El viernes por la tarde, dos días antes del temporal de viento que pasará a la historia de Comodoro por la intensidad de sus ráfagas, Gustavo y su familia salieron de Rawson con destino a la ciudad para continuar la aventura que iniciaron en diciembre del 2020, cuando decidieron comenzar el viaje que habían postergado unos meses antes y que bautizaron en Facebook como Prendete al viaje.

Ese día el viento azotaba con fuerza y la familia tuvo que frenar su marcha en el parador de Pampa Salamanca, donde prácticamente se quedaron sin combustible, algo que los sorprendió, admite Gustavo. “Habíamos cargado combustible para llegar hasta Caleta, pero en 150 kilómetros el viento nos pegó de costado y nos mató el combustible, así que tuvimos que hacer noche allá. Al otro día salimos para Comodoro y nos agarró el viento del fin de semana que fue bastante bravo”. 

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Gustavo junto a su familia cuentan a ADNSUR, que una vez que llegaron a la ciudad se estacionaron en la zona de la Costanera, frente a Prefectura. Allí se quedaron todo el domingo y casi ni se enteraron de lo que sucedía en otros puntos de Comodoro, donde se volaron techos y árboles. 

“El viento iba hacía el mar y nosotros estábamos resguardados por el edificio alto, prácticamente no lo sentimos, pero la gente pasaba y nos decía ‘chicos no se muevan, no salgan de acá, el viento está haciendo desastres’, pero como nosotros no vemos noticias, nada, no lo veíamos tan fuerte. Entonces el domingo a la noche, como nos habían dicho eso, empezamos a ver un poquito que había pasado y ahí vimos que había hecho desastres, pero recién a la noche lo vimos, incluso a uno le dijimos que queríamos ir a conocer el Chenque, pero nos dijo que ni se nos ocurra”, cuenta entre risas el padre de familia.

Al otro día del temporal, sabiendo lo que realmente ocurría en Comodoro, Gustavo y su familia decidieron ir hasta Rada Tilly. Allí estuvieron tres días y el clima los volvió a sorprender, pero esta vez para bien. Es que la tarde estaba tan linda que incluso se animaron a mojarse los pies en el mar. 

Los santafesinos aseguran que la villa les encantó. “Estuvimos recorriendo distintos lugares que había para conocer. La pasamos muy bien, conocimos nuevos amigos, subimos a los dos miradores y anduvimos recorriendo la playa. Nos tocó un día lindo, de sol, manga corta, nos metimos al agua hasta la rodilla, pero hasta ahí nomás”, contó Gustavo entre risas.

Gustavo y su familia en Punta Marqués
Gustavo y su familia en Punta Marqués

UNA AVENTURA SOBRE RUEDAS

El viaje de Gustavo, Tati y sus hijos Emiliano (23), Candela (20) y Brian (17), comenzó en diciembre del 2020. Unos días antes de Navidad salieron de Rafaela, la ciudad donde siempre vivieron. Cansados de la rutina, y con ganas de cumplir un sueño pendiente, dos años antes habían comprado un motorhome para viajar por las rutas argentinas e iniciar un viaje que no tiene fecha de vencimiento ni destino final. 

En principio tenían pensado iniciar el viaje en abril del 2020, pero la pandemia suspendió todo. Así, cuando se flexibilizó la cuarentena, dejaron el oficio de panaderos, alquilaron su casa y arrancaron viaje en el Mercedes 1316 que convirtieron en su casa.

Hasta el momento, recorrieron seis provincias, y el objetivo es llegar a Ushuaia antes del 21 de diciembre cuando en esta parte del hemisferio se produce el día más largo del año. “Queremos pasar las fiestas allá porque tenemos un amigo, y en la primera semana de enero salir hacía la Ruta 40, y de ahí hasta la Quiaca para llegar a fin del año que viene. Después veremos si cruzamos fronteras, pero dependerá del Covid, porque no es lo mismo que te agarre en tu país que en otro lado”, dice Gustavo.

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¿Pero cómo es vivir en familia en viaje y en un motorhome es la gran pregunta que nos hacemos?

Para entenderlo Gustavo lo explica en forma sencilla. “Esto no es un viaje de placer, es cambiar tu estilo de vida, vivir en movimiento, y eso implica que va a haber tropezones. Se puede pinchar una rueda como a vos se te puede romper una cajita de luz, se puede romper un caño de agua, como te puede pasar a vos, y se puede romper el camión que era el miedo más grande que teníamos, pero ahí apareció la magia de la gente que se te acerca para colaborar”, dice en alusión a lo que le sucedió en La Pampa, donde se les rompió la unidad y debieron quedarse durante seis meses en esa provincia.

Como cuentan, viajar requiere organización económica, principalmente para bancar el combustible y los gastos pequeños. “La económica hay que llevarla bastante bien porque sino el viaje dura poco. Entonces es el día a día y generar el dinero para el combustible porque es lo que te traslada hasta el próximo destino. A veces son pocos kilómetros, y a veces son muchos. Por ejemplo, ahora estamos en el sur y son tiradas más largas, entonces nos quedamos más tiempo para poder juntar más plata, y esto es como para cualquier laburante, cuando vendés una artesanía tenés que saber que después tenés que reponer materia prima, mercadería y se saca un porcentaje para eso, otro para combustible y otro para alimentos”.

Más allá de la organización, la familia asegura que vivir en viaje es mucho más económico que vivir el día a día en una casa, ya que en su caso solo pagan comida, combustible, el seguro del colectivo y un celular. Además, como dice Tati, la vida en el colectivo tiene limitaciones que hacen todo más sencillo. Por ejemplo, no pueden llevar mucha cantidad de ropa, entonces se usa lo más cómodo.

Por supuesto, la convivencia, al igual que en una casa tiene sus vaivenes, principalmente entre los hermanos, cuenta la madre. “Están un día bien, otro día se pelean por un vaso de agua, al rato están caminando por la Costanera, pero están más unidos”, cuenta entre risas.

Tati asegura que lo lindo es que todos los días son distintos. Algunos días se levantan temprano y otros tarde. Luego del desayuno deciden que van a hacer, y muchas veces eso depende de si hay ferias o reciben visitas, porque siempre va gente a visitarlos.

El aburrimiento, por su parte, suele volverse tiempo productivo, el momento ideal para hacer artesanías que luego venderán en algún lugar, aprovechando los conocimientos de la madre.

Al ser consultados por qué cosa los sorprendió más de esta nueva vida, ellos no dudan, y afirman que la gente. “La gente es maravillosa, todos los días sorprenden. Hoy, por ejemplo, apareció un hombre, nos golpeó la puerta, no nos dijo buen día, ni nos dijo chau. Solo nos dijo ‘chicos esto es para el viaje’, se dio la vuelta y se fue en bicicleta. Nos dejó 1000 pesos, no sé si estaba apurado o si era tímido. Pero esas son cosas que te sorprenden”.

Esos 1000 pesos, cuenta Tati, fueron a parar a la cajita de combustible, aquella donde quedará parte de lo que recauden en las ferias que se realizarán por estos días en Caleta Olivia, adonde ya están instalados. Es que saben que esos pesos los llevarán al próximo destino, donde todo volverá a empezar, con nuevos amigos, otro clima y otro paisaje, en esta aventura sobre ruedas que no tiene ni destino ni final. 

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