El viento sopla sobre la costa. El cerro Chenque se ve de frente, imponente, mientras una hilera de autos transita por la Ruta Nacional 3. A lo lejos parecen hormigas, pero son parte del parque automotor de una ciudad pujante, donde el petróleo manda y la pesca aún es una deuda pendiente. Recursos sobran.

Esta vez el cerro se ve completo y también el horizonte. El paisaje es completamente diferente al jueves. Ese día una nube de polvo cubrió la ciudad y los 50 nudos de viento hicieron que incluso la fuerza de la naturaleza se sienta arriba de la patrulla.

“Para nosotros que estamos acostumbrados al viento de Mar del Plata se sintió con fuerza”, dice Leandro Oria y sonríe. “Creo que llegamos a registrar entre 55 y 60 nudos, estuvo fuerte”, agrega.

Oria ingresó a la fuerza en 2009 y hoy es el jefe de navegación del ARA Contraalmirante Cordero.

El teniente de navío tiene 31 años y es la segunda vez que visita Comodoro Rivadavia. La primera fue en 2019, cuando llevaba una década como suboficial, acompañando al destructor Argentina, en el marco de los festejos por el 25 de Mayo.

A diferencia de esa primera visita, esta vez el viento se sintió con fuerza, tanto que pensaron que no iban a llegar personas que quisieran conocer el ARA Contralmirante Cordero, el patrullero oceánico que en junio la Armada Argentina trajo de Francia. 

Oria participó de esta misión. El teniente de navío rosarino es el jefe de navegación del buque, el encargado de ver la mejor ruta para llegar a destino, con la premisa de optimizar “en economía, seguridad, rapidez”, y por supuesto con el visto bueno del comandante.

Por estos días, la nave está haciendo sus primeras operaciones, vinculadas a patrullajes, pero también adiestramiento y pruebas del sistema y su tecnología. En ese marco, en esta nueva misión, el objetivo es unir Mar del Plata con Ushuaia, haciendo paradas estratégicas en la ruta naval. 

“Venimos desde Mar del Plata, zarpamos desde allá con la intención de hacer patrullado”, cuenta Oria sobre esta misión. “Hicimos una parada logística en Puerto Belgrano, y ahora venimos acompañando a la lancha rápida Indómita, que venía de reparaciones generales y  tiene apostadero en Ushuaia. Entonces los vamos a escoltar hasta allá, donde nosotros también tocaremos puerto”.

LISTO PARA ACTUAR

El ARA Contralmirante Cordero viaja con 40 personas, entre oficiales y suboficiales, pero está preparado para transportar 59. De la tripulación, 28 son hombres y el resto son mujeres. La gran mayoría son personal de la Armada, excepto un inspector de pesca y personal de registro y captura que interviene cuando se detecta un barco pesquero dentro de las 200 millas argentinas. 

Abigail Ramos, de Jujuy, es una de las mujeres que integra la tripulación del Ara Contraalmirante Cordero.

Hasta el momento la nave no ha realizado ninguna intervención de este tipo. Es que su incorporación a la fuerza es reciente. Por supuesto, tanto el buque como su tripulación están preparados para hacerlo, porque como cuenta Oria, "la misión principal es defender los recursos marítimos dentro de la zona económica exclusiva, es decir dentro de las 200 millas marítimas y en caso de que ocurra tomar las vías legales correspondientes. De alguna manera somos el intermediario entre la infracción y el brazo legal que es la justicia”.

Para acudir a ese tipo de emergencias, el patrullero cuenta con dos unidades semirrígidas que alcanzan una velocidad de 45 nudos, contra los 4 o 12 que puede alcanzar un buque pesquero. Además cuenta con un cañón de 30 mm y 2 ametralladoras de 12,7 mm.

De esta forma, ante la detección de un buque en zona marítima argentina acude a su inspección, tanto con personal especializado de la fuerza como con personal civil, encargado de evaluar la parte administrativa. Si no hay delito, es decir no se comprueba que haya estado pescado en la zona exclusiva, ya que navegar por el sector no es impedimento, la patrulla dejará ir al barco. Si hay infracción, en cambio, los mismos integrantes de la fuerza tomarán control de la embarcación para traerla a puerto e iniciar los trámites judiciales correspondientes. 

El Ara Contralmirante Cordero cuenta con armas de largo alcance en caso de que una intervención lo requiera.

VIVIR DENTRO DE UN BARCO

Oria en 2009 ingresó a la Escuela de Suboficiales de la Armada. Su abuelo fue suboficial de la fuerza. Por eso, cuando transitaba la secundaría pensó en la idea de seguir sus pasos y entró para intentarlo. Para el joven fue un camino de ida, el descubrir de su oficio, una forma de vida diferente a la que se lleva en una oficina. 

Hoy le toca estar en la tercera línea de mando del ARA, dependiendo directamente del comandante, el capitán de fragata que va sentado en el sillón más importante del barco, custodiando que todo salga como está previsto. “Es un desafío profesional muy grande. Me llena de orgullo estar acá en este buque”, dice sin tapujos el teniente de navío. 

“Es lindo el trabajo acá. Pasamos mucho tiempo arriba del barco. Esta navegación, por ejemplo, es de 14 días y nos dirigimos a Ushuaia para estar prestos a cualquier situación y hacer relevos de puestos, entonces nuestra misión es estar allá por dos o tres meses dando apoyo logístico, pero se viaja muy cómodo, no nos podemos quejar”.

La cabina de comando, el cerebro del ARA Comandante Cordero.

La vida en el ARA Contraalmirante Cordero nunca se detiene como una ciudad. Si bien las actividades comienzan a las 6:30, siempre hay una guardia que está activa. El resto funciona como cualquier guarnición. Hay horarios de desayuno, almuerzo, merienda y cena estipulados, siempre divididos por funciones para garantizar el funcionamiento del barco. 

Las actividades laborales dependen del lugar donde estén. Si están en mar el trabajo puede ser más operativo y si están en puerto, puede estar abocado a cuestiones más administrativas. Luego, hay tiempo para el esparcimiento. 

“Generalmente las actividades terminan a las 10 de la noche, pero somos personas normales y a veces salimos, comemos afuera o a veces comemos acá adentro. pero la idea es generar una camaradería afuera para que sea más ameno el trabajo”.

Como cuenta Oria, las actividades se extienden hasta las 10. Sin embargo, quien no está de guardia también puede terminar a las 5 de la tarde. En cada ciudad, la tripulación suele bajar para recorrer el lugar, distenderse y salir del buque que será su casa durante un largo periodo de tiempo. Aunque muchas veces eligen quedarse en la nave y reunirse en las camaroneras, es un lugar común, donde suboficiales y oficiales suelen juntarse por separado para que no haya jerarquías. 

Allí pueden ver películas, distenderse, charlar, tomar café y convivir fuera del ámbito profesional. Por supuesto, hay Play Station y también cartas, porque como dice Oria, son personas normales, con un trabajo diferente al cuidado de la seguridad marítima, un lugar donde también se hace patria.

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