COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Liliana es cuidadosa en sus palabras, no quiere faltar el respeto ni tampoco invadir, pero tiene esperanza. En julio, la mujer, madre de tres hijas y abuela, decidió comenzar a buscar a los receptores de los órganos de Cynthia, su hija del medio, quien murió el año pasado luego de que sufrió un ACV hemorrágico en su casa del Cordón Forestal.

Por ahora Liliana Bordoy tiene algunos datos concretos, como sexo y edad de los receptores, y confía en que pronto recibirá algún llamado que le dé la respuesta que tanto busca.

Liliana este lunes dialogó con ADNSUR desde Mendoza, la ciudad donde vive hace años, y contó parte de su historia.

Ella junto a su esposo son oriundos de Mendoza y en la década del 80, a pocos meses de que nació su hija mayor, Julieta, decidieron probar suerte en Santa Cruz. Primero llegaron a Caleta Olivia y al poco tiempo se radicaron en Las Heras. Allí su esposo se jubiló como docente de Educación Física y cuando esto sucedió decidieron volver a sus pagos luego de 26 años. 

Por entonces Julieta y Cynthia ya vivían en Comodoro Rivadavia, ciudad donde formaron sus familias. Cynthia se casó y tuvo dos nenas. 

EL DOLOR DE LA PÉRDIDA

A mediados de 2018 cuando su nieta mayor iba a cumplir años, Liliana decidió visitar a sus hijas de sorpresa. Primero le envío una encomienda a Cynthia pero sintió que no era suficiente y decidió viajar. 

La primera semana estuvo con su hija mayor que estaba sola y la otra se quedó con Cynthia, sin saber que iban a ser los últimos días juntas.

En su WhatsApp Liliana aún tiene la última foto que le sacó a Cynthia en una confitería del centro, en uno de los tantos paseos que hicieron por esos días, previo a que empiece la pesadilla.

La mujer recuerda como si fuera hoy aquella noche. Liliana cuenta que habían terminado de cenar, Cynthia se quedó ordenando la cocina y ellas se fue con sus nietas al dormitorio. 

Mientras ellas se preparaban para dormir, Cynthia llamó a una de las nenas y cuando ésta llegó a la cocina llamó a la hermana. Algo pasaba y le dijo a la abuela: “Mamá está jugando con los perros en el piso”.

Cuando Liliana llegó a la concina se encontró a Cynthia a tirada en el suelo. Le dijo a su mamá que se había resbalado. Sin embargo, ella la notó pálida, pensó que le había bajado la presión y le avisó a su otra hija. 

Julieta rápidamente junto a su marido cruzó Comodoro para unir el 3 con el Cordón Forestal y llevaron a la joven al hospital. A Cynthia se la veía bien dentro de todo; estaba consciente, caminaba y hablaba. Sin embargo, luego de varias horas el diagnóstico no fue el mejor: había sufrido un ACV hemorrágico.

Cynthia quedó internada y fue trasladada a una clínica. Cuenta Liliana que los médicos le dijeron que había una única alternativa de salvarla: operarla, aunque la intervención era riesgosa. Sin embargo, fiel a su ser, Cynthia apostó a la vida. “Ella me dijo ‘mamá cómo me va a ir tan mal y voy a quedar en el 50% que no’. Mi hija era un ser de luz total; tenía una belleza interna que pocas personas lo tienen”, contó.

El 31 de mayo a Cynthia la operaron. La intervención duró 14 horas pero su presión intercraneal no bajó. Otra vez la volvieron a operar y el 11 de junio le diagnosticaron muerte cerebral, luego de más 10 días de lucha. Tenía sólo 30 años.


El dolor fue un golpe en el pecho para toda su familia que decidió donar los órganos, tal como era la voluntad de la joven. Liliana se quedó con el dolor que sólo puede sentir una madre o un padre por la pérdida de un hijo hasta que tuvo una señal. “Tuve una visión de ella. Me dijo ‘mamá búscame’ y empecé en julio a buscar a los receptores”, recordó.

Un primer posteó en sus redes fue el primer paso. Una amiga le dijo que lo ponga como público y la búsqueda se disparó en todo el país.

Desde entonces Liliana ha recibido numerosos datos y muestras de apoyo. “Tuve mucha ayuda, gente que se sigue comunicando. Alguno que tiene algún dato me lo da. Para mi es el boca a boca”, reconoció.

Ella sabe que la cornea izquierda la recibió una mujer de 57 años y la derecha un hombre de 34; que el riñón derecho le dio vida a un hombre de 31 y el izquierdo a una joven de 25, y que el hígado lo recibió un hombre 63 años.

La mujer tiene esperanza de encontrarlos con un solo deseo. “Yo no quiero ir a golpear una puerta y decir algo. Yo quiero ir, que alguien me diga ‘sí yo recibí el órgano de tu hija’ y ya está. Si puedo charlar, charlo, si puedo darle un abrazo lo hare, pero con que sepa dónde esta me sirve. Es una caricia para mi alma y mi familia”, admitió, esperando poder tener respuesta para cerrar este capítulo.

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