Un viaje a través de los recuerdos: Carlitos, el kiosquero de barrio que resiste al paso del tiempo
Desde hace más de 40 años, el kiosco de Carlitos es un emblema de un histórico sector de Comodoro Rivadavia. Entre figuritas, diarios y autos de colección, se mantiene firme en tiempos difíciles.
En una ciudad donde el comercio evoluciona y las grandes cadenas desplazan a los pequeños negocios, Carlitos sigue siendo una referencia inamovible en Comodoro Rivadavia.
Con más de cuatro décadas detrás del mostrador, su kiosco se convirtió en un punto de encuentro para generaciones de vecinos que han crecido comprando figuritas, revistas y autitos en su local.
"Acá llevamos un poquito más de 40 años, pero yo ya venía con una trayectoria desde el centro", cuenta Carlitos con orgullo. “Muchos chicos que venían al kiosco hoy son padres y traen a sus hijos. Es lindo ver cómo todo sigue en movimiento”, señaló el trabajador en diálogo con SETA TV.
El kiosco de Carlitos no es solo un lugar de compra, sino un espacio de historias y recuerdos. "Yo fui un niño del escaparate de Carlitos", dice Matute Ponce, un vecino que hoy tiene 35 años. "Veníamos a comprar álbumes de fútbol, figuritas, autitos... era un ritual". Su primer trabajo, incluso, fue en el kiosco, cuidándolo mientras Carlitos iba a jugar a la quiniela.
UN REFUGIO PARA COLECCIONISTAS
En tiempos donde la venta de diarios y revistas ha caído drásticamente, Carlitos reconoce que lo que mantiene vivo su negocio son las colecciones. "Vendemos coches de colección, aviones, transportes de los años 60, ollas con revistas de cocina... todo eso ayuda a sostener el kiosco", explica. "Si no fuera por las colecciones, sería muy difícil seguir".
Los números hablan por sí solos: hace 20 años vendía 300 ejemplares de Clarín, 200 de La Nación y 300 de Crónica, sumando alrededor de mil diarios por día. Hoy, apenas recibe Clarín los sábados y el Crónica local es el único que se mantiene con cierta regularidad. "En Buenos Aires los kioscos están cerrando a las 4 o 5 de la tarde, pero acá seguimos firmes esperando que mejore la situación".
UN HOMBRE DE RUTINAS
Más allá del kiosco, Carlitos es un hombre de hábitos. Fiel a su bicicleta, todos los días pedalea al menos una hora y media. "Creo que ya di la vuelta al mundo", bromea. Antes era corredor y participaba en maratones, pero con el tiempo cambió las zapatillas por los pedales. "Durante toda mi vida corrí 8 kilómetros día por medio, ahora sigo con la bici".
El kiosco abre sus puertas a las 10 de la mañana y cierra a las 9 de la noche. "Hace 20 años cerrábamos a las 11, cuando vendíamos más diarios, pero ahora ajustamos el horario", dice Carlitos, quien trabaja junto a su hija para seguir adelante con el negocio familiar.
UN LAZO INQUEBRANTABLE CON EL BARRIO
La relación de Carlitos con sus clientes es más que comercial; es una conexión forjada con los años. "Siempre guardé revistas y diarios para los clientes fieles. A Matute, por ejemplo, le tengo guardada la última edición de El Gráfico porque sé cuánto le gustaba", comenta con una sonrisa.
En tiempos de cambios y crisis, Carlitos sigue siendo una institución del barrio. Un kiosco que resiste con historia, colecciones y la calidez de un hombre que ha visto pasar generaciones desde su escaparate. "Yo creo que vamos a seguir", dice con optimismo. Y en cada visita, los vecinos le dan la razón.
