Aunque haya una diferencia generacional entre ellos y no se conozcan entre sí, los recuerdos son casi idénticos para muchos. Como si fuera una película de ciencia ficción y a los nadadores les hubieran insertado un chip que les ordenara la memoria hay palabras que se repiten. Respeto, chancletazo, bautismos, apodos, amigos y la necesidad casi urgente de imitar a Luis Mora cada vez que los llamaba: “al agua mis naaores”.

Así lo recuerda Celeste Crespo que en entrevista con ADNSUR revivió las temporadas de verano que pasó en la academia de Mora. “Nos metíamos al mar de noche y nadábamos. La respiración se entrecortaba y dabas bocanadas cortas hasta que el agua te cubría el cuerpo por completo. A veces no llegamos a vernos la cara pero nos divertíamos, sabíamos que alrededor estaban nuestros compañeros. Braceábamos y cuando nos cansábamos adentro del agua caminábamos, pero los braceos no paraban nunca, nadie se daba cuenta de nuestra pequeña trampa. Desde mar adentro podíamos ver las fogatas que iluminaban la costa y a la gente que nos aplaudía. La “noche veneciana” era una de las noches más esperadas y para nosotros nadar era una aventura”, contó.

Durante 6 años concurrió a la tan nombrada colonia y nunca fue un tema de discusión en su casa. Iba con sus dos hermanos: el mayor y el menor. Celeste es docente universitaria y de nivel medio y aunque en el 2023 los métodos de enseñanza de Mora podrían ponerse en tela de juicio, ella hoy los comprende.

Las “constantes” de su fórmula eran: el bautismo, los apodos, los chancletazos, los raids y la noche veneciana. Las variables eran los “naaores”.

Luis Mora fue profesor de nado durante 30 años. Foto: Tati Villa
Luis Mora fue profesor de nado durante 30 años. Foto: Tati Villa

Luis Mora era chileno y llegó a la ciudad en la década del 50. Siempre le dedicó su vida al deporte. El agua era su entorno habitual y es por eso que entrenaba constantemente. Llegó a participar en dos récords mundiales de permanencia en el agua y tenía un gimnasio que a veces funcionaba como salón para otras actividades sociales. Su tarea como profesor de nado duró más de 30 años. En la década del 90 falleció.

La temporada en su academia iniciaba en diciembre y finalizaba en marzo cuando comenzaban las clases en la escuela. Las actividades se desarrollaban en la costanera y donde hoy está el puesto de los guardavidas se encontraba una caceta de madera que era la base de operaciones de Mora y su esposa Nora. Allí estaban los baños, las duchas, el kiosko que vendía sándwiches y bebidas para los hambrientos nadadores.

LUIS MORA, el profesor de nado recordado por los bautismos, chancletazos y la noche veneciana

Diariamente antes de iniciar las actividades debían izar la bandera argentina, la de la academia y cantar el himno nacional, a eso se le sumaba un estricto control de higiene.

“Estábamos todos formaditos y él pasaba y uno por uno y te revisaba las uñas, el lavado de dientes y si tenías alguna mancha de petróleo y el que tenía alguna de estas malas prácticas recibía el chancletazo”, relató Celeste.

EL CHANCLETAZO 

A este “correctivo” ya pasado de moda y prohibido en la actualidad lo recibieron casi todos los que estuvieron con Luis Mora. Los que no lo aceptaron como condición no siguieron con las actividades en su academia, otros los asimilaron como si fuera parte del paisaje marino.

Los que no respetaban las reglas, les aplicaba un chancletazo. Foto: Sandra Lafeulleade
Los que no respetaban las reglas, les aplicaba un chancletazo. Foto: Sandra Lafeulleade

Máximo Kank tiene 68 años, es abogado retirado y se sumó a la entrevista de ADNSUR. Él recordó el famoso castigo que impartía el profesor Mora y comentó: “Para mí no era un castigo severo, era el recurso que utilizaba Luis para aquel que no respetaba las reglas. Pegaba un chancletazo en la cola, pero no lastimaba a nadie”. Aclaró también que este tipo de cosas las pudo entender a la distancia.

Mora era muy respetuoso de sus rutinas y rituales y allí entraban los bautismos y los apodos.

BAUTISMO Y APODO

Celeste revivió el momento del bautismo y lo identificó como un ritual que se le hacía a los nuevos todos los años.

“Él llevaba una mesa que era la mesa de Nora, la clavaba en el mar y entonces llamaba a los nuevos, los sentaba y los acostaba, les ponía agua y harina en la cara y los tiraba al agua. Algunos podían asustarse, pero donde te tiraba hacías pie, no pasaba nada” y agregó: “En ese momento te daba el apodo y te decía “mojarrita”, “sirena, etc”. El resto del grupo que estaba alrededor aplaudía y repetía en coro el nuevo apodo que se incorporaba al grupo, era una manera de contener al recién llegado”, afirmó la docente.

Este acontecimiento ocurría a partir de un par de semanas de iniciada la temporada, el tiempo suficiente que Mora tenía para conocer a los casi 120 alumnos que tenía cada verano.

“A mí me bautizó hombre montaña. El apodo tenía una función muy importante, el apodo nos igualaba. Es decir, ahí no teníamos nombre, no teníamos apellidos, no había extracción social, estábamos todos en malla y zapatillas”, expresó Máximo.

Bautismo para perderle el miedo al agua. Foto: Laura English
Bautismo para perderle el miedo al agua. Foto: Laura English

A medida que Celeste hablaba se le sumaban recuerdos y se divertía, quería compartirlos todos y así recordó el apodo de su hermano menor: “Pobrecito, le puso bicho feo, después se dio cuenta que lo de feo era heavy y le dejó bicho”.

El profesor Mora tenía un megáfono y con él impartía sus órdenes. Los invitaba a meterse al agua y luego a salir. Eso varias veces durante la jornada. Para secarse se tiraban al pedregullo como lagartijas según comentó Celeste y ahí llegaba el momento de seguir jugando con los amigos.

LOS JUEGOS Y PASEOS 

“Jugábamos mucho a la payana, ese juego de 5 piedras que vas levantando del piso. Vos acá aprendías a ser un buen practicante de payana. Los varones jugaban a la cabecita porque no se podía jugar al futbol, los nadadores no juegan al fútbol”, dijo Celeste.

Por lo visto los “naaores” no vivían solo del agua ya que Luis Mora y su esposa Nora cada temporada les organizaban excursiones. Es posible que el objetivo fuera conocer “otros mundos” o simplemente era un servicio más que brindaba la academia, parte de lo que hoy se llamaría marketing para atraer clientes. Como fuera, la juventud cada verano esperaba los paseos con mucha expectativa.

Foto: Luis de Francia
Foto: Luis de Francia

“Visitábamos la embotelladora de gaseosa que había en aquellos tiempos, estaba ubicada en la calle Chacabuco. Nos gustaba ver como limpiaban las botellas, las cargaban con gaseosa y las metían en los cajones”, comentó Máximo.

Pasados los años se incorporaron otros recorridos y así los detalló Celeste: “Nos subíamos a la chanchita que aún funcionaba en aquella época y pasábamos la tarde en la pileta de km 5” y a eso agregó: “También caminábamos hasta Rada Tilly, salíamos desde su gimnasio y bajábamos por la calle Alem, en 2 horas llegábamos”.

Todas estas actividades formaban parte de los hitos a cumplir y a eso se le sumaban los raids.

LOS RAIDS

Pasadas las semanas el profesor Mora ya conocía a sus “naaores” y era el momento de organizar los raids de nado.

“Había raids de 300 metros a 1200 mts, era un evento especial y participaban los sabían nadar un poco mejor. Me acuerdo de Marcelo Rey que era como nuestro “Meolans” de aquella época. Iban en el bote con Nora hasta el muelle y desde ahí venían nadando, todos recibían una copa, en la casa de mi mamá está el de mi hermano más grande cuando hizo los 800”, describió la docente.

Foto: Máximo Kank
Foto: Máximo Kank

También los destacó como eventos de compañerismo hacia el que se destacaba en ese momento ya que durante todo el raid quienes nos participaban alentaban a los quienes estaban en el agua.

En la academia no solo se aprendía a nadar, sino que su objetivo también era socializar, es por eso que también Mora sumaba los bailes que realizaba en su gimnasio y era un momento muy esperado sobre todo para aquellos que cursaban la adolescencia.

Celeste recuerda todas estas actividades como ritos muy valiosos para aquellos tiempos y es ahí donde subrayó la importancia de la noche veneciana.

LA NOCHE VENECIANA 

Era una de las más esperadas y en la que participaba todo “el pueblo”. Los preparativos duraban una semana. Debían juntar cajones para luego quemar en la costanera y preparar las capas para el desfile. Esa noche se hacia la coronación de la reina y el rey, se desfilaba en malla con el cuerpo cubierto de vaselina y también nadaban.

La elección de los reyes era un hecho democrático en el entorno de un gobierno militar, por lo menos en la época en el que Celeste concurrió, entre la década del 70 y 80.

Según lo recordó la docente, Mora hacía una preselección de las y los candidatos, pero eran sus compañeros quienes debían hacer la elección final.

La elección de los reyes. Foto: Walter Rey
La elección de los reyes. Foto: Walter Rey

“Quienes eran preseleccionados tenían que hacer campaña para que los voten. Hacías unas tarjetas personales, yo me acuerdo las de Sandra Laffeuillade que eran tremendas, las mías las dibujaba yo y eran horribles. Había también un tribunal, o sea Mora le daba mucha importancia al evento”, afirmó Crespo.

La elección era un momento serio, las chicas y chicos tenían que entrar a un cuarto oscuro y poner su voto en secreto, luego se realizaba el conteo del mismo y un jurado supervisaba el procedimiento. Finalmente se realizaba la coronación en el palco.

De diciembre a marzo pasaban los días entre el sol, el agua salada y las piedras. Muchas amistadas se forjaron en esos tiempos. Algunos hoy aún se nombran por el apodo y es posible que en la cola de un banco “secretaria” y “zanahoria” se saluden alegremente.

Los entrevistados poco hablaron de estilos de nado y si se hubiera realizado un juego en donde tuvieran que decir que les dejó aquella época todo los remite al respeto y a los amigos.

Máximo añoró: “Era un ambiente de mucha camaradería. Yo fui en la década del 60 y nos sentíamos cuidados. Hacíamos un círculo entre todos cuando había cosas para conversar y Mora nos escuchaba. Si te volvías a la casa en colectivo él te acompañaba hasta la parada”.

Celeste finalizó: “Lo que valoro como más importante es que Luis generaba una práctica en niños que era la de elegir, la de votar, la una asunto colectivo. Para mí fue una de las cuestiones más impactantes de mi experiencia con Mora y de eso me di cuenta una vez pasados los años, durante mi formación profesional”.

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