Soledad y Marina aún recuerdan aquellos días de escuelita dominical. La imagen del salón dividido por cortinas, chicos jugando en el patio o reunidos escuchando la Biblia y el sonido de aquel órgano que aún suena cuando algún valiente está dispuesto a tocarlo. 

Para ellas, la Iglesia Reformada es su segunda casa, el lugar donde crecieron y donde ya de grandes volvieron con otro rol. Soledad Gónzalez y Marina Labairu Sorg son la presidenta y la secretaria del Consejo Eclesiástico de esta centenaria iglesia que forma parte de la historia de Comodoro Rivadavia y que busca mantener su legado vivo. 

Por estos días, en el templo de la avenida Rivadavia se trabaja para restaurar el edificio. Su fachada y su arquitectura es original y el objetivo es poder acondicionarlo para abrir las puertas a la comunidad, en tiempos en que Comodoro es distinto y la vida en el templo también.

La Iglesia Reformada se encuentra al lado de la Catedral. Es uno de los templos más antiguos de la ciudad. Foto: ADNSUR.
La Iglesia Reformada se encuentra al lado de la Catedral. Es uno de los templos más antiguos de la ciudad. Foto: ADNSUR.

UNA IGLESIA CON HISTORIA

El origen de la Iglesia Reformada data de los inicios de la conformación de Comodoro Rivadavia. Cuenta la historia que fue fundada el 13 de septiembre de 1903 por los primeros inmigrantes sudafricanos que llegaron a la ciudad.

Eran otros tiempos en el mundo y en Argentina, el gobierno buscaba poblar la Patagonia, otorgando tierras y ciertos beneficios a quienes migraran al país. En ese marco, se dio una masiva migración de boers que llegaron a la región luego de la Segunda Guerra Anglo-Boer (1899-1902), que vio a miles de sus compatriotas confinados en campos de concentración.

Se estima que hasta 1908, a la región llegaron alrededor de 600 colonos que se dedicaban principalmente a la producción de lana y a la actividad agrícola. Muchos arribaron a Puerto Madryn y Sarmiento, y otros lo hicieron a Comodoro Rivadavia, la ciudad donde, unos años después, se descubrió el petróleo. 

La historia dice que durante el viaje en barco se creó la Iglesia Reformada. El primer Consejo Eclesiástico fue presidido por el pastor L. P. Forster y su funcionamiento fue casi itinerante. Durante los primeros años, la iglesia no tuvo un edificio propio y funcionó en las mismas estancias en que se habían asentado los colonos. Fue recién en 1934 cuando se construyó el templo que funciona al lado de la Catedral San Juan Bosco, en esa pequeña arteria de la avenida Rivadavia. 

La imagen de la Iglesia Reformada en el margen izquierdo, antes de que se construya la Catedral San Juan Bosco. Foto: Archivo Iglesia Reformada.
La imagen de la Iglesia Reformada en el margen izquierdo, antes de que se construya la Catedral San Juan Bosco. Foto: Archivo Iglesia Reformada.

Hoy, 90 años después, el edificio se mantiene en pie, intacto, con su fachada original. Solo la puerta se tuvo que cambiar luego de un incendio; el resto se mantiene igual, como si el tiempo se hubiese detenido.

Cuando uno cruza el ingreso, lo primero que ve es el piso de madera, gastado por las huellas del pasado, pero con el legado que dejó su historia. Un armonio original, traído de Sudáfrica por los primeros colonos, ambienta el templo en el margen derecho, debajo de varias fotografías en blanco y negro que reflejan la vida de los colonos boers en el pasado. Y cuando uno mira al frente, se ve todo el resto: un púlpito antiguo de madera, los bancos y hasta el techo de chapa original. La historia de la ciudad hace casi 100 años, pero en pleno siglo XXI.

El templo mantiene su estructura y su ambientación original. Es un viaje al pasado de Comodoro Rivadavia. Foto: Fredi Carrera.
El templo mantiene su estructura y su ambientación original. Es un viaje al pasado de Comodoro Rivadavia. Foto: Fredi Carrera.

A diferencia de otros credos, en la Iglesia Reformada no hay imágenes de santos ni alusivas a personas, y el púlpito es central para que el sonido llegue en forma adecuada a cada uno de los asistentes. Es que en el pasado no existían los equipos de sonido ni mucho menos los micrófonos inalámbricos que, a través de parlantes, permiten llegar a cualquier rincón de un lugar. Eran tiempos en los que el silencio reinaba y solo se escuchaba la palabra, la reflexión y la Biblia en la voz del pastor, y en afrikaans.

Ese, precisamente, es un sello distintivo de esta pequeña iglesia del sur de la Patagonia. Durante muchos años, los tres cultos diarios se realizaron en el dialecto original que trajeron los colonos boers. La preservación de la lengua fue tan importante en esta región que invitó a investigadores de diferentes partes del mundo a interesarse por esta rareza; e incluso, hace pocas semanas, un grupo de documentalistas sudafricanos vino a la ciudad para registrar este legado que resulta tan llamativo a tantos kilómetros de distancia. Johan Badenhorst y su equipo estuvieron en la Iglesia Reformada y quedaron sorprendidos por lo que vieron en el templo. 

Lo cierto es que hoy, en pleno siglo XXI, la vida social en la Iglesia es distinta a lo que sucedía en el pasado. Ya no hay tantos fieles como antes y las raíces se combinan con el presente. “Hoy ya no es la iglesia de los sudafricanos, es la Iglesia Reformada de Comodoro Rivadavia que los inmigrantes sudafricanos hicieron posible”, dice Marina en este sentido. “La realidad es que siempre estuvo abierta a todos, pero al dar el culto en afrikaans, como que tenía ciertas limitaciones; pero con el paso del tiempo se fue abriendo y hoy hay personas que no necesariamente son descendientes de sudafricanos”, agrega a modo explicativo.

El mejor ejemplo de ello es Soledad (45), la presidenta del Consejo Eclesiástico. Ella nació en Buenos Aires y, a los 10 años, cuando vino con su familia a vivir a Comodoro, fue “la vecina de la Iglesia” y se quedó para siempre. Es que, tras una etapa de regreso en Buenos Aires, volvió a la ciudad y comenzó a participar en las actividades. 

“Mi mamá es descendiente de escoceses y nosotros íbamos a una escuela presbiteriana. Entonces, cuando vinimos a Comodoro, buscamos la iglesia que más se parecía, que era la reformada, y empezamos a venir”, cuenta.

En la actualidad, Soledad es la presidenta del consejo y, junto a Marina y otro grupo de personas, llevan adelante la vida administrativa y religiosa del templo. La Iglesia Reformada no pudo escapar a la crisis de pastores que afecta a todas las religiones. “Es una vocación que se ha ido perdiendo, pero no es solamente un problema de la Iglesia Reformada; entiendo que es un problema de todas las protestantes históricas y de otras confesiones también. Entonces, se está tratando de fortalecer mucho a los laicos para que puedan asumir esa tarea”, explica en ese sentido.

Precisamente, ellas, como laicas, hoy están a cargo de la vida pastoral. Es una forma darle continuidad a la fe. A diferencia de la iglesia católica, la Iglesia Reformada tiene escuela bíblica, la catequesis dura toda la vida y el templo solo es sagrado cuando se realiza el culto. Además, a diferencia de otros credos, los cargos son renovables y los sacramentos se acotan a dos momentos clave: la santa cena y la confesión de fé, similar a la eucaristía y la confirmación para los católicos, respectivamente.  

Un reflejo de la historia. Objetos originales que forman parte de la vida de este templo. Foto: ADNSUR.
Un reflejo de la historia. Objetos originales que forman parte de la vida de este templo. Foto: ADNSUR.

En la actualidad, unas 30 personas asisten en forma cotidiana al templo, la mayoría son adultos +40 y también hay unos cuantos niños. Los cultos son los domingos, el día de reposo, y se realizan dos veces al mes. 

A diferencia del pasado, ya no hay coro y tampoco suena el órgano, pero se mantiene la esencia de la fe. Así, además de los cultos dominicales, se realizan las tradicionales reuniones de oración y un servicio de diaconía: una acción social a través de un supermercado que dona alimentos que luego son distribuidos en distintos espacios comunitarios de la ciudad.

RESTAURAR EL TEMPLO PARA FORTALECER LA FE

Hace un tiempo, el Consejo Eclesiástico se propuso darle otra impronta al espacio y, en ese marco, contactaron a una gestora cultural, quien les dio otra visión del edificio y los incentivó a trabajar en una restauración. “Contactamos a Irina Svovoda con la idea de reutilizar el espacio”, cuenta Marina, “pero nos dijo: ‘este edificio es una joya, ustedes no saben lo que tienen, no se dan cuenta del valor porque vivieron toda su vida acá. Es algo que les pertenece, pero que deben abrirlo al resto de la comunidad, porque es testigo del paso del tiempo de la ciudad’. Nos gustó lo que dijo y, a partir de ahí, contactamos a Liliana Carnevale y Lorena Moreno para comenzar a trabajar en la restauración. Ahora estamos tratando de buscar financiamiento para avanzar con la etapa de diagnóstico, para ver qué es lo que hay y cómo hay que intervenir en el edificio”, cuenta Marina.

El objetivo es que sea un espacio abierto a la comunidad, no solo para desarrollar las propias actividades de la iglesia, "sino también con la idea de que sea abierto a todos", dice Soledad. "La realidad es que siempre la comunidad ha cuidado su templo y ha querido que esté lindo, pero muchas veces se hicieron arreglos colaborativos. Imagínate que cuando empezamos no había tapones, ni disyuntor, ni térmica, ni nada, y tomamos la decisión de que todo lo que hiciéramos lo íbamos a hacer lo mejor posible con un especialista, pero nos encontramos con que las instalaciones son muy antiguas."

El trabajo será arduo, pero vale la pena, dicen estas mujeres, convencidas de seguir el legado de quienes edificaron esta antigua construcción que forma parte del Patrimonio Histórico de Comodoro. “Estamos en conversaciones con la Municipalidad. Ya tuvimos dos reuniones; también lo vamos a hablar con la Universidad. Hoy necesitamos un monto para hacer el diagnóstico, porque hay que hacer un estudio de suelo, ver qué trabajo hay que hacer sobre eso, analizar el cielorraso y otro montón de cosas para ver qué hay que hacer. Ahí recién vamos a tener un proyecto, pero tenemos una responsabilidad no solo con nuestra congregación, sino con la comunidad para poder preservar este lugar de la mejor forma posible”, dice Marina. 

Y el momento es ahora. El paso del tiempo, de a poco, va apagando historias y la Iglesia quiere recuperar ese legado. Por esa razón, también impulsará una campaña para encontrar material fotográfico y de archivo que permita recuperar parte de la historia del templo. 

Es que para muchas personas el templo fue su segunda casa, tal como lo siente: "Para nosotros es parte de nuestra vida, a mí me atravesó, es como que la vida de uno pasó por acá y es el lugar donde encuentras gente que te quiere, con la que compartiste muchos momentos de tu vida", dice recordando su infancia, su casamiento en la iglesia, el momento en que bautizó a su hija o a su abuela en aquellos históricos té de damas que se realizaban en el pasado. Es que para muchos colonos boers la vida pasó en esta iglesia, este templo que quiere abrir aún sus puertas a su comunidad, con la misión de crecer en conjunto, en familia, unidos por la fe y también por la historia.

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