Son de Comodoro y crearon un local de comidas que la rompe al otro lado de la frontera
Carlos Inayado y Soledad Ortubia hace 9 años decidieron irse a Coyhaique a probar suerte. Fueron de vacaciones y la ciudad les encantó, tanto, que dejaron todo y se fueron al otro lado de la frontera, sin imaginar que un emprendimiento en casa se iba a convertir en un local de comidas que ya tiene dos sucursales, y todo por un secreto: “La verdad de la milanesa”.

“Acá estamos, trabajando un poquito”, dice Carlos Inayado a ADNSUR desde el otro lado de la frontera. Son poco más de las 7 y se prepara para recibir a los primeros clientes de la tarde. Es lunes y suele ser un día tranquilo, pero nunca se sabe en el mundo de las hornallas y los sabores.
Carlos es comodorense y hace 9 años junto a Soledad Ortubia, su pareja, y sus hijos, se fue a Coyhaique a probar suerte. El destino estuvo de su lado y, con esfuerzo, sacrificio y mucho trabajo, lograron tener un local de comidas que hoy tiene dos sucursales y dos foodtrucks en distintos puntos de la ciudad. “Son sabores bien argentinos, porque tratamos que sean sabores nuestros”, dice a la distancia.
El emprendedor cuenta que siempre se dedicó al comercio. En Comodoro, manejó un kiosco y un almacén de barrio, y antes de irse tuvo una sanguchería, “Ricosan”, que vendía tanto en Comodoro como en Rada Tilly.
Carlos asegura que les iba bien; sin embargo, un cambio de gobierno y la poca experiencia le jugaron una mala pasada. Y en un viaje, quedaron tan encantados con Coyhaique que decidieron migrar.
“Mi hermano y mi cuñado siempre me decían: ‘¿Por qué no te venís para acá, que a vos te va a ir bien?”, cuenta recordando aquellos tiempos en que decidieron cambiar de aires. “En el negocio nos iba bien, pero estábamos un poco colapsados y con algunas deudas, así que nos fuimos una semana de vacaciones a Chile para descansar, pero nos encantó y decidimos dejar todo y venir para acá”.
Carlos admite que la decisión no fue tan fácil como suena. Al principio fue: ‘sí, nos vamos’, y una vez que pasaron las semanas comenzaron a dudar; pero él estaba empecinado en que quería irse. Así, una vez que vendieron todo y saldaron sus deudas, armaron las valijas.
“Empezamos a vender las cosas, dejamos todas las cuentas saldadas y partimos”, cuenta con orgullo. “Fue una decisión dura, porque dudabas si quedarte o no, pero no veía un cambio, no veía un progreso, así que nos vinimos con mis tres hijos”.
Por ese entonces, Coyhaique era muy distinta a lo que es en la actualidad. La ciudad era más pequeña y no había tantos comercios. Su realidad también era distinta a lo que es ahora.
“Llegamos sin nada y nos costó mucho, esa es la verdad. No sabíamos el cambio, no sabíamos los valores y nadie nos asesoraba, pero queríamos encontrar trabajo”.
Carlos cuenta que, cuando llegó, se enteró de que un restaurante cerraba a las 11 de la noche y que el cierre estaba a cargo de sus dueños. Sin nada que perder, se bañó, se preparó y se fue a probar suerte.
Esa noche, le contó lo que hacía al dueño de Rosselot Sur y le dijo que lo iba a llamar. Afortunadamente, dos semanas después sonó el teléfono y la cosa comenzó a despegar. En paralelo, Soledad comenzó a emprender por sus propios medios y no tuvo mejor idea que preparar esa comida que tanto nos caracteriza a los argentinos: milanesa.
Con lo poco que tenían, compraron los ingredientes, comenzaron a vender a través de delivery y fue un éxito. “Le empezó a ir bien y, en un momento, fue tanta la venta que me dijo: ‘Vas a tener que renunciar para que empieces a trabajar conmigo’, porque empezó a crecer. Comenzamos vendiendo en la casa; después compramos un food truck, lo habilitamos al año y, poco a poco, fuimos creciendo hasta que pusimos el local.”
“La verdad de la milanesa” está ubicada en José Luis Carrera 172, en pleno centro de Coyhaique. El local vende lomitos, hamburguesas y 9 platos de milanesas con más de 12 guarniciones distintas. Cada plato tiene el sello argentino, pero también la marca registrada de Comodoro. Así, hay una milanesa petrolera, otra del viento, una de los molinos y la salamanca, en homenaje al ballet donde Carlos bailó durante mucho tiempo.
“Son sabores bien argentinos”, dice Carlos, “porque tratamos de que sean sabores nuestros”. “Hoy nos visitan muchos argentinos que vienen a la ciudad y también gente de la ciudad que viene de otro lado. Hoy nos visitó un tailandés, por ejemplo, pero vienen muchos turistas, muchos estadounidenses, gente de Japón y hoy en día la ciudad está copada por argentinos que vienen a comprar, porque se ve que todo es muy barato en comparación con allá”.
Además de milanesas y el resto del menú argento, la familia también vende las típicas comidas de Chile, desde pichanga hasta cazuelas, sopa, pescado y salmón.
“Hacemos de todo un poco, pero el 80% son comidas argentinas: pastel de papa, pastas caseras, nuestra propia producción de pan”, dice con orgullo.
En la actualidad, el comercio tiene una segunda sucursal en Aysén, un pequeño pueblito ubicado a una hora de distancia de Coyhaique. Además, cuenta con dos food trucks, uno que ya está habilitado y otro que en los próximos días entrará en funcionamiento.
Carlos está contento. Ya no sienten tanto el frío como al principio, el negocio creció y sus
esa” es un emprendimiento bien familiar; junto a las pequeñas Inara y Ainhoa que acompañan el día a día.
Por supuesto, el emprendedor no se olvidan de todos aquellos que los ayudaron, desde Virginia Rasjido, aquella mujer que en su momento les alquiló el fondo de comercio de la sanguchería en Comodoro, hasta quienes les regalaron un par de colchones cuando llegaron. También, sus padres.
“Ellos son pilares fundamentales en nuestro progreso, porque nos ha costado muchísimo estar acá, llantos, horrores, pero si no hubiese sido por ellos en un momento no comíamos. Así que estamos muy agradecidos a todos y también a la gente de Argentina que puede venir y disfrutar de los platos típicos”, dice Carlos.
Por supuesto, ahora quieren que el negocio continúe creciendo y tiene un objetivo. “Queremos seguir creciendo con el restaurante, nos gustaría armar un local mucho más grande con 30 mesas y, a futuro, nuestro sueño es abrir una sucursal en Comodoro, porque muchos dicen que no hay un local así en la ciudad”, dice el comerciante desde el otro lado de la cordillera, donde este fin de semana cientos de sus compatriotas disfrutan del fin de semana largo, acortando esa distancia que a veces se siente tan lejana.
