Cuando lo piensa no puede evitarlo. Un nudo se hace en la garganta, la voz queda atrapada entre los sentimientos y el rojo de los ojos es la invitación a una lágrima que brota desde el más profundo sentimiento. Alfredo Pérez García (55) extraña su tierra, los abrazos de sus amigos, el calor de la familia y la idiosincrasia Argentina. 

Le fue bien en España, lo sabe y lo siente, pero admite que algo falta en ese país que le dio tanto. Quizás por eso, este viaje a Comodoro reflotó aún más esas sensaciones y el sentir de que algún día será momento de volver al pago chico. 

Alfredo Pérez es comodorense, hijo y nieto de aquellas primeras familias que poblaron esta próspera ciudad del sur de la Patagonia. Con orgullo cuenta que los Segovia, los García, los Pérez de Astra y los Puschel son su lazo familiar con esta hermosa tierra, aquella que lo vio crecer entre las calles Palazzo y Kilómetro 8, el barrio donde se estableció su familia.

También que la escuela 23 de Palazzo y el Liceo Militar General Roca fueron su formación, hasta que a los 18 años decidió ir a Buenos Aires para estudiar abogacía. Es que en ese momento la carrera no estaba en la ciudad y Alfredo fue en busca de sus sueños sin imaginar que nunca más volvería a instalarse en sus pagos y que la vida lo iba a llevar por otros rumbos. 

En las últimas semanas, Alfredo visitó Comodoro y estuvo en el Liceo, el colegio donde hizo sus estudios secundarios.
En las últimas semanas, Alfredo visitó Comodoro y estuvo en el Liceo, el colegio donde hizo sus estudios secundarios.

PREPARAR EL CUERPO Y LA MENTE

Alfredo admite que siempre le gustó el deporte, pero en Buenos Aires encontró la disciplina que años más tarde iba a convertirse en su medio de vida. “Siempre había querido estudiar artes marciales pero mi papá encontraba que era algo violento y me dediqué a otras disciplinas. En el Liceo integré la escuadra de handball con la que ganamos un regional y viajamos a Punta Arenas a representar el país, después hice un tiempo rugby, pero todo quedó ahí. Y cuando fui a Buenos Aires comencé a practicar taekwondo en un gimnasio cerca de donde vivía”. 

En esa ciudad Alfredo también se graduó como abogado, conoció a Graciela, su esposa, y formó su familia. Fruto de su relación tuvieron tres hijos, Nicolás (31), Lucas (27) y Abril, la más pequeña de la familia (21).

La vida iba bien en la gran ciudad. Él trabajaba en el Poder Judicial y Graciela se dedicaba a la crianza de sus hijos. Pero un día todo cambió. Dos hechos de violencia en un momento complicado del país, que aún sanaba las secuelas de 2001, los terminaron expulsando del país, algo que intentaron evitar pero no pudieron.

“Siempre resistí a irme, más allá de los problemas de Argentina, pero lo que disparó que nos fuésemos fue el tema de la inseguridad. Buenos Aires estaba muy difícil y sufrimos dos violentos robos a plena luz del día”.

Cuenta Alfredo que un día saliendo del Poder Judicial, a seis cuadras de su casa y a plena luz del día, fue asaltado a punta de pistola. Entregó todo y los ladrones se llevaron el botín. Pero eso no fue todo. La segunda víctima fue su mujer, quien sufrió un robo dentro de una oficina donde se pagaba el gas. “Entró un grupo comando a robar. Eran cuatro tipos armados, sometieron a la gente, tipo película. Eso hizo que pensáramos en irnos”.

Su hermano ya se había ido al exterior una década antes. En ese momento Argentina vivía el apogeo del 1 a 1 y decidió salir, probar y conocer el mundo. Así, cuando Alfredo fue víctima de la inseguridad, fue el primero en decirle que se vaya. 

“Cuando se enteró del asalto me dijo, ‘¿por qué no te venís y hacemos algo?’. Yo le dije, ‘tengo una carrera que no es homologable’, ‘pero bueno, venite, vemos qué hacemos”, me respondió. 

Alfredo cuenta que primero intentó volver a Comodoro aprovechando los contactos que tenía, pero no consiguió trabajo. Así, cansados de buscar y esperar, junto a su familia decidió que no había opción: había que emigrar.

“Primero me fui yo, fue un momento duro, amargo. Pero sabíamos a qué íbamos, entonces me puse a buscar trabajo. Me acuerdo que cuando llegué dije ‘¿qué hago?’. Me senté, hice una lista y anoté: estudié derecho, trabajé en el Poder Judicial, hice esto, el otro, y había hecho taekwondo. Me gustaban las artes marciales y me sentía bien físicamente. Así que puse ‘4° Dan de taekwondo’. Lo puse, pasé de largo y lo dejé, pero volví y dije ‘esto tiene que servir para algo también, debe haber gente que quiere aprender, voy por este lado’”.

El taekwondo fue su salvación en España. Era un hobby y lo convirtió en un trabajo.
El taekwondo fue su salvación en España. Era un hobby y lo convirtió en un trabajo.

Como el título de taekwondista es internacional, Alfredo sabía que lo iba a poder utilizar en España. Así, decidido a abrir una puerta, hizo un listado de los colegios de Murcia y comenzó a ir uno por uno. “Me fui puerta por puerta tipo vendedor de seguros. ‘Hola, ¿Qué tal?’, hablaba con los responsables y les contaba mi proyecto, pero de 20 puertas se cerraron 20. Dije ‘esto no camina’, hasta que tuve un factor suerte. Fui a un colegio, me atendió el director, otro argentino, abogado que no había homologado su carrera, pero como maestro tuvo su desarrollo en el colegio y llegó a ser director, y viendo que estaba en la misma postura, me dijo ‘voy a mover una ficha para ver si podemos empezar en el colegio’”.

Alfredo no tenía certezas si ese hombre iba a cumplir con su palabra. Sin embargo, lo hizo y poco tiempo después comenzó a dar clases en el colegio. Para él significó encontrar un trabajo, generar un ingreso económico y tener una llave para seguir abriendo puertas.

“Esa fue mi salvación. Me acuerdo que cuando empecé a dar clases en el colegio se apuntaron un montón de chicos. El primer día se metieron más de 50 alumnos, un montón para empezar. Entonces le pregunté al director si podía ponerlo como referente y me dijo que sí, así que seguí yendo a otros colegios y de a poco empezaron a aparecer colegios interesados”. 

Ocho meses después Alfredo se reencontró con su familia en España. 

Alfredo fue puerta por puerta hasta que pudo entrar en un colegio. Llegó a tener 15 en simultáneo.
Alfredo fue puerta por puerta hasta que pudo entrar en un colegio. Llegó a tener 15 en simultáneo.

DE PROFESOR A COMPETIR A NIVEL INTERNACIONAL

El trabajo iba bien y seguía creciendo la cantidad de alumnos. Con orgullo, cuenta que llegó a tener 15 colegios en simultáneo. “No me daba el tiempo físico para atenderlos a todos, era un montón de gente. Pero seguí trabajando fuertemente con los colegios a tal punto que pude hacer un buen respaldo económico y abrí el primer gimnasio”

Le fue tan bien que poco tiempo después abrió un segundo gimnasio y se quedó solo con cuatro colegios, dedicándose a la docencia y la preparación física y técnica de taekwondistas.

Los resultados fueron tan buenos que su gimnasio alcanzó la primera camada de cinturones negros y conformó un equipo que en 2016 ganó la Liga Nacional de Taekwondo de España, título que lo llevó a un nivel internacional en la disciplina. 

Su carta de presentación fue el Mundial de Canadá, donde Lucas, su hijo, e Iker Gallego Prestón, otro integrante de la escuela, se consagraron campeones mundiales de la disciplina. Más tarde vendría una competencia Europea en Liverpool donde salieron terceros, el Mundial de Venecia y otro europeo en Roma, donde quedaron en cuartos de final.

Todo este desarrollo lo llevó a comenzar a relacionarse con la Federación Española de Taekwondo CHIT, institución que preside desde hace seis años. 

Alfredo representó a España, su país adoptivo. Su hijo Lucas es campeón mundial de la disciplina y actualmente él preside la Federación.
Alfredo representó a España, su país adoptivo. Su hijo Lucas es campeón mundial de la disciplina y actualmente él preside la Federación.

En paralelo al Taekwondo, la familia también decidió incursionar en otro rubro que le era cercano: la pastelería. Su mujer es pastelera y decidió abrir una confitería. La llamó Patagonia y gustó tanto a la gente de Murcia que se convirtió en su segundo emprendimiento. 

Alfredo admite que su familia está bien en España. Sus hijos pudieron estudiar, y a él no solo le fue bien en el plano laboral sino que también tuvo la posibilidad de seguir estudiando, porque como dice “hay que preparar el cuerpo y la mente”.

Sin embargo, esta visita reciente a Argentina, donde dos de sus alumnos participaron del mundial de Taekwondo, lo hizo darse cuenta que es muy grande el precio que hay que pagar, algo que le sucede a muchos inmigrantes. 

“Es muy grande el precio que hay que pagar. Volver a Comodoro fue una emoción grandísima… me recibieron mis compañeros, mi familia, mis compañeros del Liceo. La verdad, la parte afectiva es muy importante. Por eso cuando vine acá me di cuenta de todo lo que perdí estando allá, porque logramos el proyecto que queríamos, estamos más tranquilos, pero renunciamos a todo lo que está acá: los afectos, la idiosincrasia, la amistad; porque uno puede vivir en distintos países pero el tema es la idiosincrasia nuestra porque en Argentina es única. Mucho más aún en el sur donde éramos todos conocidos. Y se extraña mucho todo eso”.

Alfredo admite que más de una vez pensaron en volver. Sin embargo, esta vez siente que hay algo diferente. Sabe que no es fácil, pero quizás en algún momento suceda, porque como dice “todo gira alrededor de los sentimientos y la contención de los sentimientos. Estar en casa es muy importante”.

¿Querés mantenerte informado?
¡Suscribite a nuestros Newsletters!
¡Sumate acá 👇🔗!
Recibí alertas y la info más importante en tu celular

El boletín diario de noticias y la data urgente que tenés que conocer