COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR / Por Raúl Figueroa) - Gran parte del proyecto de expansión productiva de petróleo y gas en Vaca Muerta podría verse limitado, según trasciende en medios nacionales, ya que el gobierno de Mauricio Macri –quien pone gran parte de sus expectativas en la posibilidad de exportar gas para equilibrar la balanza deteriorada balanza comercial del país- evalúa cambios en la resolución 46, ya que los subsidios a las operadoras vienen creciendo a ritmo acelerado, en contra de las recetas del FMI para achicar el déficit.

¿Puede Vaca Muerta convertirse en un flan?

Vale recordar que la Resolución 46 es la que establece un sistema subsidios, pagados por el Estado nacional, a las corporaciones petroleras que invierten en la explotación de gas y petróleo, en áreas no convencionales. Concretamente, para incentivar la producción de gas establece un precio de 7,50 dólares por Millón de BTU, mientras que en el mercado ese precio se paga actualmente a 4,20 dólares. La diferencia es cubierta por el Estado nacional, en un sendero en el que el ex ministro Aranguren proyectaba ir bajando cada año, garantizando así niveles de rentabilidad muy distintos a los que da el mercado gasífero internacional, ya que la referencia del precio internacional se ubica hoy por debajo de los 3 dólares.

Según un informe del diario La Mañana de Neuquén, la compañía Tecpetrol, por ejemplo, invertirá este año 1500 millones de dólares, lo que se vio reflejado en el fuerte crecimiento de su producción gasífera en el área Fortín de Piedra, llegando a extraer hoy 11 millones de metros cúbicos por día. Sin embargo, ese monto de inversión podría ser cubierto en alrededor de mil millones de dólares a partir de los subsidios que debe aportar el Estado nacional, entre el año en curso y el próximo. Este es el motivo por el cual el gobierno evalúa reducir a la mitad las partidas asignadas para este tipo de incentivos a la producción gasífera en Vaca Muerta en el año 2019, en función de los objetivos de reducir el déficit y la dificultad para sostener este tipo de precios de incentivo.

Aun quienes defienden la política de incentivos para desarrollar un recurso de alto potencial, pero de mayor costo de extracción, como el de Vaca Muerta, no pueden evitar admitir el desbalanceo que puede significar mantener fuertes partidas de subsidios a la producción gasífera mediante el fracking, mientras por otro lado se desincentiva la actividad de áreas convencionales. Estas, como refleja un reciente informe de ADNSUR, vienen mostrando caídas en sus producciones gas, pero además afrontarán retenciones a la exportación de petróleo, en una medida que claramente impacta en forma negativa en la Cuenca San Jorge en general y en la provincia del Chubut en particular.

Una advertencia desde el reino del Shale

Resulta llamativo también un informe recientemente publicado por el diario New York Times, firmado por Bethany McLean, una reconocida especialista, autora de un libro sobre Enron con fuertes repercusiones. Dicho artículo advierte que toda la producción del fracking de Estados Unidos está montada sobre una estructura financiera sumamente endeble y volátil, a partir de factores que pueden resumirse en dos grandes líneas: uno está basado en la rápida declinación productiva de los yacimientos no convencionales, que pueden llegar a caer un 10% en los primeros dos o tres años de actividad, lo que obliga permanentemente a un ritmo de perforación para sostener medianamente las curvas de producción. El segundo elemento, según la prestigiosa analista, es el crédito barato que actualmente presta la Reserva Federal disimular la escasez de ganancias o pérdidas que han tenido muchas de estas compañías con el fracking, ya que los costos todavía no permiten grandes ganancias (sobre todo por la caída de precios que abarcó de 2014 a 2017), aunque sí mantienen altas expectativas y una retórica de auto abastecimiento que por ahora permite mantener la rueda en marcha.

Es particularmente llamativo el extremo de comparación que llega a plantear McLean: pone a la fiebre del fracking estadounidense al mismo nivel que las empresas “puntocom” que quebraron a principios de los 2000, o la burbuja financiera de créditos baratos que estalló en 2008. No en vano, el título de ese artículo es: “La próxima crisis financiera acecha bajo tierra”.

EL riesgo de encontrarse con bases blandas

Así las cosas, vale preguntar por la solidez de las expectativas del gobierno de Macri, puestas en Vaca Muerta, que si bien hoy arroja indicadores positivos no puede negarse que están fundamentados sobre una estructura de subsidios (los mismos que en 2016 dejaron de ir hacia los usuarios o consumidores) que hoy el propio gobierno no sabe si podrá sostener.

En este caso, el boom del shale no se sostiene por crédito barato ni por la Reserva Federal de Estados Unidos, sino por los recursos asignados de un Estado que no duda en aplicar la tijera a otras obligaciones esenciales. Es deseable y necesario producir y exportar bienes que el mundo demande, pero vale advertir el riesgo de que esa perspectiva se transforme en la analolgía que más simpatiza al gobierno por estas horas, la inventada por el ex cómico Alfredo Casero: si “todo el mundo quiere flan”, como dijo el actor para provocar risas y chicanas oficialistas, no vaya a ser que ésta sea la desagradable sorpresa de la base de sustentación de un proyecto cuya potencialidad no puede negarse, pero que tampoco conviene sobre estimar.

Sobre todo porque en gran parte se sostiene por sectores que no sólo renunciaron al postre, sino que deben calcular el pago de tarifas a fuerza de polenta y fideos que no dejan de correr, al igual que el petróleo y el gas, al ritmo del dólar y su alocada escalada inflacionaria.

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