COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Son las siete de la tarde en Comodoro Rivadavia y el sol aún pega en la frente. Es primavera y una brisa de viento evita que las calles estén llenas de gente. A más de 5000 kilómetros, en Recife, al noreste de Brasil, la postal es completamente diferente; ya es de noche y muchos disfrutan de las últimas horas de su día, para al otro día comenzar de nuevo con la salida del sol, alrededor de las 5 de la mañana.

El comodorense Pablo Martín Rodriguéz (40) es una de esas personas. Hace 16 años vive en Brasil y ya está acostumbrado al ritmo de vida que impuso su nuevo país, aquel donde fue estudiar una maestría y terminó quedándose para siempre. 

Son las 7 de la tarde y Pablo se acomoda en el espacio de trabajo que tiene en su casa y dialoga durante más de media hora con ADNSUR, ahondando sobre su vida en las matemáticas y su decisión de seguir su instinto, algo que recomienda a muchos estudiantes que por estos días están decidiendo que carrera universitaria comenzar. 

Pablo es docente e investigador en Brasil.
Pablo es docente e investigador en Brasil.

UNA VOCACIÓN DE CHICO

Pablo nació en Comodoro, vivió casi toda su vida en Kilómetro 3 y el Colegio Biología Marina le dio su formación secundaria, dejando una huella: junto a Natalia Caneo, una compañera, ganó un premio nacional promovido por el CONICET. Fue por la construcción de un equipo didáctico de bajo costo.

Hijo de una maestra de matemáticas y un trabajador de YPF, cuando llegó el momento de entrar a la universidad, en 1998, luego de haber escuchado innumerables charlas de su padres decidió volcarse por Ingeniería Industrial. Sin embargo, al año se dio cuenta que  le gustaba más otra carrera.

“En la primaria no lo tenía muy claro, pero en la secundaria me gustaba mucho matemáticas, física, todo lo que son ciencias exactas. Pero la salida laboral en Comodoro son las ingenierías y empecé ingeniería hasta que se acabaron las disciplinas en matemáticas y ahí entré en contacto, viendo carteleras, de que existía la licenciatura en Matemáticas. Entonces empecé a hacer las dos carreras en paralelo”, cuenta a la distancia.

Seguir la intuición: nació en Comodoro, cambió la Ingeniería por las Matemáticas y ahora preside una asociación nacional en Brasil

Pablo prácticamente todo el día estaba en la universidad. A la mañana cursaba una carrera y a la tarde otra. Así estuvo durante un año hasta que decidió y eligió matemáticas, “sin saber bien qué hacer, solamente porque estaba bueno, pero no tenía claro el futuro”, admite.

Y vaya que le dio en el clavo. Mientras cursaba la carrera, en 2003, ganó el Premio Manuel Balanzat, promovido por la Unión Matemática Argentina, compitiendo con estudiantes de universidades como la UBA; siendo el primer comodorense en obtener ese reconocimiento. 

Más allá de los logros, Pablo no sabía cuál iba a ser su destino con su carrera. La docencia escolar era una opción. Sin embargo, él no se veía en ese rol. Era tímido y no pensaba que podía frente a un curso de alumnos, pero de a poco el panorama se fue aclarando por si solo. 

Pablo fue el séptimo graduado de la carrera. Sus profesores fueron prácticamente los pioneros de la curricula. Una vez que se recibió decidió irse a Brasil a estudiar una maestría, el lugar que había conocido gracias a una beca que obtuvo para asistir a un congreso, siguiendo el consejo de Miriam Pacheco (falleció en 2008), una de sus profesoras, que le recomendó grupos de investigación en Brasil.

“Ella había vuelto de Brasil recientemente y me recomendó mirar para allá. Me becaron para ir a congreso cuando todavía estudiaba la licenciatura, y fue ahí donde ví en lo que me terminé formando después, que es teoría de probabilidad, ahí quedé fascinado y terminé aplicando para Brasil y me vine para acá”, recuerda sobre cómo llegó al vecino país.

Pablo terminó realizando una maestría y un doctorado en ciencias exactas con área de concentración estadísticas en la Universidad de San Pablo, donde realizó investigación y docencia universitaria hasta 2019; excepto en 2015 y 2016 cuando hizo una estadía en la Université de París.

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El año pasado el protagonista de esta historia decidió cambiar de aire. Dejó la Universidad de San Pablo y se fue a la Universidad Federal de Pernambuco, en Recife.

Este año además asumió como presidente de la Sociedad Brasilera de Matemáticas Aplicada y Computacional, entidad en la que comenzó a participar en 2018 y donde antes fue primer secretario.

“Es una sociedad civil, sociedad científica, integrada mayormente por mayoritariamente investigadores y docentes. El interés común de todos es hacer actividades para fomentar el crecimiento y el desarrollo de la matemática aplicada en Brasil y la región, porque acá el área de investigación es fuerte y tiene una influencia en Latinoamérica que también es importante”, asegura.

La sociedad se fundó en 1978 y hoy tiene un grupo de investigadores, cinco tipo de publicaciones científicas y todos los años organiza un evento anual en el que participan casi 800 personas. “Estamos para ayudar a la comunidad de investigación de estudiantes, estar atentos a las políticas de Estado para tratar de ayudar, porque matemática tiene de todo: la matemática pura que se encarga de estudiar objetos abstractos y la matemática aplicada que se comenzó a hablar mucho con esto del Covid -19, porque estos modelos de previsión y adaptación que se están usando con la pandemia son modelos matemáticos computacionales que intentan captar en forma matemática fenómenos que uno observa para intentar responder a los problemas que uno está enfrentando”, explica. 

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En el caso de Pablo estudia más que nada modelos probabilísticos que “intentan describir en forma formal fenómenos que son aleatorios”, como por ejemplo, un modelo matemático para la transmisión de un rumor dentro de una población.

Sin embargo, al momento de buscar explicación sobre este camino recorrido es gracias a seguir su intuición. “Es importante seguir la intuición que uno tiene, porque quizás a alguno le gusta algo, pero el medio te hace ir en otra dirección. Hay carreras que son más cotizadas pero me parece que uno tiene que estar tranquilo con lo que a uno mejor le va, con lo que mejor se siente y avanzar en esa dirección. Hay mucha cosa de perseverancia, paciencia, y en lo particular yo encontré en la matemática aplicada la oportunidad de colarme en otras áreas porque cuando uno va a intentar modelar sobre otros fenómenos le toca leer sobre otros asuntos, entonces lee biología, algo de sociales, interactúa con personas de otras áreas para intentar responder una pregunta. Así que me parece bueno que los pibes se animen, y le saquen miedo a hacer matemáticas, hay mucho futuro y en Argentina también. Lo más importante es que te pueden pagar para que uno estudie lo que a uno le gusta y eso es fantástico”, explica este hombre que hizo de los números su profesión.

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