Caminando por el Centro para ir a su imprenta muchas veces se cruzaba a Víctor Correía, el hombre que tuvo la última cochería privada de Comodoro Rivadavia; también a Joaquín de Sousa Ignacio, el histórico zapatero portugues de la calle Ameghino; y luego quizás entraba a su local don Asencio Abeijón, aquel hombre que escribió sobre un carrero patagónico y le dio letra al periodismo cuando la ciudad todavía era un pueblo. Armando Andrade pertenece a esa generación, la del Comodoro de antes, y con 87 años puede contarlo.

Este mes, este hombre que hizo de la imprenta un arte y una referencia será homenajeado en el Lucania Palazzo Hotel. Será el sábado 22 a las 17:00 hs, donde se concretará la donación de su biblioteca y parte de la producción de su imprenta.

En ese marco, habrá un homenaje a este hombre que fue referencia para comerciantes y escritores, pero también los diarios, siendo el creador de los primeros logos que tuvieron Crónica y El Patagónico, además de colaborador de El Chubut..  

Armando Andrade, el hombre que hizo de la gráfica su oficio durante más de 50 años en Comodoro

UN AMIGO DE TODA LA VIDA

Andrade nació el 26 de agosto de 1934 en Chile, en la región Aysén, adonde llegó su padre desde Puerto Montt, donde hoy Armando tiene una casa. Con solo tres años, en el 37, sus padres lo trajeron a Comodoro Rivadavia en un camión y se instalaron en una pieza de alquiler de la calle España, a la vuelta de donde hoy está la estación de servicio. 

Por ese entonces estaba la escuela 24, y dos negocios: un sastre portugués y un quiosco. Allí la familia estuvo unos meses hasta que se mudó; primero a la calle San Martín y luego a Francia 930, el lugar desde donde Armando cada día salía para la Escuela 24 (hoy conocida como 83), y luego al Colegio Dean Funes. 

Era una época en que las clases comenzaban en primavera para esquivarle al frío de la Patagonia. En el viejo Centro, Armando se crió junto a Mario José Bladilo, el creador de Bladilo y asociados. Con él no solo compartió escuela, sino también fue quien lo insertó en el oficio que hizo durante más de 50 años: la gráfica y la publicidad.

“Mario José fue íntimo amigo mío”, recuerda a la distancia Andrade en diálogo con ADNSUR. “Nos criamos juntos, vivíamos en el mismo barrio, fuimos al mismo colegio, seguimos estudiando juntos en el Perito Moreno, pero aparte de eso cuando dejé de estudiar me dijo ‘venite a trabajar conmigo’ y fui a Excélsior Publicidad con Jorge Canel.. Ahí empezamos a trabajar juntos y seguimos hasta su muerte”, dice con la simpleza de saber que muchos de los suyos ya no están.

Cuenta Armando que por ese entonces la vieja Excélsior Publicidad quería crear el departamento gráfico porque estaba principalmente abocada a la radio. Y así comenzó a dar sus primeros pasos. 

“Yo no era diseñador gráfico ni nada de eso. Lo que pasa que antes no estaba la carrera de Artes gráficas, pero uno hacía carteles, vidrieras, lo que venga. Hacia escenarios de teatro, me las ingeniaba”, recuerda a la distancia. 

El destino ya estaba marcado para Armando. Cuando recuerda su infancia, no olvida el viejo taller de la casa España, donde un señor pintaba carteles para decorar la San Martín en los carnavales. “Era pintor de coche, pero pintaba de todo. Eso me acuerdo bien, estaba donde hoy está el Centro Catamarqueño”, dice sobre ese hombre. 

Cuando era adolescente, Armando tuvo un problemas en las vías respiratorias y en el pueblo no había atención para su caso. Sus padres, desesperados lo llevaron a Buenos Aires y luego de unos meses de tratamiento del neumotórax él decidió quedarse allí y terminar su secundaria en la escuela Hipólito Vieytes, de Ayacucho y Gaona, en pleno caballito. 

A su regreso fue que comenzó a trabajar con Bladilo, quien estaba acompañado por Carlos Omar Bareiles y Juan Carlos Negri.

Así Armando le llegó la posibilidad de hacer el primer logo a El Patagónico, y luego a Crónica. Pero un día tuvo un ofrecimiento que lo hizo cambiar de rubro: la zapatería. “Yo por ese tiempo hacía vidrieras y stands, conocí mucha gente, y un día vino Calcaterra de Tonsa, y me dijo yo quiero que me hagas la vidriera, pero que trabajes conmigo”.

Como el pago era bueno, Armando pegó el volantazo y durante un año trabajó en ese lugar. Por ese entonces, ya sabía que quería tener algo propio, pero todo cambió cuando entró a diario El Chubut que tenía su propia imprenta. “Ahí aprendí lo que era la imprenta. Me gustó y me entusiasmó, y ahí comencé con la gráfica. Todavía estaba en Tonson y un día pase por el diario El País que me quedaba camino en mi casa, entre Francia y San Martín. Dije: ‘vengo a mirar cómo era el diario’. Me atendió el jefe de redacción, me preguntó qué hacía, y me dijo usted me podría venir bien, y me invitó a trabajar con ellos, haciendo los títulos de las páginas. Por ejemplo: sociales y deportivas. Con eso empecé a trabajar en el diario El País. Ese fue mi primer trabajo de gráfico”, recuerda.

La experiencia del diario solo duró unos meses, luego se transformó en una cooperativa y se fue a Río Gallegos. En busca de sus sueños Armando armó las valijas y se fue para el sur. Sin embargo, cuando quiso crear su propia imprenta comenzaron los cuestionamientos. Sin tiempo para complicaciones el decidió volver a casa. 

En su regreso a Comodoro creó “Publicidad Americana”, su propia empresa de publicidad. Estuvo un año con la firma hasta que le ofrecieron comprar una imprenta que estaba casi abandonada. Cuenta que la compró y la pagó en un año. Y así comenzó su gran historia, en San Martín 437, un conventillo donde había una serie de locales.

En esa época eran trabajos para oficina comercial nomás", recuerda. Membrete, sobres, tarjetitas. Alguna invitación, algunas tarjetas de casamiento. Planilla se hacía muy poco, no sabía mucho de publicidad. Pero me acuerdo que hice unos folletos para Schlumberger y un tiempo después vino el gerente a mostrarme que había salido en una revista. Lindos recuerdos. Pero en esa época hacíamos lo que aparecía. Un día apareció una obra de teatro y me dijeron que haga el decorado. Me encontré con el tema de luces, el nivel del piso, el telón, y ahí empecé y conocí a Alfredo Sadhi, porque en el Comodoro de antes nos conocíamos todos, sabíamos que hacía, quién era, por más que no lo conocieras”.

Junto a su hijo Miguel.
Junto a su hijo Miguel.

En su larga vida, Andrade también fue dirigente de Huracán, el club de sus amores, e hizo la que quizás es la primera revista institucional de un club deportivo. En 2014, ya había dejado ese rol, y sintió que también el momento de cerrar su etapa en la imprenta, que funcionaba desde hace años en la calle Mitre. 

Ya habían pasado 54 años desde aquel el 1 de marzo de 1960 en que abrió las puertas por primera vez. Su señora ya había fallecido y su hijo estaba estudiando en Buenos Aires. 

Por eso cuando su hijo se recibió de licenciado en Administración Contable y Sistemas le propuso viajar, recorrer lugares que no habían conocido. Y así fueron a conocer la familia que tenía en la zona de Puerto Montt, donde terminó haciendo una casa en Canutillar, a 40 kilómetros de Puerto Varas.

La imprenta siguió funcionando por un tiempo. Un empleado la compró, pero nunca la pagó, dice Andrade. Pero más allá de ese mal trago el legado estaba escrito: había impreso los primeros almanaques patagónicos con fotos y también miles de libros de autores Patagónicos, desde Asencio Abeijón hasta Andrés Cursaro, Angelina Coiçaud Covalschi, y Hugo Covaro, el autor del primer libro que imprimió en su vida

 A la distancia, Armando admite que “llegó a ser una de las mejores imprentas", gracias a su gusto por la tecnología. "Todo lo que salía nuevo yo quería comprarlo. Empecé con dos Minerva, pero conocí el offset, conocí máquinas heidelberg, y quería tener esas máquinas y las compre. Tenía tres. Y así siempre fue: compraba una, las pagaba y después compraba otra. Pero llegué a hacer cosas que no se hacían en Comodoro”, dice con emoción este hombre que hizo de la gráfica un nombre y acompañó toda una época, tiempos que ya no existen para ese rubro. 

Armando Andrade, el hombre que hizo de la gráfica su oficio durante más de 50 años en Comodoro
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