La caída de varios metros del camillero en Río Gallegos: ¿fue un accidente o quisieron matarlo?
El caso del trabajador de Salud que cayó desde un tercer piso en Río Gallegos (Santa Cruz) envuelve a la comunidad en un mar de dudas: ¿se descompensó por sus propios medios o lo quisieron callar porque observó algo que no debía? El caso naufraga entre sombras y desesperación con una certeza: el reclamo de respuestas y justicia por parte de sus familiares.
La madrugada del sábado 3 de mayo de Río Gallegos (Santa Cruz) se tiñó de horror cuando un camillero de un hospital público cayó desde el tercer piso de un monoblock.
Sus últimas palabras, grabadas a gritos en la memoria de los testigos, resonaron como un presagio siniestro: “Me las van a pagar”.
Hoy lucha por su vida, inducido en coma, mientras su familia y colegas exigen respuestas ante un enigma que desvela a la Patagonia.
El hecho ocurrió en el edificio ubicado en la intersección de Güemes y San Martín, Río Gallegos. Según vecinos, un estruendo seguido de gemidos los alertó. Alan yacía en la vereda con traumatismos severos.
¿Accidente, suicidio o advertencia? Para algunos, fueron una amenaza dirigida a alguien; para otros, un grito de desesperación.
Las autoridades no descartan ninguna línea: desde negligencia laboral hasta conflictos personales. Es una frase cargada de rabia, pero ¿contra quién?.
Testigos recuerdan los minutos anteriores con un nudo en la garganta. “Me las van a pagar”, gritó, como si supiera que algo malo estaba por sucederle. Esa frase - cargada de dolor y de promesas- quedó como un eco imposible de callar.
El dolor se mezcla con la bronca y la incertidumbre. Nadie entiende cómo un hombre pudo caer de esa manera y quedar al borde de la muerte.
La Policía de Santa Cruz analiza cámaras de seguridad, toma declaraciones, revisa mensajes y llamadas. Mientras tanto, la comunidad se moviliza. Hay marchas pidiendo justicia, pancartas con su nombre y declaraciones públicas.
Antes de sufrir la grave caída, habría estado reunido con compañeros de trabajo y algunos vecinos que habían subido historias a Instagram donde se lo podía ver. “Después borraron todo”, aseveró una vecina.
También trascendió como un dato a investigar que el año pasado el camillero había sido golpeado y dejado en un contenedor de la capital de Santa Cruz.
El caso de Alan se ha convertido en un símbolo. Es el reflejo de una sociedad que exige verdad y justicia que no quiere más silencios ni misterios. Porque detrás de cada noticia, hay una familia rota, amigos desconsolados y una comunidad que sufre.
A medida que pasan los días, la frase de Alan cobra un nuevo significado. Ya no es sólo un grito de dolor sino también una bandera de lucha. “Me las van a pagar” es hoy el lema de quienes reclaman que se sepa la verdad, caiga quien caiga.
La esperanza, aunque frágil, sigue viva. Daniel pelea por su vida en una cama de terapia intensiva. Su familia y amigos no pierden la Fé. Sabe que la justicia tarda, pero llega. Y que el último grito del camillero no será en vano.
La familia del trabajador de salud solicitó a través de las redes sociales a la comunidad en general que realicen cadenas de oración por su pronta recuperación.
“Hola les quería pedir a todos y si pueden difundir se lo agradecería pido cadena de oración por mi primo Alan Márquez!!! Solo Dios puede y lo va a sacar de esto !!!”, escribió en su cuenta de Facebook, su prima.
Mientras tanto, Río Gallegos espera. Espera respuestas, espera justicia. Y, sobre todo, espera que Alan se despierte y pueda contar su verdad.
Porque en su historia, como en tantas otras, hay una herida abierta que solo la verdad podrá cerrar. En el silencio de una caída, hay gritos que todavía que no se escucharon.
Por Raúl Figueroa