Baelyn S. de apenas 2 años, pasó en apenas una semana de ser una nena normal a vivir una verdadera pesadilla. Estuvo internada en cuidados intensivos pediátricos por un cuadro de hepatitis aguda de origen desconocido, con revisiones de sangre cuatro o cinco veces al día.

La pequeña forma parte de una investigación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) en la que se analizan los crueles efectos de la hepatitis aguda de origen desconocido en niños.

Según publica La Nación, el tormento empezó el 22 de abril, cuando la nena comenzó a brotarse. Su mamá pensó que podría tratarse de un cuadro alérgico. La llevó al médico, que le administró una dosis de epinefrina, tras lo cual las ronchas desaparecieron. Pero al otro día los padres notaron que los ojos de su hija se tornaron amarillentos. 

Cuando volvieron al hospital le sacaron sangre y luego llegó lo peor: “Tienen que llegar a Minneapolis ahora. Es la única manera en la que van poder salvarla de esta hepatitis. No hay tiempo para esperar”, les dijo el médico. 

Toda la familia fue trasladada en helicóptero rapidamente. La nena terminó en una sala de cuidados pediátricos del M Health Fairview Masonic Children’s Hospital, donde los médicos revisaban su sangre cuatro o cinco veces al día para ver si su hígado se recuperaba.

Justo el día anterior, la mamá de Baelyn había hablado con su propia madre, técnica de laboratorio, sobre los misteriosos casos de hepatitis. Pero nunca imaginó que Baelyn podría ser uno de ellos.

El nivel de amoníaco en sangre de la nena había llegado a 109, cuando el de una personal normal es de 25 a 40, según determinó la Dr. Srinath Chinnakotla. A niveles tan altos, “los riñones se cierran; el paciente entra en coma”, detalló.

“Viendo cómo se deterioraba lentamente así, al igual que sus músculos, ella comenzaba a temblar y le costaba sentarse, y no podía mantener la cabeza erguida, y solo verla pasar por eso era como, ‘esta no es mi hija’, ¿alguna vez voy a recuperarla?”, se preguntó con desesperación la madre.

La única opción para salvarla era un trasplante de hígado. De inmediato, Baelyn quedó en una lista de espera. Los niños obtienen la máxima prioridad, un estado llamado 1A, y más todavía a ser pequeños. 

La niña permaneció al tope de la lista de trasplantes durante tres días, cuando llegó la oferta de un hígado de un joven de 16 años en Texas. Afortunadamente llegó a tiempo y se envió un equipo de médicos para que extrajeran el órgano.  

El trasplante duró más de 36 horas y luego de la intervención la mayoría de los síntomas desaparecieron. Sin embargo, tendrá que seguir al menos dos meses internada. La nena todavía no se encuentra fuera de peligro y, según los médicos, realmente no lo estará hasta dentro de un año. 

ENFERMEDAD MISTERIOSA Y ALERTA MUNDIAL

En la actualidad, 109 niños en 25 estados de EE.UU. padecen esta hepatitis. Al menos cinco muriero y otros 15 necesitaron de trasplantes. A nivel mundial, la cifra de contagios alcanza los 340 casos, según reportó el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC).

La mayoría de los niños eran menores de cinco años y no parecían tener ningún problema de salud. Sin embargo, mientras la enfermedad tomaba sus cuerpos, todos sufrieron signos de daño hepático.

SIGNOS DE ALERTA

Lo primero que experimentaron fue la falta de apetito. Luego, al igual que como ocurrió con la niña de dos años, su piel se llenó de ronchas y sus ojos comenzaron a ponerse amarillos, un síntoma conocido como ictericia. Algunos casos aislados sufrieron, incluso, orina oscura y heces grises.

Más de la mitad de los niños diagnosticados con el cuadro, incluida Baelyn, dieron positivo por adenovirus 41, un tipo de virus que normalmente causa malestar estomacal y síntomas similares a los del resfriado. Nunca antes se lo había relacionado con la insuficiencia hepática.

Por el momento, los médicos no están seguros de cómo podría estar involucrado este virus con los casos de hepatitis aguda. Otra posibilidad es que el adenovirus tenga un cofactor que podría ser genético, ambiental o incluso infeccioso. Se cree que podría haberse fusionado con el Covid-19. pero los resultados no son concluyentes.

Fuente: La Nación

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