Violencia, bullying y abandono: la dura realidad escolar contada por un docente del colegio amenazado
El profesor Jorge Ríos describe el complejo escenario que deben afrontar quienes están a cargo de dictar clases. “Hoy, el docente no solo enseña. También contiene, escucha, media conflictos y, muchas veces, gestiona violencia que no debería estar en la escuela, pero que irrumpe igual”, explica.
“Hoy el docente no sólo enseña. También contiene, escucha, media conflictos, y muchas veces, gestiona violencia que no debería estar en la escuela pero que irrumpe igual”, dice Jorge Ríos, docente de nivel secundario que trabaja desde hace siete años en distintas instituciones de la provincia del Chubut y es parte del plantel de profesores de la Escuela 745, donde las amenazas de un ataque a tiros alertó a toda la comunidad.
Con tono calmo pero firme, Jorge describe una realidad compleja y preocupante que atraviesa a las aulas de todo el país, especialmente en contextos vulnerables. El aula ya no es sólo un espacio pedagógico: “Hoy entra a clase lo que pasa afuera. El conflicto cuando se juntan a jugar al fútbol, los problemas familiares, las peleas por redes sociales… todo eso está adentro. Y nosotros no podemos mirar para otro lado, aunque no estemos formados para abordarlo”, advierte.
Las situaciones de violencia entre adolescentes están lejos de ser anecdóticas. Ríos cuenta que han tenido casos de estudiantes que ingresaron a la escuela con elementos cortantes producto del hostigamiento: “Chicos cansados del bullying, del maltrato, de sentirse solos, toman decisiones desesperadas. Y lo más grave es que no encuentran un espacio real donde compartir lo que sienten”.
Ante ese panorama, señala una necesidad urgente: “Las escuelas deberían tener gabinetes psicológicos. Hoy sólo contamos con el POT (Programa de Orientación y Tutorías), que acompaña la trayectoria pedagógica, pero falta la otra pata: el acompañamiento emocional. Nosotros no somos psicólogos y muchas veces no sabemos cómo actuar frente a determinadas situaciones”.
La tensión no se da únicamente entre pares. Aunque en menor medida, también se perciben reacciones violentas hacia los docentes o situaciones de temor al vínculo con familias. “Siempre está el miedo. Se habla mucho en la sala de profesores sobre qué hacer si un padre viene alterado, cómo contenerlo si entra al aula, cómo cuidarse estando con los estudiantes delante”, explica.
El problema, aclara, no es nuevo, pero sí ha ido en aumento: “En estos últimos años se incrementó la frustración, la ansiedad, la violencia. Y tiene que ver con todo. No se puede separar lo pedagógico del contexto social y económico. Si el chico no durmió, si no comió, no va a poder incorporar ningún contenido por más que el docente se esfuerce. Y eso no figura en las estadísticas que muestran bajos rendimientos”.
Esa “frialdad de los números” es algo que le duele especialmente: “Detrás del dato de que un chico no alcanzó los saberes en matemáticas o lengua, hay una historia, hay un derecho vulnerado. Y eso muchas veces se invisibiliza”.
Respecto al uso de tecnología en el aula, Ríos es tajante: “No podemos quitarles el celular, aunque interrumpan. Legalmente no se puede tocar la propiedad privada de un alumno. Yo no se los saco. Se puede pedir que lo guarden, explicar consecuencias, pero estamos atados de manos. Si hacen una publicación o amenazan a alguien, lo único que podemos hacer es informar al tutor”.
Frente a situaciones que se vislumbran como potencialmente conflictivas entre grupos de estudiantes, los docentes intentan actuar preventivamente: “Se trabaja mucho con charlas educativas sobre bullying, redes sociales, delitos informáticos. Y si se detecta algo serio, se informa a los tutores y se intenta separar a los chicos, cambiándolos de curso si es necesario”.
En medio de ese torbellino emocional, tecnológico y social, los docentes tienen una tarea fundamental: enseñar. Pero no es fácil. “Los chicos están movilizados. Están más preocupados por lo que pasa en su entorno que por los contenidos escolares. Preguntan todo el tiempo, quieren saber si se va a hacer algo, si se enteraron los directivos. Están buscando una respuesta adulta que muchas veces no llega”.
