COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - “Para venir a trabajar en este tipo de contextos no tenés que tener prejuicios a pesar de que te hayan pasado cosas. A mí me robaron, me asaltaron, me pegaron, pero sigo viniendo. Tenemos la convicción de que con educación la persona puede cambiar”, dice Mirta Guzmán a ADNSUR, en una entrevista que se realizó en los pasillos de la Seccional Séptima.

Mirta es docente e integra el staff de la Escuela 614, que desde 1960 ofrece la modalidad de Educación Permanente de Jóvenes y Adultos en Vecinales, iglesias e instituciones, y que desde 1996 incluye a las personas en contextos de encierro.

En su caso trabaja en la Alcaidía, pero también en la Seccional Séptima, donde el programa se implementó por primera vez el año pasado, y donde los detenidos estudian de lunes y viernes de 14:30 a 17:30 en modalidad modular, es decir que pueden iniciar y terminar el modulo en cualquier momento del año.

Según contó en una entrevista que se realizó en los pasillos de la comisaría del barrio Máximo Abásolo, ella es una de las primeras docentes que tuvo esa modalidad. Por esa razón puede decir con certeza que enseñar entre las rejas es igual que hacerlo en un aula. “Hace 20 años que ingrese en la modalidad adulta. Cuando salí titular me tocó trabajar en la Alcaidía y de ahí en más empecé este recorrido. Para mí no es tan difícil: mucha escucha y poner el oído para entrar en tema porque si no logras un vínculo no podés trabajar. Siempre hablan de la familia, los hijos… Las clases se hacen muy amenas. Una vez que llegaste a ellos te esperan contentos”, contó.

Gladys Pozaz y Mirta Guzmán.
Gladys Pozaz y Mirta Guzmán.

UN DERECHO DE TODOS

En Comodoro Rivadavia son 108 los presos, en distintas etapas del proceso, que están terminando sus estudios primarios, secundarios o universitarios, ya que hace tres años la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB) se sumó a esta modalidad a través del programa Educación en Contextos de Encierro, que coordina la licenciada Virginia Bersais, de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades.

En la actualidad son 55 los alumnos que terminan el secundario en la escuela N°754, otros 45 culminan la Primaria en la N°614 y otros 8 cursan la Tecnicatura en Gestión y Mediación Cultural. Uno, además, le sumó Derecho: Miguel Ángel Aparicio, quien cumple una condena de 11 años por dos violaciones y en marzo quedó en el centro de la escena luego de que se denunció públicamente que asistía a la Universidad sin custodia, lo que despertó una polémica en torno a la protección del resto de la comunidad educativa y si socialmente realmente existe una intención de reinsertar a los detenidos.

Romina Marcos, licenciada en Trabajo Social que integra el Servicio Social de la Defensa Pública de Comodoro Rivadavia, asegura que el objetivo de este tipo de espacios es “garantizar el derecho a la educación más allá del contexto procesal en que se encuentren los detenidos”.

“Todos tienen derecho a estudiar y en esta oportunidad tenemos la oportunidad de generar condiciones para que la escuela primaria pueda estar presente en este espacio”, explicó la profesional del área que dirige la doctora Lucía Petinari, que vela por los derechos fundamentales de los presos: educación, salud, alimentación y contacto familiar.

EL BENEFICIO DE ASISTIR

La jueza penal Gladys Olavarría también dialogó con ADNSUR en el marco de la entrega de un pizarrón reciclado y cinco computadoras donadas por médicos para utilizarse en esa modalidad de estudio. Es que parece mentira que en pleno siglo XXI hay escuelas en que las pizarras sean paredes blancas y las computadoras no existan.

La magistrada, que en la última semana dio lugar a un habeas corpus presentados por internos de la Alcaidía que denunciaron vejaciones, aseguró que Chubut, principalmente Comodoro Rivadavia y Trelew, “es una de las pocas jurisdicciones del país donde se está trabajando la educación en contexto de encierro”.

“Hay muy pocos planes en funcionamiento. El más avanzado es La Pampa, donde necesariamente hay un juez de Ejecución que por propia voluntad está haciendo este tipo de trabajo, y también en Neuquén, donde una juez está realizando un montón de actividades que refieren a nivel educativo y laboral”, explicó.

Olavarría recordó que el funcionamiento de este tipo de programas está estipulado por ley e inclusive otorga ciertos beneficios a los detenidos que hacen uso de ellos. “Los detenidos que participan de estos programas pueden llegar a obtener salidas transitorias más rápidamente que aquel que no ha realizado ningún tipo de actividad”, explicó.

En ese sentido, reconoció que “hemos tenido muy buenos frutos porque tenemos internos en la Alcaidía que han terminado la Primaria, la Secundaria y que están realizando talleres para reinsertarse en la sociedad”.

“El Estado, en este sentido, está cumpliendo en aportarles las herramientas para que se puedan insertar socialmente”, consideró.

El comisario Ricardo Cerda, jefe de la Unidad Regional de Comodoro Rivadavia, coincide con Olavarría en lo positivo de este tipo de iniciativas. Sin embargo, asegura que “no sólo benefician al interno, sino que es un beneficio social que le hace bien a toda la comunidad”.

“Toda persona debe tener la posibilidad de crecer en su aspecto personal, de que se le ofrezca una nueva mirada sobre lo que es la vida y permitirle conocer una mirada mucho más positiva que la que vivió. Esto permite un crecimiento y, obviamente, cuando hay herramientas las personas eligen otra forma de vida”, indicó el comisario.

UN INGRESO AL AULA DIFERENTE

Gladys Isabel Pozas es vicedirectora de la Escuela 614. Junto a Mirta, es una de las docentes que asiste a los recintos carcelarios para dar clases. Para poder hacerlo, a diferencia de lo que ocurre en otras aulas, debe dejar afuera la tijera, el sacapuntas, el compás, la lapicera con punta de metal, los cuadernos con ganchos de espiral, además de las llaves, los anteojos, las credenciales y los celulares.

Pero a Gladys no le importa, porque asegura que el objetivo de la escuela “es que ellos (los detenidos) puedan tener un proyecto de vida superador, un proyecto para reinsertarse en el trabajo o terminar los estudios”.

Además, tiene claro que para los detenidos ese espacio no sólo significa ir a clases sino también una oportunidad. “Uno de los detenidos me dijo una vez ‘el peor enemigo cuando estas privado de tu libertad es el tiempo’. Entonces, de pronto, a ese tiempo darle valor con educación es tremendamente valioso”, afirma la docente.

Mientras habla Gladys, Mirta la mira, asiente y dispara: “Ellos necesitan salir, es el único lugar donde no tienen rejas. Se sienten libres en ese momento”.  

Al ser consultada por los prejuicios que existen en la sociedad en torno a la educación en este tipo de contextos es clara: “Cada vez que me tomó un taxi y me traen para acá me preguntan si soy policía y les digo: ‘no, soy docente’. Me dicen ‘¿ah sí?, ¿y qué hacen estos vagos´?”. Luego de que les cuento me dicen ‘pero eso no se conoce en la comunidad’”, agrega Mirta.

“Esto pasa en todos lados. Afuera a veces te dicen ‘¿por qué vas? Esos vagos ya no tienen reinserción’, y yo vengo y me voy bien porque no me pongo a pensar con quién estoy. Yo vengo, me gusta y lo siento. Soy docente y eso lo llevamos en el alma”, explica.

Hace dos semanas en la Comisaría Séptima se entregaron un pizarrón y computadoras que se sumarán al programa.
Hace dos semanas en la Comisaría Séptima se entregaron un pizarrón y computadoras que se sumarán al programa.

LA DEUDA DEL ESTADO

Si bien es cierto que hoy el Estado está cumpliendo con la educación en contextos de encierro, también es real que aún hay muchas carencias que hacen reflexionar acerca del alcance del objetivo. Es que, hasta hace sólo una semana y media, en la Seccional Séptima -donde el programa se implementó el año pasado- el pizarrón era una pared blanca y el gimnasio una pequeña habitación a cielo abierto enrejada.

Por pedido de la Defensoría y avance de la jueza Olavarría se solicitó un pizarrón al Ministerio de Educación. La respuesta no tardó en llegar, coincidiendo con la donación de cinco computadoras que permitirán realizar cursos de Word y Excel y a futuro comenzar con carreras virtuales, algo impensado en pleno siglo XXI, donde las tecnologías mandan.

Esto obliga a preguntarse qué tan desarrollado es el rol del Estado en la educación en contextos de encierros, y a la vez si existe una doble moral de la ciudadanía sobre la posible reinserción de los detenidos.  

Mientras tanto, para las docentes existe una sola respuesta. “Hay que pensar que hoy esa persona que esta acá algún día va a salir, y es muy distinto aquél que pasó por la escuela que aquél que no, porque tuvo esperanzas de que se puede cambiar para mejor. Obviamente no vamos a poder cambiar a todos, pero con uno ya está. Siempre hay algún alumno que después nos va a presentar a la familia, que consiguió un trabajo y para nosotras ése es el gran aporte que hacemos”, sentenciaron Mirta y Gladys, aún con la esperanza de que todo puede ser distinto.

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