Emigrar nunca es fácil. La distancia, los cambios culturales y los afectos hacen que todo sea complejo, pero mucho más difícil es cuando la familia queda al otro lado de la frontera. José Williams Cañón Carrero sabe bien de qué se trata. Es venezolano, tiene solo 33 años, y hace cuatro años tuvo que dejar su país de origen por el temor de que la falta de medicamentos le juegue una mala pasada a su familia. Así, durante más de tres años estuvo sin ver a sus hijas, intentando salir adelante en una tierra que no era la suya, donde por suerte encontró gente buena que le hizo todo más fácil. 

Williams junto a su familia, cuando se reencontraron para radicarse juntos en Comodoro.
Williams junto a su familia, cuando se reencontraron para radicarse juntos en Comodoro.

William es oriundo de Mérida, la capital del Estado homónimo, donde comienza la cordillera andina que llega hasta Argentina. Hace poco más de tres años llegó a la ciudad y recién en 2022 pudo traer a su familia. Hoy su presente es muy distinto y hace tres meses montó su propio emprendimiento de aire acondicionado para el automotor. Pero vamos al inicio.

El joven es técnico en refrigeración e ingeniero petroquímico. Nació en Mérida pero estudió en Puerto Piritu, una ciudad petrolera donde cursó sus estudios universitarios y montó su primer taller de aire acondicionados: Refriautos Willy. 

Cuenta que en su emprendimiento le iba bien, ganaba mucho más que en PDVSA, la petrolera estatal venezolana donde trabajó durante dos años hasta que terminó el contrato; el trabajo era continuo y le permitía tener un buen pasar. Sin embargo, un día cambió todo, cuando su perra enfermó y decidió que era momento de dejar Venezuela por una sencilla razón: “no iba a esperar a que me muriera una de las niñas o alguien por no tener medicamentos”. 

A la distancia, Williams admite que “ese fue el detonante” por el cual dejó su país, no fue una cuestión económica, ni ideológica, simplemente el temor de la muerte de algún ser querido. 

“De Venezuela yo salí por eso, no por el tema de economía, que no tuviéramos dinero para la comida, porque por suerte si necesitábamos alimento se pagaba, porque muchos allá tenían que hacer cola para comprar leche, y uno si tenía dinero compraba al precio que fuera, precio dólar pero en bolívares, y nosotros podíamos hacerlo. Pero cuando me vine fue porque no conseguíamos medicamentos y se me murió una mascota”, dice al comenzar a narrar parte de su historia. “Sasky se llamaba mi perro", continúa. "La tenía desde que estaba en la universidad. Viajaba conmigo en moto, en barco, en auto, en todo lo que pudieras imaginar. Incluso antes de comprar un auto viajábamos en moto, con una chaqueta de cuero e iba sentada en el tanque como un niño. La verdad, a esa perrita la quería demasiado y en un momento se enfermó, un diciembre de 2017, y no le encontramos un medicamento específico, necesario para combatir una infección de una garrapata. Es algo que es común, pero estábamos en una situación de escasez de todo. Incluso familiares de amigos murieron por falta de medicamentos, insulina, pastillas para la tensión, para la epilepsia”. 

“Me acuerdo que recorrimos una provincia, otra, pero no le conseguimos el remedio y le dimos uno equivalente, parecido, pero para pollo, y la perra se terminó muriendo porque su cuerpo no reaccionó como debería haberlo hecho. Eso fue un 28 de diciembre, y en esos tres días que pasaron me programé que yo me iba, porque no iba a esperar a que se me muriera una de las niñas o alguien por no tener medicamentos”.

Williams junto a Salsky, la perra que lo acompañó durante la universidad, el motivo que en parte lo llevo a migrar.
Williams junto a Salsky, la perra que lo acompañó durante la universidad, el motivo que en parte lo llevo a migrar.

DEJAR EL LUGAR QUE UNO AMA

“Cuando tú sales, no sabes cuando vuelves”, dice Williams y tiene razón. Cuando decidió dejar su país, su primer objetivo era radicarse en Perú. Sin embargo, el país no era lo que creía y decidió buscar otros horizontes. 

Así, durante tres meses juntó plata para viajar a Argentina, el país donde vivía su madre. Su objetivo era radicarse en Neuquén para trabajar en lo que había estudiado. Sin embargo, el destino tenía otros para él. 

“Estuve 9 meses con mi mamá hasta que decidí irme a Neuquén como tenía planeado. Me acuerdo que el día que estaba viendo los boletos, un amigo del esposo de mi mamá me preguntó qué estaba haciendo, le dije que estaba buscando boleto para ir a Neuquén, y me dijo: ‘¿por qué no vas a Comodoro Rivadavia? Tengo un cuñado que está allá y le pagan mejor por zona desfavorable’. Así que hablamos por teléfono con el cuñado y saqué pasaje a Comodoro. Cuando salí del computador, mi mamá me preguntó cuándo me iba a Neuquén y le dije ‘no, al final me voy a Comodoro’”, cuenta entre risas.

El 9 de junio de 2019, Williams llegó a Comodoro Rivadavia. Era un domingo de elecciones, estaba frío y hacía viento, y para colmo quien lo iba a recibir en el Hotel 25 de Mayo se olvidó de su llegada y tuvo que esperar con sus maletas en el pasillo, “muriendo de frío”. Así lo recibió la ciudad, pero no se quejó y comenzó su vida en la capital del viento.

Cuenta Williams que durante dos días estuvo en el hotel, hasta que buscó una residencia en la calle Huergo. Una habitación privada, una cocina y un baño compartido eran suficientes para empezar y salir a buscar trabajo por una ciudad que prometía opciones, aunque no iba a ser tan sencillo.

“Al otro día salí a buscar trabajo y caminé todo lo que usted se puede imaginar. En muchos lugares me decían ‘tiene que mandar por correo’. Así que llegaba la noche y enviaba a todos los papelitos que había guardado”. 

Durante tres meses, Williams siguió la misma rutina. Sin embargo, el teléfono nunca sonó. Estaba cansado, extrañaba y decidió que era momento de dejar la ciudad. Sin embargo, un alma solidaria lo escuchó y acompañó en el momento que más lo necesitaba y poco a poco todo empezó a encaminarse. 

“Estaba a punto de irme, porque habían pasado tres meses y dije ‘me voy a Neuquén’. Fui a una agencia de viajes y conocí a la señora Erica, y me empezó a preguntar mi historia, de dónde venía, qué hacía. Yo estaba mojado de lluvia, muy cansado, incluso me puse a llorar cuando me preguntó por mis hijas y ella me invitó a cenar a su casa”.

Cuenta Williams que le daba pena aceptar la invitación, pero una semana después aceptó, sin imaginar que iba a encontrar una amistad y un apoyo fundamental para su permanencia en la ciudad.  “Ahora es como una familia que tengo acá, una mamá más”, dice agradecido.

Williams junto a Erica y su familia, un eslabón que fue fundamental en el momento que pensó que debía dejar Comodoro.
Williams junto a Erica y su familia, un eslabón que fue fundamental en el momento que pensó que debía dejar Comodoro.

Poco a poco a Williams se le fueron abriendo puertas, y tiempo después, gracias a un compañero de la residencia encontró un trabajo de gestión de calidad en una concesionaria de autos. 

Cuando comenzó la pandemia ya trabajaba en ese lugar, y luego incorporó a Valdesogo, la histórica casa de venta de baterías de la calle Alem, donde encontró más que un trabajo.

“Ellos me han ayudado muchísimo, me han apoyado en todo. Entré como técnico en aire acondicionado pero después estaba a cargo de hacer los trabajos afuera y programar los servicios en empresas, preparando a los chicos que trabajaban conmigo. La empresa me ayudó mucho, me ayudó a traer a mi familia. Gente de calidad, incluso mucho del trabajo que tengo es porque ellos me recomiendan”. 

Luego con sus compañeros de Valdesogo. Asegura que en esa empresa encontró una familia.
Luego con sus compañeros de Valdesogo. Asegura que en esa empresa encontró una familia.

Durante tres años Williams estuvo alejado de su familia. La idea era que viajen en pandemia. Sin embargo, debido a las restricciones suspendieron su vuelo y recién pudieron ingresar al país en 2022. Con alegría y emoción recuerda el día que se volvieron a encontrar, el último paso previo a radicarse en Comodoro.

Emoción del corazón, el día que Williams se reencontró con su familia en Buenos Aires, luego de más de tres años.

Hace tres meses, Williams decidió dejar Valdesogo y emprender por sus propios medios. Hoy trabaja junto a un compatriota que todavía espera reencontrarse con su familia, y se siente bendecido por todo lo que encontró lejos de su tierra. “Me he sentido muy bendecido y afortunado de los lugares a los que he llegado en Comodoro. Me siento muy afortunado de lo que me ha dado Comodoro, porque llegué hace casi cuatro años con dos bolsitos de ropa y la ciudad ha sido generosa. Ahorita tengo un chico que es venezolano, que tiene una situación parecida a la mía, lo único que todavía no ha podido reunirse con su familia. La tiene más complicada, pero la meta es poder hacer que él consiga eso. Vamos trabajando en ello”, dice este venezolano que dejó su país por la escasez y la crisis social, pero supo reinventarse en Comodoro, una ciudad donde hay oportunidades.

Williams el primer cumpleaños de su hija menor lo celebró a través de un celular, hoy disfruta de tener a su familia con él.
Williams el primer cumpleaños de su hija menor lo celebró a través de un celular, hoy disfruta de tener a su familia con él.
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