COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - “Trabajé muchos años acá, pero nunca supe cómo era el pabellón”. Corría el año 2018 y Fernanda por primera vez en su vida pudo sentir con sus manos y su imaginación cómo era el pabellón de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba. Romina Carranza y sus compañeras la miraban, y no podían ocultar la emoción de lo que significó para ella, pero también por el final de un trabajo inclusivo logrado, que le cambiaría la percepción a las personas no videntes o con disminución visual.

La ingeniera biomédica de Comodoro que se crió en las 1008 y creó un dispositivo para no videntes

Romina es Nacida y Criada (NyC) en Comodoro Rivadavia y por estos días vive en Córdoba, a donde se mudó cuando tenía 18 años, para estudiar la carrera de Ingeniería Biomédica. 

Hija de una conocida familia de la ciudad, por el local que instalaron sus padres antes que ella nazca, la joven creció entre cables y capacitadores. 

Su padre es el profesor Carranza, conocido en la ex Enet N°1 y también por el local que tiene en la avenida Rivadavia, entre Alem y Viamonte; el histórico Electrónica 2000, donde Romina pasó muchos días de su infancia, entre el local y el barrio 30 de Octubre. Luego llegaría La Loma y el Isidro Labrador, donde actualmente reside su familia.

“Me crie en el negocio”, cuenta Romina en una entrevista con ADNSUR. “Cuando era chiquita, pasaba mucho tiempo en el taller y me armaba juegos dentro de la electrónica. Crecí ahí, fui aprendiendo un poco más, desde armar pedidos hasta contar capacitadores. Creo que por eso me sentí atraída por la electrónica, pero en la secundaria termine eligiendo electromecánica”, recuerda entre risas.

Romina junto a su familia.
Romina junto a su familia.

El trabajo de sus padres sin duda marcó a la joven. Pero cuando llegó la Secundaria decidió elegir una modalidad diferente a la que tuvo cerca toda la vida. Para ella esa elección tuvo que ver más con rebeldía adolescente que con otra cosa; su padre dictaba clases en la misma escuela y ella optó por la modalidad contraria a las que ellos deseaban que siga.

En la ex Enet N° 1 finalmente se recibió y luego llegó el momento de decidir que carrera continuar, algo que no fue del todo sencillo. “La verdad me gustaba mucho la ingeniería electrónica pero sentía que algunas cosas que tenía eran medias aburridas. Tampoco tenía tan definido que quería estudiar, pero mi hermana me ayudó con un test vocacional. Una de las opciones que arrojó era biotecnología, ingeniería electrónica y otra carrera. Me puse a ver en la Universidad Nacional de Córdoba qué carreras había y encontré Ingeniería Biomedicina”, recuerda.

La joven cuenta que le encantó el plan de estudio, que combina medicina con ingeniería electrónica, y así eligió esa carrera. 

Al poco tiempo Romina ya estaba en Córdoba, cursando materias como histología, anatomía, físico biomédica y aprobando finales. Su trayectoria universitaria fue corta, y con 23 años se recibió de Ingeniera Bioquímica. 

EDUCACIÓN E INCLUSIÓN

Su paso por la Ciudad Universitaria también le permitió conocer a Fernanda, una joven no vidente que trabaja en el Ministerio de Desarrollo Social de Córdoba. 

Según contó, en la materia Ingeniería de la Rehabilitación, los estudiantes deben presentar un proyecto y trabajar con alguna discapacidad para mejorar la vida de vida de las personas. Junto a su equipo de trabajo, integrado por Ayelén Carlos, Virginia Quinn y Sofía Rotharmel comenzaron a buscar opciones y así conocieron a Fernanda, lo que les cambió la vida.

“Ella es no vidente de nacimiento, pero vos la ves y maneja una autonomía que pocos manejan. Al día de hoy decidió ser madre soltera, y cuando la conocimos nos enseñó un montón. Nosotros le dijimos 'tenemos que presentar un proyecto donde mejoremos la calidad de vida'. Le preguntamos que le hacía falta, que necesitaba, y nos dijo ‘la verdad que yo no necesito nada, pero pensemos’ y empezó a tirar cosas cotidianas que uno como no está en esa condición no lo visualiza”.

Fernanda contó, por ejemplo, que a veces cuando iba al súper en vez de comprar una lata de choclo compraba una de arveja, que también se le dificultaba saber que colectivo venía y que una vez tenía humedad en su casa y no lo supo hasta que no recibió visitas.

A medida que las chicas hablaban iban surgiendo ideas. Muchas ya tenían alguna aplicación o solución que les diera respuestas. Sin embargo, una no, un deseo de Fernanda: saber si al frente tenía un árbol o un edificio. Y eligió un lugar: ubicarse dentro del predio de la Universidad Nacional de Córdoba

Fernanda como único requisito pidió que el proyecto les sirva a todos y que no sea solo un trabajo universitario, sino que se termine; un desafío grande para las chicas. “Su pedido era un trabajo grande y nosotras pensamos como arrancamos. Entonces lo que hicimos fue hacer un plano háptico, como una maqueta, donde a través de los sentidos podes captar determinada información”. 

La ingeniera biomédica de Comodoro que se crió en las 1008 y creó un dispositivo para no videntes


La parte inicial del trabajo les llevó un año y sirvió para aprobar la materia. Sin embargo, tal como pidió Fernanda continuaron con el proyecto hasta su final, estudiando escalas, texturas y demás.

Es que como dice Romina, el edificio más chico debe estar representando lo suficientemente grande para ser perceptible con la yema del dedo, el gran desafío. “Tuvimos que ver todos esos detalles, porque hay planos hápticos que no están pensados para el usuario. Entonces tuvimos que pensar cómo hacer un plano que pueda ser perceptible a la mínima del dedo y como hacer el sistema braille arriba de una maqueta”

Para que el trabajo sea exitoso las chicas tuvieron que descubrir que era significativo para una persona no vidente. Se dieron cuenta que las puertas, los ingresos a los edificios, calles, veredas, paradas de colectivo, cajeros automáticos, quioscos y edificios eran relevantes y decidieron plasmarlo en el plano utilizando desniveles, texturas, colores, y sistema braille en el tamaño adecuado para Fernanda, ya que se utilizó un diseño universal que sea accesible a todos. 

La ingeniera biomédica de Comodoro que se crió en las 1008 y creó un dispositivo para no videntes

Cuando sintieron que el trabajo estaba casi concluido, las chicas le llevaron el pabellón argentino a Fernanda y su respuesta fue emocionante. “Le dijimos 'mirá Fer, este es el pabellón que tiene una forma de E'. Cuando lo tocó y vio cómo era, dónde era la entrada y todo se largó a llorar y dijo: ‘Nunca supe que el pabellón era así, y trabaje ahí, entré y salí un montón de veces”.

Para Romina haber terminado el trabajo, que se inauguró con una ceremonia que realizó el rectorado, fue algo emocionante. “Fue algo muy lindo, te deja muchas sensaciones de gratitud, te reconforta porque la verdad que ayuda y suma un montón. Es algo totalmente inclusivo, un aporte a la sociedad, un aporte enorme y está bien hecho, entonces ves el conjunto de todas las cosas y es una experiencia muy buena”.

Por supuesto, sus padres estaban “chochos” por el trabajo que estaba haciendo su hija. Lo mismo “La Gise”, su hermana, quien la ha acompañado en todo este proceso universitario. 

Romina junto al equipo de trabajo con el que diseñó el plano háptico.
Romina junto al equipo de trabajo con el que diseñó el plano háptico.

Luego de ese proyecto Romina continuó con su trayectoria universitaria y se recibió.

En la actualidad trabaja en el área de radio física sanitaria del Ministerio de Salud de Córdoba, donde evalúa la calidad de los equipos de diagnóstico por imagen. Y también trabaja en una consultora en el área de calidad de equipamiento médico.

Para ella, la carrera que eligió es una pasión que la acompaña día a día. “Varía un montón lo que es el trabajo en la carrera. Eso está bueno porque tiene como varias áreas, varios campos de aplicación. A mi me gustan muchas cosas de mi carrera y es como que es lo más me cuesta definir, porque por dónde la mires es hermosa y los campos de aplicación son buenísimos. Pero puedo terminar haciendo calidad toda la vida, como midiendo equipos de diagnóstico por imagen, o en ingeniería hospitalaria, algo que me encanta. Si me diera el cuerpo podría tener tres trabajos, pero bueno la carrera tiene eso, porque salís sabiendo un poquito de todo: un poco de electrónica, un poquito de hospitalaria, somos como un comodín”, sentencia esta joven que quiere seguir abriéndose camino en su profesión, dejando huella en otros lugares.

Plano Háptico de Ciudad Universitaria
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