VILLA GESELL - La seña que les hizo Fernando Báez Sosa no dejaba margen para dudas: con el pulgar en alto, intentó aplacar los ánimos. “Está todo bien”, les hizo saber a los chicos con quienes en medio de la hecatombe del pogo trapero, él y sus amigos habían tenido un roce, tal vez a causa de un pisotón, de un choque de hombros. Pero el otro grupo de jóvenes fue intransigente, no aceptó el buen gesto y sin mediar palabra, atacó.

Por eso los expulsaron del boliche a los rugbiers, por la trifulca que se desató en la pista justo en el momento en que Neo Pistea, el cantante de trap que tocaba esa noche, en uno de sus temas clásicos arengó un pogo. A Fernando, que tenía la camisa rota, también lo sacaron del boliche. Aunque de ese momento por ahora no se conocen imágenes.

Fernando y sus amigos habían llegado a las 2 y media de la mañana al boliche Le Brique. Venían del hostel Hola Ola, sobre la avenida 5, a unos 400 metros siguiendo un zigzag de calles de arena. Eran unos 15 chicos los que habían viajado y entre ellos, aunque se llevaban bien, no tenían el mismo grado de amistad. Se movían juntos para algunas cosas, para otras por separado.

Un pogo inició la pelea en el boliche que derivó en el asesinato de Fernando Báez Sosa

Fernando Báez, Franco Coraza, Tomás Dalesandro y Juan Manuel Pereyra, habían conseguido entradas VIP para la noche de Le Brique. Los demás no, pero también habían ido. Los había instado Franco, fanático de Neo Pistea. Por eso, cuando el trapero comenzaba a tocar, abandonaron el VIP en el primer piso y bajaron a la pista. No pasó mucho tiempo para que se rozaran con algunos de los rugbiers.

Uno de los chicos que estaba con Fernando, Tomás, fue en la misma línea que él: “Che, nos perjudicamos todos, nos van a echar”, dijo en una tentativa para frenar la pelea. Pero no le prestaron atención. Los cruces crecieron e intervino la seguridad del boliche.

Los amigos de Fernando se dispersaron y algunos, por separado, fueron yendo al patio interno. Alguno contó la novedad de que a Fernando lo habían sacado del boliche, y los demás fueron enterándose por el grupo de chat que habían hecho para las vacaciones. Unos vieron el mensaje, otros no.

Un pogo inició la pelea en el boliche que derivó en el asesinato de Fernando Báez Sosa

Enterados, primero salió Tomás, lo siguió Juan Manuel, y localizaron a Fernando enfrente, cuando se compraba un helado. “Evidentemente no estamos hablando de chacales, de quienes están buscando problemas”, dijo una fuente del caso a este enviado.

De hecho, ante la primera agresión, una trompada que lo sorprendió de costado, Juan Manuel comenzó a correr hacia la calle 102. “Pensaba que me perseguían”, declaró. Cuando paró, alertó por WhatsApp: “Chicos, nos están pegando”.  

En su relato, Tomás narró que sintió una piña e inmediatamente vio venir a toda la banda. Y que esos muchachos comenzaron a pegarle a Fernando. Contó que intentó meterse, pero otro golpe lo tumbó y, por lo que explicó, él es el joven que se ve en ese video viralizado del ataque, que también recibe patadas estando en el suelo pero que consigue ponerse de pie. En la declaración dijo que recibió “varias patadas” y que cuando consiguió pararse, lo vio a Fernando ya inconsciente, que verlo así los hizo escapar.

Los rugbiers no fueron muy lejos. Los tomó una cámara de la municipalidad, las de negocios cercanos, incluida la del super chino donde se detuvieron. Ahí hasta los interceptan agentes del GAD, el grupo especializado de la Policía, los agentes que visten uniformes negros, y les preguntaron qué estaban haciendo. “Nada, alquilamos una casa acá nomás”, respondieron, lo que era cierto. Los agentes no sabían que a metros Fernando agonizaba, que acaban de cometer un homicidio.

El resto de los amigos del grupo que viajó junto a Fernando declaró en la misma línea que sus amigos más cercanos. “Cada uno vio algo, desde su ángulo y punto de vista”, dijo la fuente a Clarín. Algunos no llegaron a ver el mensaje, otros que lo vieron, como Franco, ni siquiera salieron del boliche. “No jodan con eso”, escribió pensando que el último mensaje era una broma para el grupo.

El expediente podría sumar durante la instrucción nuevas imágenes. Al menos es lo que esperan los investigadores, tomas que muestren cuando lo sacan del boliche a Fernando -todavía no apareció ninguna-, o algunas que aporten los numerosos testigos que presenciaron el ataque.

Cada una haría su aporte, aunque las que ya están en poder de la Justicia, como si se tratara de la señal del pulgar en alto que hizo Fernando, tampoco dan lugar a dudas sobre la intención de los muchachos de Zárate, como esa que tomó el domo de Avenida 3 y Buenos Aires que los deja en evidencia “haciendo un gesto desafortunado, como felicitándose por lo que acababan de hacer”.

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