“Cuando llega el buque desde Sudáfrica a Comodoro Rivadavia el capitán lo arrimó lo más que pudo a la costa y empezaron a desembarcar con un lanchón porque no había botes. Había un viento muy fuerte y  traían una vaca que les habían regalado en Buenos Aires. La vaca se asustó, saltó al mar y salió nadando. Mi vieja siempre contaba que en la orilla había gauchos que enlazaron a la vaca para que no se les escape. Y esa vaca lechera fue la que le dio leche a los más chiquitos, a los recién llegados”.

Así comienza su relato Don Martín Blackie, comodorense descendiente de sudafricanos. Sus padres, Cornelia Van Wyk y John Blackie llegaron a Argentina en 1903 y 1909 respectivamente. Vivió hasta los 11 años en Sierra Chaira y después en la localidad de Sarmiento. Trabajó un tiempo para Pan American Oil Company y después decidió emprender su propio negocio gastronómico en Rada Tilly. Dicen que en la panadería de “Blackie” se hacen las medialunas “más ricas del mundo”.

Emec, una empresa del Grupo Amanus, inició un ciclo de entrevistas para destacar y reconocer a personalidades de nuestra comunidad. Con Don Martín Blackie comenzó la primera de varias que permitirán conocer hacedores, pioneros, empresarios e inmigrantes con mucho para contar.

Martín Blackie nació en 1939 en Comodoro Rivadavia. Su infancia fue en Sierra Chaira, plena meseta patagónica, el lugar que habían elegido sus padres para asentarse, trabajar la tierra y criar a los 10 hijos que vendrían. 

 Contra viento y marea: la historia de Martín Blackie y los Boers en Comodoro

“Se tardaba 27 días de Comodoro hasta el campo con una carreta tirada por mulas. Mi madre se quedaba en la casa con mi hermano mayor que ya había nacido y mi padre salía a buscar de qué vivir. Había que alambrar 3 leguas de campo asique lo hacían a medida que juntaban algo de dinero para comprar alambre”, cuenta Martín en un exquisito relato.

La familia criaba ovejas y tenía unas 70 chivas de donde obtenían la leche para los hijos que iban llegando. La inclemencia del tiempo, el trabajo duro y las nulas comodidades para vivir fueron una constante en aquel entonces.

El primer acueducto de la Patagonia

“Teníamos agua a unos 3 mil metros de distancia del lugar donde estaban haciendo su rancho y había que ir con baldes de chapa, caminar hasta arriba de la montaña y bajar con los baldes. Cuando pudo juntar algo de dinero mi padre compró cemento y con unas piedras lajas  -que sacaba de una cantera cercana- junto a mis hermanos, que ya eran más grandes, hicieron una zanja de 2.500 metros de largo y 40 cm de profundidad y realizaron un canal que fue un primer acueducto que construyó mi papá. Así teníamos agua en casa. Después consiguió semillas y empezó a hacer su propia quinta”, recuerda en referencia a uno de los primeros acueductos que se construyó en Patagonia, a fuerza de trabajo y con la ayuda de los propios hijos.

 Contra viento y marea: la historia de Martín Blackie y los Boers en Comodoro

El aprendió a hablar en Afrikaans, el idioma sudafricano. Al principio sus padres se ocuparon de alfabetizar a todos los hijos, hasta que llegó al campo un maestro inglés, Lord Chamberlain, que recorría las estancias enseñando a los chicos y se quedaba dos meses en cada una.

“Mi padre era un hombre de mucha cultura. Los domingos a la noche nos sentaba a todos alrededor de la mesa y leía la Biblia. Nos hacía relatos y cantábamos en sudafricano. Eso no te lo olvidás en toda la vida”, explica Martín Blackie, a quien esa transmisión cultural le caló hondo porque a lo largo de su vida se dedicó a mantenerla viva.

“De mis padres yo aprendí lo mejor de la vida, que es ser una buena persona, ser respetuoso, darle educación a los hijos. Eso siempre nos decía mi padre: `Acordate de que cuando seas padre tenés que educar bien a tus hijos. La educación que nos dejaron a mí y a todos mis hermanos fue para mí la mejor del mundo”.

 Contra viento y marea: la historia de Martín Blackie y los Boers en Comodoro

A los 12 años comenzó a ir a la escuela primaria en Sarmiento. Tenía que aprender a hablar castellano y se lo enseñó un maestro correntino cuando comenzó primero inferior. Cuando terminó la primaria Martín ya tenía 18 años. Trabajó luego en una casa de repuestos y tres años en la antigua Pan American Oil Company hasta que ahorró dinero para independizarse y puso su primera empresa de transporte.

El gusto por la cocina

Todos los hermanos Blackie desde chiquitos aprendieron a cocinar. “Como éramos muy pobres se compraban víveres una vez por año, cuando se vendía la lana. Si nosotros comíamos la carne de las ovejas, en poco tiempo nos quedábamos sin capital; entonces salíamos a cazar martinetas y las cocinabas al horno. Todos los hermanos tuvimos la pasión por la cocina porque ´la vieja ´nos hacía cocinar de chiquitos y ella se dedicaba a otras cosas. Entonces un día con mi señora tuvimos la oportunidad en Rada Tilly  y dijimos `vamos a hacer un negocio para empezar a elaborar algo. Empezamos con facturas, pan y hoy tengo el orgullo de decir que hemos desarrollado la mejor medialuna del mundo”, dice en referencia a los productos de la panificadora “Blackies” ubicada en Catamarán Gandul 1977 de Rada Tilly

También  fue propietario de un restaurante en la misma localidad al que llamó Die groot treek: La Gran Travesía, donde se servían comidas típicas sudafricanas. “Se llenaba... He recibido a distintas personalidades en ese restaurante”.

El contacto con Mandela

En 1989 asumió como Vicecónsul honorario de Sudáfrica en Comodoro, lugar que ocupó durante 15 años. Conocedor de la lengua, la cultura y el arte culinario de ese país, Martín viajó por 45 días junto a su esposa como huésped oficial y luego muchos más. “A mí me atrapa todo eso. Cuando yo asumí fui invitado por Frederik De Klerk”, el entonces presidente de Sudáfrica. “Por supuesto que lo acepté. Un día me invitaron a un programa a hablar sobre la colectividad sudafricana en la Patagonia. Entonces me hicieron hablar en castellano y en sudafricano y empezaron a llamar muchas personas, algunos que decían que no era sudafricano lo que hablaba. Y llamaron muchas mujeres para decir que “Blackie” habla el verdadero sudafricano de aquellos años”.

Martín Blackie también compartió reuniones con Nelson Mandela cuando fue invitado a la Argentina por el entonces presidente Fernando de la Rúa y aún recuerda una frase: “A un amigo no lo busques perfecto, búscalo amigo”. 

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