El taller de música que nació de una casa familiar y hoy es el semillero que late con ritmo propio
Julián Limia y David Álvarez crearon un refugio sonoro en una antigua casa familiar donde el pulso de los tambores y las cuerdas invita a vecinos de todas las edades a conectar con la música desde el corazón.

Comodoro Rivadavia es una ciudad industrial y el trabajo generalmente gira en torno a la extracción petrolera. Cuesta enfocar la mirada y pensar en trabajar en algo que no esté relacionado con el rubro, sobre todo cuando se trata del arte, sinónimo de ocio, y sería difícil medir el impacto en valores de producción. Esta idea podría analizarse y refutarse, pero no es el objetivo de estos párrafos, que pretenden presentar a Julián Limia y David Álvarez, dos músicos comodorenses, que por sobre todo, son trabajadores.
A los lectores ansiosos se les informa que, en Parche y Madera, se aprende a tocar instrumentos de percusión, de cuerdas y también canto. Está ubicado en el km 3, en la calle Onelli 6, frente a la escuela secundaria Hipólito Yrigoyen.
¿Satisfechos? Si es así, se prosigue con la esencia de Parche y Madera, que vale la pena conocer y que puede ser un empujón para quienes tengan deseos de conectar con la música y entender que, para hacer arte, también se trabaja.
¿POR QUÉ PARCHE Y MADERA?
David eligió este nombre inspirado en el tema musical "Candombe para Fígari" de Rubén Rada. Allí se nombra al tambor, el cuero, el parche y la madera, elementos protagonistas en la vida de este músico comodorense.
El taller fue una iniciativa personal de David pensada antes de la pandemia, con el objetivo de enseñar percusión, ya que él es creador y director de Dios te Salve Vecina, grupo de percusión que utiliza el sistema de ritmo con señas.
Llegó la pandemia: chau música, chau fuente laboral y a tocar el tambor a otra parte, a tal punto que David vendió algunos de sus instrumentos y retomó su trabajo en la construcción para poder sostener a su familia. Situación: Parche y Madera quedó en el freezer.
"Dios los cría y el viento los junta", un dicho bastante popular en tierras comodorenses y, de alguna manera, fue lo que sucedió con David y Julián. Julián Limia regresó a Comodoro Rivadavia desde Buenos Aires, lugar donde estudió percusión africana. Aquí trabajaba junto a su madre en el estudio de abogados de su propiedad.
Retumban los tambores, van y vienen. En 2023, Julián y David decidieron retomar el proyecto del taller Parche y Madera juntos, pero esta vez funcionaría en una propiedad que alguna vez había sido el hogar de Julián y su familia: Onelli 6, barrio General Mosconi.
UNA CASA, UN TALLER Y UNA HISTORIA QUE SUENA
“En pandemia falleció mi abuelo, luego mi madre se enfermó y también la perdí. Quedamos solos con mi abuela en una casa muy grande”, recordó Julián, en una entrevista con ADNSUR.
Bilda Esperanza se llama la abuela materna de Julián, tiene más de 80 años y es propietaria de una vitalidad única, que la mantuvo a flote más allá de las pérdidas afectivas que tuvo que afrontar. Julián y su abuela decidieron que ella estaría mejor en Buenos Aires, rodeada de otros afectos y amistades que pudieran acompañarla mejor.
Así fue como la casa quedó vacía y Julián, con el gusto amargo de lo que alguna vez fue un hogar lleno de proyectos y afectos familiares. La abuela Esperanza se mudó, pero dejó la casa con las puertas abiertas para que otros aires la habitaran. Parche y Madera llegaron, y entre tambores, los malos recuerdos se fueron mudando de a poco, vaya a saber a dónde.
En Parche y Madera se respira un aire familiar, y las clases fluyen en la casa de la abuela Esperanza. Los padres llegan con sus hijos que toman clases y a veces se quedan en el living a la espera de que terminen. Hay conexión de wifi, y en la cocina una pava siempre dispuesta para los mates de la tarde.
LOS PROFESORES DE MÚSICA
Los primeros talleres que se desarrollaron en la casa de la abuela Esperanza fueron los de percusión, ya que Julián y David son profesionales en el tema, pero a medida que llegaban los alumnos, también llegaban otros profesores con más propuestas.
“Tenemos profesores de mucha trayectoria que se adaptan a las necesidades y preferencias de los alumnos, y hay más de un profesor por instrumento, así que se puede tomar clase con quien se sienta más cómodo”, expresó David.
Parche y Madera no es un conservatorio; cuando Julián y David organizaron el espacio, lo pensaron como posibilidad, pero dejaron esa idea atrás: “El conservatorio tiene una formación rígida, no contempla las individualidades de los alumnos; nos interesa mantenernos en formato taller”, indicó David.
Hace un año se sumó al proyecto Leonardo Coda, profesor de violonchelo, quien además de dar clases, aporta activamente al desarrollo del taller.
“Leo tiene una formación muy académica; su vida es estudiar música. Cuando llegó desde Buenos Aires, se le abrieron muchas puertas, se sumó a la orquesta de la universidad, está en un coro y da clases”, comentaron Julián y David.
Julián es el responsable de la organización administrativa del lugar y, desde que abrieron el taller, una de las dificultades que ellos denominan como positivas es que cada vez hay más alumnos que quieren aprender y más docentes dispuestos a enseñar.
UN SEMILLERO DE MÚSICA
Las tardes en Parche y Madera son agitadas; mientras Leo Coda explica cómo es el mantenimiento del violonchelo, desde el fondo se escuchan los acordes de una guitarra de la mano de un adolescente que puntea un tema de rock nacional. En el otro extremo de la casa, la clase de canto ya comenzó y una alumna hace ejercicio para calentar sus cuerdas vocales. El ukelele parece ser atractivo para los más chicos, y los Beatles suenan en versión de cuatro cuerdas.
Al taller concurren adultos que desean perfeccionarse o cumplir con una materia pendiente: interpretar instrumentos. Algunos hacen ejercicio para calmar ansiedades y otros simplemente hacen sonar una guitarra.
Para David y Julián, la música y la percusión son una pasión que es difícil de precisar: “Explicar lo que siento por la música no es posible para mí, es como si me pidieran que explicara el amor. Viene desde tan profundo que las palabras no alcanzan”, expresó Julián.
“Cuando me conecto con la música, es el momento que más disfruto de la vida, comparable a cuando tuve a mi hijo”, relató David.
Parche y Madera es un semillero musical. Facilita la conexión entre alumnos y profesores, propicia ensambles y la formación de bandas musicales. En Parche y Madera, la música circula y anida en el corazón de los comodorenses.
