COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - El rol de las redes sociales aparece como pocas veces antes en la historia de la ciudad en el centro de la escena a partir de los lamentables hechos ocurridos esta semana, en la que un grupo de vecinos afronta un proceso por haber asesinado, como reacción a una acusación que empezó a circular en alguno de estos soportes, al padre de quien señalaron –falsamente hasta ahora, según el fiscal de la causa- como violador de un chico de 12 años, en el sector barrial conocido como Fracción 14.

Aun con lo doloroso del caso, sin dejar de atender la exigencia de toda la sociedad para que se esclarezca y encierre al culpable de tan aberrante hecho, es necesario hacer un recorte para intentar una reflexión de lo que conlleva el uso de facebook, twitter, o el popular whatsapp.

En rigor, ese uso y sus derivaciones no son nuevas, si se toma en cuenta que ya algunas investigaciones por homicidios resonantes en la ciudad pudieron arribar a detenciones por la mera constatación de amenazas publicadas previamente en algunas de estas redes.

Incluso sin entrar en la faz penal, los niveles de violencia discursiva que pueden encontrarse por ejemplo en twitter, en más de una ocasión desentonan ruidosamente con la investidura institucional de quienes usan dicha red. Pueden encontrarse muchos ejemplos en las cuentas oficiales de algunos encumbrados dirigentes políticos.

Habría un ejemplo más reciente, vinculado al debate abierto por el preso -condenado por abuso sexual- que estudia Derecho en la Universidad de la Patagonia y motivó la reacción de estudiantes y directivos. “El miedo se termina cuando lo matemos”, fue el mensaje que circuló en un grupo de whatsapp, según contó a este periodista una estudiante de la carrera. Expresiones como ésta llevaron a la jueza Gladys Olavarría a suspender las salidas transitorias del interno, para tratar de garantizar su integridad física. Si bien es objeto de otro necesario debate el determinar si la integridad de las demás estudiantes estaba garantizada ante este tipo de mecanismos judiciales, que como tal propenden a la reinserción social de los condenados que garantiza la Constitución Nacional, es interesante remarcar que la jueza tomó esta decisión motivada en el contexto de lo que pasó en la Fracción14: en resumen, una reacción de violencia colectiva, que concluyó en un homicidio, por una acusación que empezó a circular en una red social.

No importa en este caso si la acusación es falsa o válida. En el barrio en cuestión parece ser una imputación equivocada, pero ya nada devolverá la vida a José Oviedo, quien murió a manos del grupo de vecinos exacerbados en su furia, por una presunción disparada en una red social. En el caso del preso universitario la acusación está fundada, porque el interno en cuestión está purgando una pena de 11 años de prisión por 4 violaciones comprobadas, pero nada de ello serviría como atenuante en caso de que alguien le provocara algún tipo de daño físico. Se sobre entiende que la expresión de la estudiante estuvo motivada por el miedo; es tan entendible como el temor y enojo de los vecinos, quienes ahora sin embargo no pueden volver el tiempo atrás para salir de la grave situación que atraviesan, con un proceso por homicidio que podría deparar varios años de prisión.

Así, lo que empieza como acusación “virtual”, por la facilidad con que pueden hacerse imputaciones o subir comentarios sin fundamento en una red social, tienen un correlato y consecuencias graves en el plano no-virtual.

No se trata de caer en el desprecio que el genial pensador Umberto Eco planteó en algún momento sobre las redes sociales. Tal vez fue injustamente duro cuando dijo: "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel”. Ni tanto, ni tan poco.

Las redes dan muestras maravillosas de usos solidarios, de democratización del saber, de romper la uni-direccionalidad del discurso, de discutir información cuando el poder quiere callarla. Hace 2 años Comodoro vivía su peor catástrofe climática y fueron los soportes de redes sociales, aprovechados por muchos vecinos y organizaciones, las que contribuyeron a llegar con ayudas de modo más rápido y eficientes que en muchos de los canales tradicionales.

No se trata de demonizar ni sacralizar. Como tantos otros instrumentos, todo depende del uso que se le pretenda dar, sea al cuchillo o al posteo de facebook (donde hay tantas amistades distanciadas o roturas familiares por opiniones extremas en clave de grieta política). El problema, acaso, sea más básico: el de la rotura de diques de contención más primarios, no ligados a la tecnología, sino a la mera capacidad de empatía, al simple límite moral de evitar dañar al otro sin más fundamento que el de una presunción personal, como también de una necesaria presencia estatal como garantía de equilibrio ante demandas impostergables (es ausencia estatal –en múltiples formas- compite abiertamente con las redes sociales, a la hora de buscar causales en los hechos de la Fracción 14). Se trata de asumir que somos responsables por cada uno de nuestros propios actos, así en la vida como en la red. 

Y concluir, crudamente, que esa responsabilidad no se esfuma luego de tocar el botón de “Enviar”.

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