Un hecho de extrema violencia conmocionó el pasado domingo a la tranquila comunidad rural de Villa Llanquín, a pocos kilómetros de Bariloche, cuando una acalorada discusión entre vecinos por la forma de amansar yeguas derivó en un homicidio a sangre fría. 

El episodio, que tuvo lugar en un campo ubicado a 13 kilómetros de la localidad, dejó al descubierto la tensión latente en la vida rural y el dramático desenlace de una rivalidad insospechada.

EL ORIGEN DE LA DISPUTA QUE TERMINÓ EN TRAGEDIA

La disputa comenzó entre Carlos Sandoval, de 71 años, y su vecino Diego Manuel Sixto, de 44 años, quienes mantenían una vieja rivalidad sobre quién era el mejor amansador de yeguas, un tema de orgullo y saberes tradicionales en la zona. 

Según la reconstrucción judicial, tras una jornada en la que un grupo de pobladores ayudó a Sandoval a juntar yeguas dispersas, ambos compartieron una cena con bebidas alcohólicas donde la conversación derivó en una acalorada discusión sobre sus habilidades para el amanse.

Sandoval reconoció que asesinó a su vecino
Sandoval reconoció que asesinó a su vecino
Foto: Diario Río Negro

La pelea escaló cuando Sandoval echó a Sixto de su casa, quien subió a su caballo pero volvió a discutir con el propietario en la tranquera del campo. En un momento dato, Sixto agredió a su vecino con un rebenque, un látigo típico del ámbito rural, golpeándole en un brazo. 

Herido en su orgullo y físicamente, Sandoval regresó a su vivienda, tomó una escopeta calibre 16 y salió en busca de Sixto. Al encontrarse nuevamente, le disparó directamente en la cabeza, causándole la muerte en el acto por una grave hemorragia provocada por el impacto y la dispersión de 65 perdigones de plomo.

UN TESTIGO Y UNA FRASE ESCALOFRIANTE

El crimen fue presenciado por Gregorio Antinao, un poblador local que también había compartido la cena con ambos hombres. Antinao se convirtió en testigo clave y fue quien persuadió a Sandoval para que se entregara voluntariamente a la policía. 

Horas después del homicidio, acompañó al acusado hasta la comisaría local, declarando a los efectivos: “Les vengo a entregar a un asesino”. Sandoval, visiblemente afectado, reconoció el hecho con la frase: “Me mandé una macana”.

El cuerpo de Sixto fue encontrado en la casa de Sandoval, a unos 20 metros de la tranquera del campo, con un disparo que le destrozó el rostro. La escena y el testimonio del testigo fueron fundamentales para la acusación judicial.

El fiscal Gerardo Miranda imputó a Sandoval por homicidio agravado por el uso de arma de fuego y solicitó prisión preventiva efectiva, argumentando el riesgo de que el acusado pudiera entorpecer la investigación o presionar a los testigos. Sin embargo, el juez de garantías Ricardo Calcagno, tras evaluar la avanzada edad del imputado y el planteo de la defensa, decidió no dictar prisión preventiva efectiva.

En cambio, se impusieron medidas restrictivas: Sandoval deberá portar una tobillera electrónica, tiene prohibido salir de Bariloche y acercarse a los testigos, y debe fijar domicilio en el barrio Vivero. Además, se estableció un plazo de cuatro meses para la investigación preliminar, con prohibición expresa de contacto con los testigos por cualquier medio.

La defensora oficial Blanca Alderete no se opuso a los cargos ni al plazo solicitado por la fiscalía, y destacó que Sandoval se entregó voluntariamente y que el testigo principal ya había declarado, lo que reduce el riesgo de entorpecimiento.

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