COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Ese monto corresponde al título conocido como BODIC 1 y es sólo una parte de la gran deuda externa provincial: la pregunta que nadie responde, mientras se proyecta reprogramar los vencimientos por otros 769 millones de dólares, es: ¿para qué, exactamente, se usaron todos estos fondos?

La pregunta anterior no es caprichosa ni capciosa: la deuda que trimestralmente debe afrontar el Estado provincial, descontándose automáticamente de los ingresos por regalías, explica una parte sustancial de lo que hoy falta para el normal funcionamiento de las escuelas en la provincia, debido al pago escalonado y el conflicto con todos los trabajadores del Estado, desatado hace más de 3 meses.

El gobernador Mariano Arcioni tiene la oportunidad de recuperar liderazgo y credibilidad política a partir de una decisión simple: ordenar una auditoría sobre toda la deuda por la que debe responder el Estado, particularmente en lo que hace al uso de los títulos públicos colocados desde el año 2010 en adelante.

A propósito: antes de la mitad del año próximo se termina de cancelar el “Fideicomiso financiero” por 150 millones de dólares, con un plazo de pago de 10 años, que sería sano y oportuno también auditar a qué tipo de obras se pueden imputar esos fondos.

Un Estado ahogado por deudas

Es simple: se requiere verificar sobre los 10 “centros de encuentro” que debían construirse en la provincia con el BODIC 1, qué porcentaje de obra real hay en las 6 estructuras iniciadas en distintos puntos de la provincia (2 en Comodoro Rivadavia, de 4 que estaban proyectados), pero muy lejos de terminarse. 

“Serán edificios de 3.300 a 3.500 metros cuadrados, además de los espacios comunes y el arreglo de las calles circundantes”, describían las gacetillas de presentación en el gobierno de Martín Buzzi, mencionándose además piletas semiolímpicas y skatepark, entre otras instalaciones.

La modalidad podría luego aplicarse al BODIC 2: otros 80 millones de dólares que deben seguir pagándose, de los que quedan aún cancelaciones por 5,9 millones de dólares en diciembre de este año y un total de 21 millones en 2020, para concluir con 5,8 millones de dólares en 2021.

En este caso, la fundamentación de la deuda era la construcción de dos “nuevos hospitales” de alta complejidad, en las ciudades de Trelew y Comodoro Rivadavia. ¿Cuántos metros cúbicos de hormigón y ladrillos hay en la ciudad del valle, por esa obra?

En la urbe petrolera, la cuenta es más simple: no hay ni siquiera un terreno baldío.

¿Un tiro en el pie?

La decisión debería ir más allá del gobierno anterior, para centrarse también en el núcleo de la deuda contraída al inicio del gobierno de Mario Das Neves, de la cual el actual gobernador se reconoce como continuidad. En este caso, se debería auditar qué obras se hicieron y a cuáles proveedores del Estado se les canceló deudas (y en qué concepto de qué acreencias) por los 700 millones de dólares colocados en 2016, a través de los títulos BOCADE y BOPRO, con un grueso de vencimientos que seguirá ahogando las cuentas públicas provinciales en los próximos 4 años.

El problema no debería resolverse sólo a medias, como puede implicar el acuerdo con el nuevo gobierno nacional, para salir a renegociar los vencimientos y estirarlos en el tiempo (¿hasta 2047?), para lograr oxígeno en el corto plazo.

Vale recordar, más allá de la cancelación del BODIC 1, en 2020 se deben afrontar vencimientos por 125 millones de dólares; U$170 M en 2021 y U$165,5 M millones de dólares en 2022. Lamentablemente, después del Mundial de Qatar no se acaban los problemas: quedarán U$141,7 M para 2023, U$138,3 M para en 2024; U$118,9 M en 2025 y “sólo” 84,4 millones de dólares para 2026.

Salvo que haya temor al posible resultado y sus derivaciones, la tarea parece imprescindible.

Los ‘giles’ siempre pierden

Auditar la deuda externa chubutense permitiría generar un nuevo marco normativo, para que de aquí en más endeudar a una provincia entera no sea tan liviano, ni tan gratuito (excluyendo las comisiones de intermediarios, claro), cargando las consecuencias sobre las espaldas del resto de los habitantes. Esa mayoría silenciosa, que Sacheri describió en “La noche de la usina” y que recientemente se llevó al cine como “La odisea de los giles”. Sólo que aquí, a diferencia de las ficciones tan dolorosamente cerca, “casi” reales, no hay revancha posible.

Sin embargo, urge un mínimo acto de reparación. Sobre todo, si se piensa que esa deuda externa es el equivalente en miles de millones de pesos al perjuicio que estamos provocando hoy a toda una generación de estudiantes, que en los últimos dos años habrán recibido menos del 50% de los contenidos escolares en un de por sí vetusto sistema educativo: si no por paros, por escuelas que no pudieron funcionar en invierno por falta de calefacción y otros problemas de edificios sin mantenimiento adecuado.

Además de la reprogramación de vencimientos, clarificar en qué se gastó lo que hoy se debe pagar sin protesta sería un gran acto de rendición de cuentas hacia la sociedad, que en definitiva seguirá afrontando costos y consecuencias en las próximas décadas.

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