Desde las playas de Viedma en Río Negro hasta los tatamis del mundo, Héctor “Toto” Campos ha recorrido un camino empapado de sudor, disciplina y un inquebrantable espíritu de lucha.
Nacido el 19 de diciembre de 1988 en una familia numerosa de siete hermanos, Héctor encontró en el judo no solo un deporte sino una forma de vida que lo definiría en los años venideros.
"Siempre fui el pequeño de la casa, pero en el judo, aprendí a hacerme grande", recuerda Héctor sobre sus primeros días en el deporte. Su padre, maestro y guía, tenía una escuela de judo donde Héctor, casi antes que aprender a caminar, ya estaba dando sus primeros golpes sobre el tatami.
"Los primeros pasos que di fueron arriba de las colchonetas," relata con nostalgia el ex judoca, cuyos inicios se remontan a una temprana edad, influenciado por su padre, quien no solo fue su entrenador sino su mayor inspiración.
El camino no fue fácil. El judo, más que habilidad, requiere un temple especial; algo que Héctor cultivó bajo la tutela rigurosa pero cariñosa de su padre. "Mi papá era bastante riguroso. Recuerdo que, en casa, a veces, cuando lo quería llamar algo, le decía 'profe'. Y no había problema, pero el problema es cuando yo le decía 'papi' arriba del tatami," comenta entre risas. Esta anécdota pinta un retrato de la dualidad que muchos atletas enfrentan: la persona y el competidor, fusionadas en una sola disciplina.
A los 17 años, Héctor enfrentó un momento crucial. Desgastado del judo, confesó a su hermana que quería abandonar. Sin embargo, el destino tenía otros planes, y una conversación seria con su padre lo convenció de seguir adelante, cambiando su fatiga temporal por una renovada pasión que lo llevaría mucho más lejos de lo que imaginaba.
Su traslado a Buenos Aires marcó el inicio de su carrera profesional. Héctor se inscribió en el profesorado de Educación Física en Obras, buscando diversificar sus habilidades, pero siempre con un pie en el tatami.
“Mira, llegué a Buenos Aires a ir al Cenard y me choqué con Obras Sanitarias que estaba al lado," explica Campos. Este cambio no solo refrescó su mente, sino que le abrió un nuevo horizonte.
DE SU EXPERIENCIA EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS A VIVIR EN COMODORO PARA LUEGO LLEGAR A CANADÁ
Su esfuerzo y dedicación culminaron en la clasificación para los Juegos Olímpicos, un logro que muchas veces pareció distante pero nunca fuera de su alcance. "Después de tanto esfuerzo, clasificarte para los Juegos Olímpicos te hace ver todo en perspectiva," señala Héctor, quien ve en cada victoria, no solo un triunfo personal, sino un homenaje al sacrificio y el apoyo de su familia y entrenadores.
Hoy, retirado del judo competitivo, Héctor vive en Canadá donde sigue vinculado al deporte, aunque de una manera más casual. Su vida ahora transcurre entre la tranquilidad y la reflexión, ponderando sobre una carrera que, aunque terminada, sigue resonando en los principios que lo guiaron: disciplina, pasión y resiliencia.
"El judo me enseñó mucho sobre la vida, sobre luchar, caer y levantarte. Ahora es tiempo de aplicar esos aprendizajes fuera del tatami," concluye Héctor, mirando hacia el futuro con la misma determinación que una vez lo llevó a enfrentarse a los mejores en el mundo del judo.
En su llegada a Comodoro Rivadavia ejerció como docente y brindo toda su experiencia en el alto rendimiento siendo parte del staff de profesores del Gabinete Metodológico de Alto Rendimiento.
“Disfrutaba mucho, en Comodoro, me encantaba, si algo que me gustó era dar clase y lo volvería a hacer. Pero acá no, es todo muy diferente a nuestros países”.
EL TATUAJE QUE SIMBOLIZA SU PASO OLÍMPICO: LA CARTA DE PRESENTACIÓN PARA SU PRESENTE LABORAL
En un giro inesperado del destino, Héctor, un argentino sin permiso de trabajo en Canadá, encontró su camino laboral en Demers Ambulance, la reconocida empresa fabricante de ambulancias de Quebec. "Cuando llegué aquí, como no teníamos auto ni nada, pensé en buscar trabajo cerca, incluso caminando o en bicicleta", recuerda Toto.
"Cuando entré, estaba el dueño y el vicepresidente de la empresa que me recibieron. Justo me vieron el tatuaje de los JJOO, me acuerdo
Con determinación, se embarcó en su búsqueda laboral y encontró en Demers Ambulance una oportunidad única. "Cuando entré, estaba el dueño y el vicepresidente de la empresa que me recibieron. Justo me vieron el tatuaje de los JJOO, me acuerdo", relata Héctor.
La conexión inmediata con sus experiencias deportivas anteriores abrió puertas inesperadas. "¿Fuiste a los Juegos Olímpicos, conoces a tal persona?", preguntaron. "Sí, competí con algunos de sus alumnos", respondió Héctor.
Ese fue el momento, que lo llevo a recordar su pasado como deportista, para abrir lazos laborales y culturales, “Cuando tengas tu permiso de trabajo, vení para acá, que tenes trabajo. Hay un montón de latinos, te van a enseñar. Y los latinos esos que me dice son mis amigos de ahora”, comentó Toto.
Tras esa promesa de epleo pendiente del permiso de trabajo, Héctor finalmente consiguió la visa de trabajo, y se integró a un grupo de ensambladores especializados en Demers Ambulance. "No sabía ni usar un destornillador, pero ahora estoy en un equipo con mis amigos latinos y franceses. Es bárbaro la verdad", comparte Héctor emocionado.
Con casi dos años en la empresa, el judoca olímpico, ha demostrado su valía y dedicación, ascendiendo a un puesto de ensamblador especializado. Su historia es un testimonio inspirador de superación y adaptabilidad en un entorno laboral multicultural.
EL JUDO ARGENTINO Y SU LUCHA POR SU LUGAR EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS
En medio de recortes y dificultades, el judo argentino enfrenta un desafío para lograr mayor presencia en los Juegos Olímpicos. Con solo cuatro judocas clasificados para los Juegos Paralímpicos y ninguna plaza para la cita olímpica, la disciplina se encuentra en un momento crítico.
En palabras de un representante Olímpico que se subió al podio en varias participaciones representado al país, deja en claro un presente con un futuro poco esperanzador para la disciplina. "Es difícil clasificar a unos Juegos Olímpicos. En Argentina, no es un deporte profesional, lo que complica aún más la situación".
A pesar de los esfuerzos realizados, la única plaza obtenida fue gracias a la cuota continental y, curiosamente, fue asignada a una representante que no reside en el país. "Una sola plaza para una cantidad de deportistas que deben ser millones, son otros temas, no sé cómo se define", expresó Toto Campos.
La falta de apoyo y visibilidad se hacen evidentes en la realidad de este deporte. "Ya no soy de mirar muchos torneos, miro cada tanto. Hoy no tenemos representantes”, detalla.
Ante este panorama, el judo argentino enfrenta un desafío importante para ganar mayor reconocimiento y apoyo en el ámbito deportivo nacional e internacional.