Vivía un cuento de hadas, pero la ex de su novio la convirtió en el blanco de acoso: "Te voy a destruir"
En los años 2000, una mujer apostó al amor en una página de citas llamada “Te busco”. Lo que comenzó como un sueño de flores, regalos y promesas, terminó con amenazas de muerte, acoso y una escena digna de una película de terror. Esta es una historia real, un aprendizaje doloroso sobre el amor y la valentía.

A comienzos de los 2000, una mujer decidió buscar una nueva oportunidad en el amor tras una separación. Fue en ese entonces que, explorando el incipiente mundo de las citas online, encontró en una web llamada “Te busco” lo que parecía ser su destino: un empresario patagónico atento, generoso y educado. Un verdadero galán.
La conexión fue inmediata. Se escribían todos los días. “Lo primero que hacía al despertarme era abrir el mail para ver si me había escrito”, cuenta. Las flores virtuales pronto se transformaron en ramos reales, perfumes importados y cenas soñadas. “Cada viernes me mandaba ramos de mis flores favoritas”, recuerda, como si viviera un verdadero cuento de hadas digital. Podés escuchar el episodio completo en Spotify y YouTube.
Cuando finalmente se conocieron, él la fue a buscar a la salida del trabajo. “Se abrió la puerta de ese coche polarizado y vi el típico perfil que me encantaba”. Desde entonces, él viajaba cada fin de semana para verla. Se veían en su departamento, un edificio “muy top” de la ciudad, compartían salidas y momentos íntimos. Lo más importante: la escuchaba.
Creyó que había encontrado al hombre indicado. Todo era perfecto… hasta que dejó de serlo.
El quiebre llegó de forma abrupta. Un día, en plena jornada laboral, una mujer apareció en su oficina: “Estaba fuera de sí, despechada. Me dijo que era su ex y que él le había prometido casarse. Que me odiaba porque la había dejado por mí”.
Ese encuentro fue el inicio de una pesadilla. Llamadas constantes con insultos inimaginables: “Los peores insultos que vos te pudieras imaginar. Así me llamaba a cualquier hora del día y me decía de todo en el celular porque no sé dónde consiguió mi teléfono”. El acoso escaló: la mujer se contactó con el gerente de su trabajo para difamarla, la llamaba por las noches hasta que tuvo que apagar su celular, y aún cambiando el número, ella volvía a encontrarla.
El momento más aterrador llegó cuando amenazó a su hijo: “Me llamó y me dijo: ‘Yo estoy acá enfrente al colegio de tu hijo, tu hijo está vestido así, así, así. Yo lo voy a secuestrar, vos no sabés lo que le voy a hacer a tu hijo’”.
Con pruebas en mano —audios, mensajes— fue a la comisaría de Rada Tilly. Pero no quisieron tomarle la denuncia: “Según ellos, como no había hecho nada, no podían intervenir. Ni siquiera con la amenaza a mi hijo hicieron algo”.
Mientras tanto, el hombre que tanto la había enamorado permanecía en silencio. No actuaba, no frenaba a su ex, no la defendía. Su única respuesta: “Está despechada, ya se le va a pasar. Hay que comprenderla”. Para ella, eso fue el principio del fin: “Cada día que pasaba, el príncipe se destenía un poco más”.
El episodio más oscuro fue una noche en su departamento. La acosadora entró por la habitación de servicio usando llaves que aún conservaba. Él no reaccionó: “No quiso salir, no quiso enfrentarla, no quiso hacer nada. Decía que le tenía miedo”. Esperaron en silencio mientras escuchaban ruidos, cosas caer, puertas cerrarse.
Al salir, descubrieron que todas sus pertenencias —ropa, celular, billetera— habían sido tiradas por la ventana desde un sexto piso. “No había nada mío. Tampoco de él. Miramos por la ventana y ahí estaba todo, en plena vereda, en el centro de la ciudad”.
La policía tuvo que entrar con un cerrajero. Pero aún así, él se negó a denunciar: “No quiso acompañarme a la comisaría. No quería meterse. Ahí abrí los ojos. Me di cuenta de que su silencio también era una forma de violencia”.
Con el tiempo, fue la propia empresa de la mujer, la que la denunció por acoso. Solo entonces, se calmó.
Hoy, años después, ella asegura: “Hace más de 6 años que no quiero salir con nadie. No quiero que ningún hombre se me acerque. Nada”. Una vez los cruzó por el centro, con un bebé. “No sé si no me reconocieron o no quisieron hacerlo. Pero estaban juntos otra vez”.
Aunque no tuvo un final feliz, esta historia deja una enseñanza profunda: no todos los príncipes son valientes. Y a veces, el mayor acto de amor propio es animarse a decir basta.
