La ganadería ovina en la Patagonia enfrenta cada invierno el mismo desafío: el congelamiento del agua en los bebederos, una problemática que impacta directamente en el bienestar animal y la productividad del sector. Pero un grupo de técnicos del INTA logró una innovación que promete cambiar esta realidad para siempre: el Bebedero Térmico Ovino, bautizado como BeTO.

Este desarrollo tecnológico, que soporta temperaturas de hasta -22°C, permite que las ovejas tengan acceso a agua limpia, a demanda y sin congelamiento, incluso en los climas más extremos del sur argentino. Además, su funcionamiento se activa únicamente cuando detecta la presencia de una oveja, lo que lo convierte en un sistema eficiente, sustentable y adaptado al contexto local.

Un desarrollo con sello patagónico

El dispositivo fue creado en conjunto por técnicos del INTA de Los Antiguos (Santa Cruz) y del Laboratorio de Internet de las Cosas del INTA Balcarce. El prototipo se probó con éxito en el establecimiento San Carlos, a 80 kilómetros al sur de Los Antiguos, donde los inviernos son crudos y la infraestructura escasa.

El invento argentino que salva a las ovejas del frío extremo en la Patagonia

Aislamos el reservorio por debajo de la línea de congelamiento y recirculamos el agua con un sistema de bombeo. El tanque puede almacenar hasta 1000 litros y ese volumen es escalable”, explicó Santiago Arhancet, jefe de la Agencia de Extensión Rural del INTA en Los Antiguos.

Lo llamativo es que el bebedero funciona de forma inteligente: gracias a sensores y algoritmos, identifica si el animal que se acerca es una oveja y solo en ese caso habilita el agua. Esto no solo permite ahorrar energía y agua, sino que también responde a una necesidad concreta: evitar el uso por parte de guanacos, con los que el ganado compite por el recurso hídrico.

Energía solar y sustentabilidad

Otro punto clave del BeTO es su autonomía energética. Todo el sistema se alimenta de paneles solares, lo que permite su instalación en zonas rurales sin conexión eléctrica. Además, trata el agua para evitar el desarrollo de microorganismos, puede vaciarse cuando no hay animales y reduce la evaporación en verano, lo que lo hace útil también en zonas cálidas.

No solo mejora el acceso al agua, sino que también cuida al operario, que antes debía romper hielo con temperaturas extremas, y protege el recurso hídrico, que suele desperdiciarse cuando se rompe el hielo”, detalló Arhancet.

El invento argentino que salva a las ovejas del frío extremo en la Patagonia

Un desarrollo colectivo y en marcha

El proyecto fue posible gracias al trabajo del equipo técnico compuesto por Martín Roa, Liliana San Martino, Fernando Manavella, Vicente Dimuro, Marcos Clemente y Arhancet, además del financiamiento del Instituto de Promoción de la Ganadería de Santa Cruz (IPG) y el apoyo de la Asociación Agrícola Ganadera del Noroeste de Santa Cruz.

“El trabajo con los productores fue clave. La familia Garitaonandia, del campo San Carlos, nos cedió un potrero para las pruebas. Cerraron su propio bebedero para dejarnos testear BeTO con sus ovejas. Nos dieron total libertad”, valoró Arhancet.

Las pruebas con cámaras trampa confirmaron que el sistema reconoce a las ovejas y en menos de dos minutos les proporciona agua fresca, mientras ignora la presencia de otros animales.

Camino a la comercialización

En febrero de 2024, el INTA inició el proceso para patentar el invento ante el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INPI), destacando su innovación frente a más de 120 tecnologías similares a nivel internacional. Actualmente, el organismo avanza en un convenio de transferencia tecnológica con una empresa de la región para fabricar el bebedero a escala comercial.

Es una solución diseñada para la Patagonia, pero aplicable en cualquier zona del país o del mundo donde se necesite optimizar el acceso al agua”, destacó Marcos Clemente, del área de IoT del INTA Balcarce.

BeTO representa mucho más que un bebedero: es una respuesta concreta, inteligente y sustentable a una necesidad histórica del campo argentino. Y es también una muestra de cómo la ciencia pública puede generar tecnología adaptada al territorio, con impacto real en las economías regionales.

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