Una piedra, una leyenda: paz. El deseo de un grupo que viene luchando hace más de dos décadas contra la violencia de género, esa tragedia histórica que aqueja a mujeres en diferentes partes del mundo. 

En Comodoro Rivadavia hace 25 años un grupo de mujeres comenzó a luchar contra este flagelo. Se trata del Centro de Violencia Familiar, una institución que nació en 1997. La trabajadora Social Silvia Luz Clara (69) es quien encabeza este grupo y no olvida cómo era la lucha contra la violencia de género en los inicios. 

“Al principio cuando recién empezamos muchas de las mujeres víctimas de violencia de nuestros grupos, cuando relataban su historia, nos contaban que había una historia de violencia y de maltrato que fueron bajoneando su autoestima, hasta tal punto que en algunos casos se repetía la historia y terminaban en relaciones de maltrato. No era generalizado pero sí algo que pasaba”, cuenta a ADNSUR en una entrevista a poco de que el grupo cumpla 25 años, mientras piensa cómo seguir vigente en tiempos en que la concepción del feminismo cambió, y el movimiento lucha contra su propia grieta.

Silvia es segunda de comodorenses e integra la primera promoción de Trabajadores Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia, cuando la casa de estudios todavía no se había fusionado con la Universidad San Juan Bosco. Egresó en el 78, tras haber iniciado la carrera en el Instituto Dean Funes, y desde entonces se abocó al trabajo social.

Primero, entre el 80 y el 85 integró el equipo técnico de COPASE, que recorría diferentes escuelas. Fue en ese recorrido que comenzó a vislumbrar la problemática de maltrato y abuso hacía las mujeres, recuerda. 

“En ese equipo técnico fuimos detectando la problemática del maltrato, el abuso hacía las mujeres y trabajando articuladamente con otros profesionales. A partir de ahí surgió la necesidad de armar algo en Comodoro para trabajar el tema de la violencia contra la mujer. Pero fue en el 95, en el Programa Materno Infancia que comenzamos a trabajar con mayor profundidad. El PROMIN traía profesionales para diferentes equipos técnicos y funcionaban como diagnósticos de la problemática de la ciudad. En estos talleres surgió que algo había que hacer con la violencia contra la mujer en Comodoro, que no había ningún lugar para recepcionar a las víctimas o acompañar. Entonces hicimos un diagnóstico, con equipos de distintas instituciones, un proyecto y una fundación para crear una institución municipal dedicada al tema”.

Cuenta Luz Clara que la iniciativa avanzaba a pasos agigantados. Sin embargo, hubo un cambio de gobierno y la carpeta quedó archivada con todo el material, incluso el presupuesto que habían armado para su funcionamiento. 

Pero ellas estaban convencidas hacía adonde apuntaban y decidieron continuar con la iniciativa, sin ayuda del Estado. Así, en 1996 comenzaron a diagramar una asociación sin fines de lucro para trabajar la violencia de género. 

Un año después, el Centro de Violencia Familiar comenzó a funcionar en el subsuelo de la Catedral, en una época donde funcionaban diferentes instituciones en ese espacio. Era una época distinta, donde estaba todo por hacerse. “No somos ni fuimos confesionales, pero el lugar estaba estaba bueno, oculto. Las mujeres llegaban y hacíamos asistencia directa a las mujeres, con grupos de ayuda mutua, asesoramiento legal y grupos de recuperación. Me acuerdo que venían mujeres de políticos, empresarios, profesores de la universidad, escondidas en el remis, diciendo que iban al dentista. Así pudimos desmitificar que no era un problema de clase social. Quienes venían a pedir ayuda en el 95 eran mujeres que venían a pedir ayuda luego de 15 años. Veías que las situaciones eran de manual: totalmente victimizadas, muchas no podían hablar, expresar claramente lo que les pasaba, aterrorizadas. Hoy gracias a la difusión, la mayor conciencia de los derechos, esto ya no es tan así, a las primeras reacciones violentas las mujeres piden ayuda. No quiere decir que esto no ocurra, pero es más raro”.

En 2001, las integrantes del Centro de Violencia Familiar recibieron una propuesta que las impulsó a seguir creciendo. “Una psiquiatra muy conocida necesitaba una sede para un programa de capacitación internacional en maltrato y abuso infantil que se llevó a cabo de 2001 a 2009 en Esquel, Trelew y Comodoro, y nosotros fuimos la sede del Procapi. A partir de ahí comenzamos a capacitar a médicos, enfermeros, periodistas y policías”.

Luz Clara admite que ese programa les dio otra perspectiva, y la posibilidad de trabajar desde otro punto, capacitando a otros agentes que iban a ayudar a multiplicar el trabajo prevención y concientización.

Esto fue fundamental para la continuidad del centro, ya que era muy difícil poder seguir sosteniendo las actividades grupales sin tener apoyo del Estado. Así, desde 2007 apuestan a la difusión, la capacitación y el asesoramiento, trabajando con diferentes instituciones, desde la Universidad hasta la Municipalidad, los jardines maternales y CPBs.

El último año, el trabajo se realizó en el espacio Patria Grande, donde se capacitó a talleristas, se dejó material y contactos para poder seguir trabajando en red.

Este año en cambio no hubo actividad de capacitación, pero si una intervención en la Feria Internacional del Libro, donde trajeron un grupo de sobrevivientes de abuso sexual infantil que presentaron su libro y quedaron vinculados a quienes estaban interesados en la temática. 

Para Silvia hoy la situación en torno a la violencia de género es completamente distinta a lo que sucedía en 1997. “Por un lado, es más rápido el pedido de ayuda. Por otro lado, hay menos respuesta institucional y menos articulación entre las instituciones. Es justicia avanza o no avanza, pero es necesario que todo esto vaya coordinado, porque una medida que no pueda dar garantía de protección pone en riesgo a la víctima”, considera.

El próximo mes el grupo que integran Analía Pomes, Stella Arnesto, Liliana Murgas, y Liliana Ferrari cumplirá 25 años. Hoy ya no hay tantos consultas por casos puntuales. Sí, muchos pedidos de capacitación. Aunque de vez en cuando aparece alguna situación particular, como sucedió el año pasado, cuando antes de las vacaciones de invierno una iglesia a través de una catequista denunció que una nena era abusada en su hogar. Es que luego de 25 años, el Centro de Violencia Familiar sigue vigente, y “lo seguirá hasta que podamos hacer algo por alguien”, dice la mujer que fue pionera en la lucha contra la violencia de género.

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