Venezolanos en Comodoro, vivir la crisis a la distancia

Edgar Yañez nació en Caracas, es profesor de historia y tiene un máster en la disciplina. Hace dos años que está en Comodoro Rivadavia donde trabaja como chofer de una empresa y aún le cuesta acostumbrarse al mate, tal como le sucede a muchos de los venezonalos que dejaron su país en los últimos años por la profunda crisis social y política que vive con el gobierno de Nicolás Maduro.

Edgar, padre de dos hijas, es solo de unos los casi 200 venezolanos que viven en la ciudad, muchos de ellos profesionales que dejaron su vida en su país en busca de un futuro mejor. “Me trajo a Comodoro la situación que estamos viviendo en nuestro país pues. Después de haber pasado toda una vida dedicada a la educación y a trabajar por mí país me encuentro con que lo que uno termina percibiendo como sueldo son 100 dólares al mes. ¿Quién vive con eso en busca de poner tener una oportunidad, vivir, comer y tener una vida decente”, se preguntó en diálogo con ADNSUR.

Edgar fue uno de los más de 50 venezolanos que el último miércoles se reunieron en la plaza España, ubicada en calle 25 de Mayo, entre Rivadavia y Ameghino. Allí se manifestaron para apoyar a la Asamblea Nacional de Venezuela que ese mismo día autoproclamó como nuevo presidente de su país a Juan Guaidó, en una jornada que terminó con 14 muertos.

Junto a su hija Tatiana, una profesora de 30 años que aparenta la edad de una adolecente, Edgar llegó hasta la plaza con la esperanza de que todo va a cambiar.

“Estoy convencido que a partir de hoy Venezuela cambia. Se está dando un proceso bien interesante, tenemos información que la dictadura militar del nefasto Maduro va a caer”, señaló.

Edgar asegura que su llegada a Argentina, el país adonde más de una vez vino a vacacionar “se convirtió en un refugio de paz, tranquilidad y alegría; una oportunidad en el ocaso de su vida laboral”, y agradece haber llegado a una comunidad que lo recibió con “los brazos abiertos, una mano extendida y muy solidaria”.

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NACER EN VENEZUELA

Sarahi Vivas coincide con Edgar. Ella llegó hace un año, también de Caracas de donde decidió marcharse por una importantísima razón: iba a ser mamá. “Nacer ahorita, un bebé en Venezuela es una noticia hermosa pero asusta porque conseguir para sustentar, las vacunas, la leche de formula y los pañales es difícil. Yo creo que Dios preparó todo para que pudiésemos salir y con esta oportunidad hemos podido ayudar a nuestros familiares que están allá en Caracas y en Tachira”, admitió.

Sarahi asegura que la vida ha sido difícil para su familia en Venezuela estos últimos años. Algunos de sus tíos que ocupaban importantes puestos en empresas petroleras fueron despedidos y les tocó empezar de cero. Hoy se sustentan vendiendo catalinas, suspiros y tortas. “Increíblemente hasta hacer eso cuesta porque el costo de los ingredientes es súper alto. De manera milagrosa los consiguieron y con eso se sustentan”, explicó.

Sarahi hoy está feliz. Ve a su hija de 9 meses, sabe que todo marcha bien y su esposo Carlos está trabajando en un prestigioso instituto médico, ya que ambos son licenciados en enfermería. Sin embargo, sueña con volver a su tierra. “Claro, quiero volver, pero como decía nuestro amigo estamos súper agradecidos con esta tierra, y si logramos establecernos aquí agradecidos eternamente, pero volver a visitar nuestra tierra sería una bendición para reencontrarnos con nuestra tierra”.

La joven asegura que lo más que extraña de su país es caminar por las calles, esa nostalgia que solo puede sentir aquel que dejó su tierra chica. Magnelis Díaz, coincide con ella. También le tocó pasar por una situación similar.

En su caso recién pudo irse de Venezuela cuando tenía tres meses de embarazo luego de que su esposo, un ingeniero de sistema que había llegado unos meses antes a Argentina, le compró un pasaje en avión.

“Tenía tres meses de embarazo, y no podía encontrar vuelo porque la empresa del Estado cerró operaciones. Tenía mucho miedo, se me acercaba el tiempo para poder volar y justamente salí el 1 de abril cuando empezaron las protestas”, recordó.

Venezolanos en Comodoro, vivir la crisis a la distancia

Sarahí Vivas decidió venirse dejar Venezuela cuando quedó embarazada. La dificultad para conseguir artículos de primer necesidad era su gran temor.

LA OSADÍA DE SALIR

Mientras Magneliz habla Juan Saavedra escucha, y en cuanto puede mete bocado. El joven de 19 años lleva pintada una bandera de su país en una de sus mejillas. Al ser consultado cuenta que vino de Maracaibo junto a sus padres y sus dos hermanas de 12 y 10 años, luego de un largo viaje de 15 días. “Vinimos en colectivo hace dos años ya gracias a Dios. Pasamos por Colombia, Perú, Ecuador, Chile hasta llegar a Comodoro”.

Fue una travesía completa. Pasamos frontera de Colombia caminando, nos quedamos varados en la mitad de nada porque el colectivo no daba más y tuvimos que bajar caminando con las maletas; en Ecuador casi nos roban las maletas y fueron quince días a pan con queso con dos niñas pequeñas y mi mamá que tiene problemas en los huesos, pero teníamos que salir de ahí”, aseguró.

En la actualidad Juan estudia Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, y su padre que es ingeniero, trabaja de obrero en una empresa petrolera. Mientras que su madre continúa desocupada.

Para Juan lo que sucede hoy en su país es una señal de esperanza, lo mismo que siente Ana Aguilar Pulido, una especialista en marketing que llegó hace tres años junto a su esposo desde Maracay, una ciudad de la región central de ese país, que se encuentra a orillas de la cordillera y de la costa.

“Ya no es esperanza sino una certeza, algo que va a suceder. Tenemos el apoyo de la comunidad internacional que antes no lo teníamos. Uno de los primeros países que salió a darle el apoyo a la asamblea fue Estados Unidos. Luego se sumó Paraguay, Canadá, Argentina, Puerto Rico y Chile. Es muy distinto lo que pasa hoy a hace dos años atrás. Hoy hay mucha desidia, mucha gente muriendo de hambre, por enfermedades terminales porque no hay medicamentos. Hace dos años había una crisis, pero hoy es distinto…Venezuela es como un enfermo de cáncer terminal”, analizó Ana.

Y continuó: “pero hoy estamos celebrando, por eso nos juntamos, porque por fin después de tanto tiempo está ocurriendo lo que queríamos…Aunque estemos lejos estamos".

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