BUENOS AIRES - Desde hace unos años se puso de moda apilar piedras en entornos naturales, especialmente en espacios emblemáticos y masificados como determinas cimas o puntos de la costa, como en el Cap de Creus (Costa Brava). Una única pila de piedras, como los clásicos hitos que guían a los senderistas, no es un problema, pero sí su proliferación por puro placer o para postear en redes sociales. Una pila lleva a otra y terminan siendo varias de ellas. Lo que aparentemente comienza siendo una acción totalmente inofensiva puede acabar acarreando consecuencias nefastas para los ecosistemas naturales.

 "Levantás una piedra y lo que encontrás es vida”, asegura Carles Castell, experto en conservación de espacios naturales y colaborador del Centre de Recerca Ecológica i Aplicaciones Forestals (Creaf). “En entornos de condiciones extremas, donde la vegetación suele ser escasa y dispersa, sirven de refugio para muchos animales, retienen la humedad del terreno, favorecen el crecimiento de plantas… ¡hay especies que dependen de ellas para poder vivir!”, afirma el experto. De aquí la importancia de dejar las piedras en paz.

Fuente de vida

Castell bromea señalando que es como si “obligásemos a las pobres plantas y animales, acostumbrados a vivir en un pueblecito de plantas bajas, a adaptarse a un entorno mucho más similar a Manhattan”. Pero para algunas especies de animales dista mucho de ser una broma. Para el Akis bremeri, un escarabajo endémico y amenazado de las dunas de la isla de Formentera, o la Podarcis pityusensis, la sargantana de Formentera, es una cuestión de pura supervivencia. Estos animales necesitan el espacio bajo las piedras para reproducirse, refugiarse del sol o encontrar alimento.

La pasada primavera, un colectivo de científicos de varias universidades del sur de Europa, entre otros centros, escribió una carta al editor de la revista Human–Wildlife Interactions alertando sobre esta amenaza para la biodiversidad. En algunos espacios, las autoridades competentes ya han puesto manos a la obra y han instalado paneles informativos y coercitivos. Combatir esta práctica está al alcance de todos. Más allá de no apilar piedras, Castell insta a derrumbar las pilas que nos encontremos (siempre que no sean hitos) y a intentar repartir las piedras por el suelo.

Otras acciones no tan inofensivas

“Aunque el impacto cero no existe”, reconoce el colaborador del Creaf, sí es conveniente que se eviten determinadas conductas. Acciones que, al igual que apilar piedras, pueden parecer inofensivas a priori, pero no lo son.

Castell se refiere a caminar fuera de los senderos y caminos señalizados, por ejemplo. “Al pisar el terreno, lo erosionamos, una sola persona o dos no se notan, pero muchas sí. No hay más que ver el recorrido de los propios senderos”, explica el experto.

Castell insta también a llevar atados a los animales de compañía. “Provocan daños a la fauna y suelen ocasionar problemas con el ganado”, señala.

Otras recomendaciones habituales son respetar la flora y la fauna, no recoger plantas, no liberar animales, no hacer ruidos innecesarios que puedan perturbar a la fauna salvaje o no bañarse en los ríos o lagos. De forma individual son acciones inofensivas, “el problema es la suma de impactos”, concluye el experto en conservación de espacios naturales.

Fuente: La Vanguardia

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