Viajó por amor y vivió una pesadilla: estuvo secuestrada, drogada y golpeada por su cita de Tinder
Promesas de amor, un viaje desde Buenos Aires hasta Plottier (Neuquén) y luego varios días de un calvario total. Golpes, amenazas, drogas: el horror que vivió una mujer que fue víctima de la manipulación psicológica de un hombre que parecía perfecto en redes sociales. En esta oportunidad, el final fue distinto al caso de Mirna Maidana, que terminó en tragedia en Rawson el año pasado.

La Patagonia, tierra de paisajes majestuosos y silencios profundos, fue testigo de un horror inimaginable. Una mujer de 37 años, con el corazón lleno de ilusiones, viajó desde Buenos Aires hasta Plottier para encontrarse con un hombre que había conocido en Tinder.
Lo que jamás imaginó fue que ese viaje se convertiría en una semana de tortura, encerrada entre cuatro paredes, víctima de un monstruo disfrazado de hombre.
Todo comenzó con mensajes dulces y promesas de amor. Un mes de conversaciones virtuales la convencieron de que valía la pena cruzar el país para conocerlo. Podés escuchar el episodio completo en Spotify y YouTube.
Pero a las pocas horas de estar en Plottier, las actitudes comenzaron a cambiar. El sueño se desvaneció. El hombre, empleado de la Cooperativa Eléctrica, mostró su verdadero rostro: un depredador que la golpeó, la drogó y la mantuvo cautiva como si fuera su posesión.
Los primeros golpes llegaron sin previo aviso. La violencia estalló como un rayo en medio de la calma, dejándola aturdida y aterrorizada. Él se transformó en una bestia impredecible. Sus manos no conocieron piedad; sus palabras, solo veneno.
Y ella se encontró atrapada a 1.100 km de su hogar, en la casa de un extraño irreconocible, incomunicada, sometida a amenazas y expuesta a todo tipo de violencia.
Pero el dolor físico no fue lo peor. La peor tortura fue la psicológica. Tras cada golpe venía un falso arrepentimiento, una manipulación crónica que se reiniciaba una y otra vez. Un ciclo perverso que la dejaba paralizada, sin fuerzas para escapar.
Un ciclo perverso que la dejaba confundida, paralizada, sin fuerzas para escapar. Mientras él salía a trabajar como si nada, ella permanecía encerrada, sedada con clonazepam, sumergida en una pesadilla de la que no podía despertar.
Ella vivió esta situación a lo largo de una semana que parecieron años. Siete noches en vela preguntándose si al día siguiente seguiría con vida. Ella se sentía cada vez más débil y más perdida en ese laberinto de terror.
¿Cómo había llegado ahí? ¿Cómo había confiado en un extraño? Las preguntas la atormentaban tanto como sus moretones.
Pero en el séptimo día, cuando la desesperación superó al miedo, encontró una rendija de luz. En un descuido de su captor, se escapó.
Corrió como nunca antes, con el corazón a punto de estallar, con las lágrimas nublándole la vista. No miró atrás. No podía. Sabía que si la alcanzaba, no habría segunda oportunidad.
Finalmente, colapsó pero encontró la ayuda salvadora. Golpeada, temblorosa, suplicó ayuda a los efectivos policiales que patrullaban la zona. Las palabras le costaban salir pero su mirada lo decía todo: había estado al borde del abismo. La Policía la escuchó en silencio, horrorizada por el relato de lo que había vivido tras esas puertas cerradas.
El hombre fue notificado de la causa, pero su fachada de ciudadano común lo protegía: no tenía antecedentes. ¿Cuántas otras mujeres habrán caído en sus garras antes? ¿Cuántas no lograron escapar? La Fiscalía de Violencia de Género tomó cartas en el asunto, pero el daño ya estaba hecho. La víctima, ahora a salvo, intentaba recomponer los pedazos de su vida.
Los jefes policiales reafirmaron sus advertencias: las apps de citas pueden ser trampas mortales. "No compartan ubicación, no envíen fotos privadas, no confíen en desconocidos", recomendó el comisario local.
El verdadero terror no está en las pantallas sino en los monstruos reales que se esconden detrás de perfiles falsos.
Hoy, esa mujer intenta olvidar. Pero algunas pesadillas no se borran. El olor de esa casa, el sonido de sus pasos acercándose, el miedo profundo a un final violento quedaron grabados en su memoria para siempre. Siete días en el infierno. Siete días que le arrebataron la inocencia. Y una pregunta que la perseguirá eternamente: ¿Y si no lograba escapar?
A UN AÑO DEL CASO DE MIRNA MAIDANA EN RAWSON: MISMA TRAMPA Y UN DISTINTO FINAL
El martes 11 de junio a las 11:30 de la mañana, Mirna Maidana salió de la escuela 795 donde trabajaba como auxiliar administrativa para volver a su casa, distante apenas a 8 cuadras, en la zona norte de Rawson.
No sabía, jamás podía preverlo, que allí la estaba esperando hace tres horas quien terminaría con su vida: Pablo Fernando Moyano, un remisero llegado hace menos de un año proveniente de la provincia de Río Negro, a quien había conocido por Tinder dos meses antes.
La reconstrucción posterior de los hechos, indica que a las 12 del mediodía, se vio salir a Moyano del domicilio de Mirna para entrar al patio el vehículo que ella había dejado estacionado en la calle.
En un breve lapso de 20 minutos, se determinó que Moyano había abusado sexualmente de ella, la golpeó en la cabeza con un objeto contundente y luego le clavó un elemento punzante en el cuello hasta degollarla.
Si este nivel de monstruosidad no fuera ya increíble, la investigación muestra que luego la víctima fue atada de manos y pies y Moyano le desvalijó la vivienda, llevándose dos televisores, ropa, un canasto azul con distintos objetos, un bolso matero, un termo rojo, una minipimer, un ventilador, cortinas, sábanas, y alimentos.
Moyano tiene dos hijas, y por versiones de allegados a Mirna, le había dicho que quería empezar a trabajar en la pesca y quería instalarse en su casa. Aparentemente tenía un plan, que era dejar la pensión donde residía para convivir con la mujer, sin pagar alquiler y aprovechándose de su doble ingreso laboral.
Las pruebas contra Moyano son absolutamente contundentes: todas sus huellas están en la escena del crimen, tanto digitales, como su ADN y líquido seminal en el cuerpo de la víctima. Los objetos robados estaban en su pieza de Trelew, sus huellas en el auto, y las imágenes de las cámaras de videovigilancia que lo muestran a largo de todo el trayecto.
Se le dictó prisión preventiva y se espera que, ante la contundencia de pruebas, se pueda avanzar lo antes posible en un juicio oral y público, que seguramente será un juicio por jurados: serán los propios vecinos los que podrán juzgar los hechos.
Luego de todo el trabajo de Policía Científica y el abrumador cruce de datos, huellas y evidencia, los investigadores no tienen duda de que se está ante un crimen al que le cabe la pena máxima. Pesan sobre Moyano tres acusaciones, cada una de las cuales -de modo individual- tiene pena de perpetua.
