Capaz que la mayor parte de mí vida laboral fue en una agencia de noticias, como lo es Télam.

Eduardo Videla me enseñó que los adjetivos eran palabra prohibida, no sólo porque quitaban objetividad, sino porque la misma información debía servir para medios con distintas concepciones ideológicas o tamaños. El diario Clarín o una radio cooperativa de Chubut. 

Si hacías las cosas bien, ese era un buen cable. 

En mí paso por Noticias Argentinas -tras la Macía de la Agencia Universitaria de Noticias de la Universidad de Lomas de Zamora-, competí con sus periodistas por salir un minuto antes, tener una publicación más en un diario del interior, o llegar al informativo radial. 

Con ellos o con los chicos de DyN, compartí coberturas en el interior, marchas, partidos, conferencias de prensa y lindos viajes. 

Nos comimos sapos parecidos y me prestaban el celular cuando me quedaba sin cospeles.

Muchas veces pude haber trabajado ahí, pero por “h” o por “b” no se dio. 

Fueron años y años de compartir con buena gente, cuando los periodistas hacíamos el mayor periodismo posible, ahí hasta donde nos dejaban. 

Todavía hoy presencio un hecho, escucho una declaración y mí cabeza estructura la noticia como una pirámide invertida. Mucho de eso todavía aplico en ADNSUR.

A NA le llegaron dueños arribistas y miserables y el espíritu se esfumó. En Télam, pese a tener grandes secciones y hacedores de policiales, espectáculos, internacionales, deportes, o fotógrafos, los comisarios del kirchnerismo hicieron percha la dignidad de la sección política por años e hicieron propaganda y operaciones como nunca. 

Aún, pese a la prédica y profesionalismo de muchos, como Viví Mariño, que incluso ahí dejó la vida. La dejó enterita.

De esas miserias se agarran los que proponen cerrarla miserablemente.

Télam no es sólo el símbolo de lo que se puede hacer mal, sino también de lo que se hace bien.

Cómo la dignidad del cable en el que contaron la intención del gobierno de cerrarla.

Como el Inadi, en estos días, TÉLAM se transformó de nuevo en el centro de una disputa ideológica y política. Y un poquito periodística. De un lado y del otro de la grieta, muchos argumentan cosas de las que ya estaban convencidos de antemano. 

No les importa el periodismo ni saben mucho de qué hablan. Solo están a favor o en contra de acuerdo al enunciador.

Muchos se suben al ring sin siquiera saber qué es una agencia de noticias o su importancia para cientos de medios de todo el país para reflejar noticias nacionales o de corresponsalías o no consideran el daño tremendo a su credibilidad que le hicieron desde adentro durante tantos años de alcahuetería a funcionarios o gobiernos de turno, bajando línea donde no había que hacerlo. 

Nací en una agencia de noticias. Me hice en una agencia de noticias. Pienso como si todavía escribiera en una. Y odio lo que le hicieron los políticos y ciertas cabezas complacientes y lo que ahora quieren otros. Las formas nunca son las que usaron en las últimas horas, con telegramas de medianoche, vallas y policías.

Hay muchas maneras de hacer mejor las cosas con esa gente valiosa que solo quiere hacer periodismo.

Me enojó lo que hicieron y me enoja lo que hacen. 

No al cierre de Telam.

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