Arranquemos desde ahí. Se juega como se vive. No hay dudas. Y de las 32 selecciones que llegaron a Qatar, hubo algunas regulares, varias buenas y un par muy buenas. Pero ninguna generó lo que genera Argentina. Tal vez Marruecos, aunque en este caso se trata de otra cosa: el rival de Francia en la semifinal encierra un movimiento, una causa religiosa, una conjunción de pueblos de la zona que quieren el triunfo revolucionario. Argentina es un equipo de fútbol, serio y combativo, apasionado y de calidad, pero nada más que un equipo. Nada menos que un equipo que mueve a las masas.

El armado tuvo que ver. Muchas veces el público se encolumna con los cuestionados. Lionel Scaloni, debido a su falta de experiencia, generaba críticas mediáticas. Cuando los primeros resultados empezaron a llegar, mucha gente se volcó a su favor. Algo así como “banquemos al que pocos bancan”. La Copa América 2019, primer torneo importante del ciclo, mostró el fruto de una buena renovación, dejando atrás el caos del Mundial de Rusia, y obró como punto de partida para una comunión más palpable.

La perseverancia de Messi fue el camino

El título en el Maracaná empujó, claro. El rival y el escenario armaron el contexto ideal. Pero había más. Por entonces, la selección ya estaba formada por jugadores que los hinchas comenzaron a valorar fuertemente; ídolos de los pibes, primero, y aceptados por todos, después. Así, nombres como Dibu Martínez, Rodrigo de Paul y Cuti Romero volaron en la consideración. El futbolero siempre necesitará que su equipo tenga jugadores a admirar. Y en lo posible, que al potencial técnico estos le sumen compromiso. Justamente lo que sobra en este plantel.

Por último, lo esencial. Somos de personalizar todo. De ponerle nombres a las camisetas: el River de Gallardo, el Boca de Bianchi, el Estudiantes de Zubeldía. Sabemos que el fútbol es un maravilloso deporte colectivo. Que las individualidades pesan cada vez menos para decidir un partido y, más todavía, un torneo. Pero no podemos con nuestro genio: siempre preferiremos tener una referencia. Alguien a quien pedirle, agradecerle, exigirle, reclamarle, valorarle, extrañarle. Bendita tierra: tuvimos a uno, seguimos teniendo otro.

Lionel Messi es la referencia más explícita de por qué este seleccionado genera que el público esté tan involucrado desde hace tiempo, que no se hayan sentido reproches en la derrota del debut y que ahora sea todo con el corazón abierto. Salimos a las calles porque agradecemos volver a intentar. Porque entendemos que se tiene que dar. La perseverancia de Messi fue el camino con el que consiguió unanimidad. Su sonrisa es la satisfacción de un pueblo futbolero como ninguno. El objetivo por el que pelea sin parar desde hace dieciséis años, la ilusión de un país.

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