En Comodoro Rivadavia, el Monasterio está ubicado en el barrio de Diadema, Argentina, a unos 30 km del centro de la ciudad. Allí, un grupo de 13 monjas lleva una vida de clausura con el mundo exterior.

En el barrio Central -rodeado de casas y de chicos que juegan un “picadito” en la calle- se ubica el Monasterio de las “Carmelitas Descalzas”, un predio de aproximadamente una cuadra rodeado de paredones altísimos que no dejan ver nada de lo que allí adentro transcurre. 

La construcción es antigua, hace más de 50 años el lugar oficiaba de gamela de los trabajadores petroleros solteros de la empresa Shell. Desde 1992 convertido en Monasterio es el lugar donde 13 religiosas de distintas provincias del país llevan una vida de esponsalidad con Dios, de trabajo, silencio y oración.

Las "carmelitas descalzas" de Diadema: una vida entregada al sacrificio sin contacto con el exterior

CÓMO ES LA VIDA INTRAMUROS DE LAS CARMELITAS

Un “torno” separa física y visualmente; una especie de ventana giratoria por donde se comunican quienes visitan a las hermanas y les llevan alimentos o materia prima que luego se transforman en sus manos. También es el lugar donde las personas hablan con ellas, comparten alguna situación o piden estar en sus oraciones. 

“Ese espíritu de familia no solo se vive dentro de la comunidad, sino que se transmite al exterior, es hermosísimo ver la gente que se acerca al Monasterio y que nos brinda su cariño, su apoyo y su ayuda. Se da un contacto que no es físico y ahí está el secreto de nuestra vida de oración, nuestra vida se articula no solamente en el trabajo sino en la oración, que es algo misterioso pero que llega y llega mucho más que cualquier contacto. Uno no lo ve, no lo palpa pero llega”.

Son tres los pilares que rigen en el Carmelo: vida comunitaria, vida de oración y vida de trabajo. Salvo las dos horas de “recreo” que tienen al día -donde comparten alguna lectura o simplemente charlan- la mayor parte de la jornada transita en silencio. 

El día comienza a las 5.10 de la mañana, se reúnen en la capilla y rezan la oración litúrgica. “Tenemos una hora de oración en silencio, rezamos el rosario juntas, luego vamos a desayunar, tenemos unas horas de trabajo personal cada una en su rol, nos vamos turnando en la cocina, las tareas de limpieza, las tareas del lavado y el cuidado de las plantas. Al mediodía nos juntamos para rezar otro ratito, almorzamos, limpiamos todo y tenemos una hora de recreo. La tarde se articula de la misma manera, una hora de oración en silencio personal, un rato de trabajo, un rato de lectura personal, cenamos, limpiamos toda la cocina y nos juntamos a otro rato de recreo y al final ya tenemos de oración en la capilla. Nuestra vida es muy silenciosa porque el trato con el Señor requiere eso”.

Las "carmelitas descalzas" de Diadema: una vida entregada al sacrificio sin contacto con el exterior

FABRICAN VELAS, YESO Y HOSTIAS

Dentro de la división de tareas y trabajos se encuentra la fábrica de velas, yeso y hostias. Las Carmelitas Descalzas producen las hostias para las  parroquias de toda la Patagonia. 

El  trabajo es semanal, comienza el lunes y el jueves embolsan unos 10 paquetes para iniciar la distribución. Por intermedio del torno se escucha la risa de la hermana Verónica consultada  por los ingredientes de las hostias. “Es pan ácimo, harina y agua sin otro agregado, utilizamos una máquina que es específica para eso”, explica.

LA VISITA DE LOS FAMILIARES 

Algunas de las hermanas están en el Convento de Diadema desde el momento de su fundación, en 1992. Algunas son de Buenos Aires; tiempo después llegaron desde Mendoza, San Juan y también varias son de Comodoro Rivadavia. 

“A las hermanitas que son de acá, las familias pueden venir a visitarlas una vez al mes. Si es una hermanita que recién ingresa, una joven con discernimiento puede venir más seguido para que no sea una ruptura tan fuerte desde el principio. A las hermanas que no son de Comodoro, a veces las familias viajan y están una semana; tenemos una pequeña hospedería externa fuera de la clausura para que ellos puedan estar más cerquita nuestro y no tengan que estar yendo y viniendo desde el centro”, explica.

UNA VIDA SIN CONTACTO FÍSICO

“Tenemos un locutorio por el cual nos vemos personalmente, no hay un contacto para abrazarnos porque solo es a través de la reja. De todas maneras con la familia pasa algo muy singular que se entiende solo desde la fe. Por supuesto que uno extraña a la familia, los vínculos afectivos, pero a medida que va pasando el tiempo uno descubre cosas de los mismos papás, de los mismos hermanos, cosas de su alma que son bellísimas y que no las hubiera descubierto en el trato común. Se da un vínculo espiritual mucho más fuerte, uno empieza a descubrir que podemos tratarnos espiritualmente de una manera impresionante, habitualmente son niveles de contacto que uno desconoce”.

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