TRELEW - El Juzgado Federal de Rawson elevó a juicio oral y público el caso de las firmas falsificadas en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” sede Trelew. El único procesado por adulteración de documento público es el abogado Pablo Pugh. La pesquisa fue de la fiscal federal subrogante Romina Patiño. El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia debe ponerle fecha a las audiencias.

Según informa Jornada, a Pugh le imputan que en mayo de 2015 y como secretario de Extensión y Posgrado y delegado académico de la Facultad, “abusando de su cargo” habría manipulado actas de exámenes de alumnos libres: cuatro folios del Libro 2, un folio del Libro 3 y dos folios del Libro 4. Figuraba agregado y aprobando 7 materias el alumno Facundo Vega, quien sin embargo no figuraba en las actas volantes originales.

El caso se generó luego de que la Dirección de Títulos y Graduados de la Universidad y el Decanato en Comodoro le reclamara a la Sede Trelew el envío de actas volantes originales. Esta queja duró al menos dos años hasta que Pugh se hizo cargo. Como hubo demoras y los pedidos se reiteraron, las empleadas no docentes Silvia Margusino y Lidia Villarroel ayudaron. Revisaron los libros en orden cronológico cuidando que coincidiera el acta volante original con el folio del libro. Entonces advirtieron las irregularidades.

“Les llamó la atención la forma en que estaban agregadas, analizaron el analítico de Vega y vieron correcciones en materias que tenían que ser correlativas”. El 8 de mayo se lo avisaron al decano de Jurídicas, Augusto Ferrari, en una reunión privada. Y el 15 se lo comunicaron vía mail a los profesores afectados, que hicieron la denuncia. Con sello y firma de Pugh alguien había cargado las buenas notas en el analítico del alumno. No se correspondían con las actas volantes.

Al decano le mostraron los libros, acta por acta. “Les manifestó que era algo muy grave y les pidió tiempo para hablar con su grupo político”. La semana siguiente miraron nuevamente los libros y las actas volantes. “Habían sido nuevamente modificadas, anulando lo que se había agregado y volviendo a firmar Pugh”.

Ferarri abrió un expediente administrativo y una auditoría a cargo de Rubén Fleitas. Pero según la denuncia, “seguramente alertado, Pugh había vuelto a intervenir los libros, borrando o testando la intervención anterior y volviéndola a salvar con su firma y sello”, dice la causa.

Según reconstruyó Fiscalía, tras el aviso de las empleadas, el 15 de mayo Pugh fue desplazado. Pero la tarde del domingo 17 de mayo, y aunque ya no era funcionario universitario, ingresó al edificio de aulas. Dijo que “tenía que llevarse unas cajitas porque se iba de comisión”. Llamó la atención que estacionó en la parte trasera de la Facultad cuando por ser domingo el playón delantero estaba vacío.

Le pidió la llave del aula 20 al sereno Ramón Galdamez. Le explicó que “precisaba hacer un trabajo” pero no tenía justificación ni habilitación. De la oficina de la Facultad se llevó dos cajas, presuntamente con los libros. El 18 de mayo llevó estos libros a la escribanía de Daniel Suárez para certificar fotocopias. “Procedió a su desguace y adulteración”. Se sospecha que luego los entregó en persona en la Facultad en Comodoro. El 3 de junio serían secuestrados por la Justicia Federal.

El 28 de mayo se reunió el pleno del Consejo Superior de la UNPSJB y se trataron estas “gravísimas irregularidades” para pedir una “completa y transparente investigación”.

Se exhibieron los tres libros adulterados y Margusino y Villarroel explicaron lo sucedido. “Los libros habrían sufrido un desguace y agregación de nuevas hojas que no estaban originalmente”.

Un ingeniero civil de la Facultad de esa carrera, Pedro Bramati detalló cómo se habrían modificado los tres libros. “Algunas alteraciones pudieron advertirse a simple vista o al tacto de quienes observaron los libros: diferente color de papel, diferente gramaje, diferente tamaño de las hojas, constatación de desarmado y rearmado de los libros”.

Bramati es profesor hace 30 años y era integrante titular del Consejo. Declaró que un día antes del pleno el decano Ferrari le había dicho que había visto los libros y “estaban bien y no tenían ningún tipo de cosa extraña”.

El ingeniero había trabajado como librero y tenía un taller de encuadernado y restauración. Exhibidos en la sesión vio a simple vista “una diferencia de color en las hojas y que eran más cortas. Al abrirlos pudo ver que las siete actas discutidas eran más blancas, la textura de las hojas más suave, eran más cortas y finas que las restantes”. Otra hoja había sido cortada y pegada. Eran adulteraciones con el corte de las hojas auténticas para reemplazarlas por otras, falsificando su contenido y las firmas en anverso y reverso.

Se adulteraron las firmas de José Luis Pasutti, Juan Gerber, Ricardo Nassif, Estela Lamas, Sergio Lucero, Adela Juárez Aldazábal, Guillermo Gregorio, Adriana Ferlan, Piedad Losano y Araceli Cifuentes Valenzuela.

También de Paulo König, Fernando Gélvez, Leticia Brun, Hipólito Giménez, Alfredo Pérez Galimberti, Omar Florencio Minatta, Rodrigo Freire, Raúl Vergara, Hugo Gatica, Gustavo Sepúlveda, Elisa Rossi, María Posse y María Laura Torres.

La acusación considera que abogado trelewense adulteró en tres ocasiones los libros: primero para acreditar materias no aprobadas por Vega; la segunda luego de descubierta la primera, para enmendar esos agregados tratando de volver las actas a su estado original, y por último para borrar todo su accionar anterior habría sustituido las fojas de los libros “causando un perjuicio en el procedimiento de emisión de títulos”.

Según la fiscal, el descargo de Pugh “no es creíble, no resiste el mínimo análisis a la luz de las pruebas y es totalmente inverosímil que se haya tratado de una cuestión que obedeciera a un ´descontento laboral´ de las empleadas”. Resta ahora saber la decisión del TOF para hallar un espacio en su agenda.

Charla privada: advertencia velada

Antes de la sesión del Consejo Superior para debatir la denuncia, Marsgusino y Villarroel fueron convocadas a una reunión privada con el decano Augusto Ferrari en Comodoro Rivadavia

“Les dijeron que los libros no estaban adulterados, estaban sorprendidos que ellas estuvieran allí y les mostró papeles dándoles a entender que el sumario era contra ellas”. El rector Alberto Ayape “también les dijo que los libros no estaban adulterados”. Cuando los exhiben en sesión “las hojas no coincidían con las copias de ellas, pero al revisar los libros se advierte que esas páginas eran más chicas y blancas que las restantes de los libros. Se dieron cuenta que los libros habían sufrido una tercera adulteración previo a llegar al Decanato”.

Fuente: Jornada

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