En una pequeño poblado de 1000 habitantes, ubicado a la salida de Caleta Olivia, la ciudad petrolera de Santa Cruz, vive Lautaro Salazar, un joven de 15 años que se convirtió en el primer santacruceño en hacer podio en un Nacional en la disciplina tiro con disco. Allí, entre calles angostas, vecinos conocidos y vida tranquila, Lautaro entrena a diario bajo las órdenes de su padre, Pablo Salazar (44), quien dirige la única escuela de atletismo del lugar.

Por estos días, Lautaro está en La Pampa representando a su provincia en los Juegos Epade. El joven quiere volver a hacer podio, tal como hizo en el Nacional de Córdoba y así sumar otra presa a su medallero, aquel que de alguna forma lo invita a la ilusión.

Es que aún lejos de las grandes ciudades se puede soñar, sino basta con preguntarle a Eladio “Coco” Muñoz, el chubutense nacido en Gualjaina que participó en los últimos Juegos Olímpicos de Tokio. El fuego sagrado no distingue lugares ni distancias.

El adolescente que entrena su papá y fue el primer santacruceño en hacer podio en un nacional de tiro con disco

La última semana, previo a viajar, Lautaro y Pablo dialogaron con ADNSUR y contaron parte de su historia. 

Según cuenta Lautaro comenzó en el deporte por herencia de sus padres. Pablo desde los 20 años corre y Mariana Gordillo, su mamá, también lo hace. 

Lautaro creció viendo eso, y a los 3 años comenzó a hacer sus primeras armas en el atletismo, aunque por entonces era solo un juego. 

Cuenta Lautaro que siempre corrió, hasta que un día le llamó la atención el lanzamiento y probó. “Empecé hace tres años con el lanzamiento. Siempre corrí pero en un momento me llamó la atención, probé y me gusto. Así empecé”, recuerda.

Por ese entonces, Pablo ya había dejado el petróleo y había comenzado con Las Maras, la Escuelita de Atletismo de la localidad, gracias a una convocatoria de la Comisión de Fomento del lugar.

A la distancia, el entrenador asegura que para él “fue un golazo, como un futbolista que le estén pagando por lo que le gusta hacer”.

Para llevar adelante el proyecto se inspiró en un amigo, y así dio inicio a la Escuela de Atletismo de Cañadón Seco, uno de los pocos espacios deportivos del lugar. Pablo lo recuerda como si fuese hoy. 

“Me motivó mucho un amigo que tengo, que se llama Darío Huber que tenía una Escuela de Atletismo en Pico Truncado, que son Los Lebreles. Él a los chicos les enseñó todas las pruebas de atletismo y eso quise hacer acá, porque al principio entrenaba chicos para correr solamente, pero después empecé a enseñarle a los chicos el resto de las pruebas; correr, saltar y lanzar”.

SOÑAR DESDE EL PAGO CHICO

Tanto a Lautaro como a Micaela, su hermana, les llamó la atención la prueba de lanzamiento y así comenzaron a incursionar en la disciplina. 

En la actualidad, los chicos entrenan en el predio que la escuela tiene en el barrio Gas del Estado, allí donde hace unos años funcionaba una cancha de fútbol que prácticamente quedó abandonada, y dónde hoy se construye una pista de atletismo de 200 metros. 

En ese lugar de tierra y piedra Lautaro construye sus sueños junto a su familia.

Dentro de la jaula de contención de lunes a viernes práctica lanzamiento de disco y bala, aprovechando la similitud de las dimensiones con una prueba real. Mientras tanto, otros chicos practican salto en largo en la corredera que tiene el predio. 

El espacio, sin duda, es fundamental para el crecimiento de los jóvenes, quienes esperan con ansias la terminación de la obra del óvalo de 200 metros. Pero también para el crecimiento de Pablo, quien ante los nuevos desafíos que le impusieron sus hijos tuvo que comenzar a aprender sobre una disciplina que no conocía en profundidad, tal como reconoce. “Yo quiero lo mejor para ellos. Entonces el hecho de que mis dos hijos elijan bala y disco me obligó a capacitarme más porque yo le quiero dar esto y más”.

La Escuela sin duda es un crecimiento para todos. Incluso para la comunidad, que a principios de noviembre recibió a atletas de Perito Moreno, Las Heras y Caleta Olivia que fueron a participar del primer torneo que organizó el espacio. Hubo cerca de 80 chicos y fue un éxito, incluso albergando a los competidores. 

SUPERARSE DÍA A DÍA

Luego de haber hecho podio en el Nacional de Córdoba, donde quedó tercero, con una marca de 43 metros, Lautaro quiere ir por más, superar sus propias marcas, y aprovechar todo lo que aprendieron en el Campamento de Lanzamiento que organiza el profesor Julio Piñero. 

Allí, antes de la pandemia, compartieron espacio con el seleccionador de bala y disco Raúl Alfonsini, atletas de Buenos Aires, Entre Ríos y Córdoba, y el gran Germán Lauro, el medallista olímpico que hoy se encuentra retirado de la actividad, y que es el máximo exponente de Lautaro y su padre. 

Pablo reconoce que para su hijo haber participado de ese campamento fue un antes y después, ya que “despertó todos los sentidos en lanzamiento”, aspectos que aprovecharon en pandemia. Es que mientras el mundo estaba congelado, en la casa de los Salazar el atletismo siguió vigente, y terminó siendo una beneficio para Lautaro, quien pasó de tirar 30 metros a 43. 

Pablo se siente orgulloso de Su hijo, sabe que el atletismo es una disciplina difícil. Lautaro por su parte, está feliz de seguir los pasos de su padre, y quiere ir por más.  “Quiero tener un buen rendimiento, dar lo mejor de mi y pasar mis marcas. Como dijo mi papá, los dos siempre vimos a Germán Lauro y me gustaría competir a ese nivel, nivel sudamericano y demás, siempre quiero dejando la bandera de Cañadón Seco y Santa Cruz bien alto”, sentencia este joven que se anima a soñar de la mano de su padre, desde un pequeño poblado de la Patagonia.

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